¿Cómo hacer una historia del conflicto y de las responsabilidades en él sin considerar el rol y la injerencia de potencias extranjeras, en especial de los Estados Unidos?
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, agosto 21 de 2014
Señores integrantes de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas:
Nuestro saludo de compatriotas con la esperanza de paz para Colombia.
El proceso de paz da un salto cualitativo en el camino de la reconciliación, al instalar hoy en La Habana, la “Comisión histórica del conflicto y sus víctimas” como escenario clave para el esclarecimiento de la verdad, a partir de la auscultación de los orígenes, causas, efectos y responsabilidades que enmarcan el desenvolvimiento de la confrontación política, económica, social y armada derivada de la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia que han caracterizado la vida nacional por más de medio siglo.
Desde que se iniciaron los diálogos aquí en La Habana, insistimos en forma reiterada acerca de la importancia de la conformación inmediata de una Comisión de tales características, porque éramos y somos conscientes del significado que tienen los acercamientos a la historia para lograr una comprensión no sólo de la complejidad del conflicto que hemos enfrentado durante décadas de alzamiento armado contra el Estado y las clases dominantes, sino sobre todo para emprender caminos hacia su superación, que en nuestro entender no son otros que los de la construcción de la paz con justicia social. Finalmente, las Partes acordamos el pasado 7 de junio poner en marcha la Comisión.
No vamos a recabar en el valioso lapso perdido, transcurrido desde la formulación de la propuesta hasta el acuerdo que la hizo posible. Con seguridad, el trabajo de la Comisión no estaría sometido a las presiones que se le imponen a un proceso que avanza con paso firme, pese a las continuas amenazas que resultan de hacer oídos sordos al clamor por un cese bilateral de fuegos y a la existencia de un bloque político y de opinión empecinado en la continuidad indefinida de la guerra. Todo ello, como una expresión de la concepción, cuando menos equivocada, de que se estaría frente a un sometimiento de la insurgencia, en forma similar a lo ocurrido en otros momentos históricos con otras fuerzas guerrilleras derrotadas.
En un país en el que impera la manipulación mediática de la opinión y la recurrente falsificación de la historia, como si ésta fuese una historia de los vencedores, apreciamos el inmenso valor del trabajo y la reflexión intelectual. Confiamos en las armas de la razón, de la ciencia de la historia y de las ciencias sociales en general.
Con independencia de los diferentes enfoques y perspectivas teóricas que las caracterizan, con seguridad representadas en la pluralidad de esta Comisión, estamos convencidos de que debe ser posible construir un relato sobre el conflicto colombiano que nos aproxime a la verdad histórica. Una verdad que no entendemos en términos absolutos, sino como expresión del antagonismo y la conflictividad que esencialmente caracteriza la formación política, económica, social y cultural de nuestra sociedad.
La construcción de dicho relato, además de un envidiable y privilegiado ejercicio del intelecto que puede arrojar nuevas luces hacia renovadas interpretaciones de nuestra historia, que superen visiones parcializadas hasta ahora predominantes, o que abra trochas para incursionar en la investigación de campos desatendidos, insuficientemente tratados, o analizados con sesgo, se constituye en herramienta potente y marco de referencia ineludible de asuntos pendientes de abordar en la Mesa de diálogos, particularmente de aquellos que para nosotros son caros en forma suprema: la materialización de los derechos de las víctimas del conflicto a la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición y, con ello, la contribución a sentar las bases para avanzar hacia la reconciliación nacional en el evento de la firma de un Acuerdo final.
Va en contravía de la sindéresis y de análisis juiciosos de la historia, la pretensión de considerar que las FARC-EP nos hemos inventado una guerra contra la sociedad, que representamos una máquina de victimización y en consecuencia podemos ser consideradas como una organización de victimarios. Y por tanto, debemos asumir la responsabilidad de lo sucedido a lo largo del conflicto, incluidos los múltiples procesos y hechos de victimización. Semejante revisión y falseamiento de la historia resulta inaceptable para nosotros.
Sin perjuicio de los diversos enfoques que haya sobre nuestro lugar en la historia, consideramos que existe suficiente evidencia, proveniente de fuentes documentales, testimoniales e historiográficas, demostrativa de las causas estructurales, políticas, económicas, sociales, culturales e ideológicas, que produjeron el alzamiento armado contra el Estado y las clases dominantes. Y que además explican su persistencia y continuidad, configurando fases, facetas y dinámicas regionales.
Para nosotros y nosotras es igualmente demostrable, con base en las herramientas que brindan la disciplina de la historia y las ciencias sociales, que junto con lo que hemos definido como las causas y factores de índole sistémica, de carácter objetivo, han existido factores subjetivos imputables a las actuaciones del Estado, a todos los poderes públicos, a las fuerzas militares y de policía, a los organismos de inteligencia, a los partidos políticos y a las más diversas instituciones y organizaciones del poder social, que han gestado una reacción de resistencia desde sectores populares.
¿Cómo hacer una historia del conflicto y de las responsabilidades en él sin considerar el rol y la injerencia de potencias extranjeras, en especial de los Estados Unidos? ¿Cómo hacer una historia del conflicto y de las responsabilidades en él sin tener en cuenta el anticomunismo erigido en doctrina de seguridad y política de Estado? ¿Cómo hacer una historia del conflicto y de las responsabilidades en él sin examinar por qué han sido principalmente fuerzas opositoras, democráticas y de izquierda, así como diversas formas de organización social y popular, objeto de sistemática persecución y exterminio?
¿Cómo hacer una historia del conflicto desatendiendo la decisión política documentada y por tanto demostrable de conformar organizaciones paramilitares para combatir el supuesto enemigo interno? Desde luego que son muchos más los interrogantes. Estos son algunos de los que nosotros nos hacemos y sobre los cuales quisiéramos encontrar respuesta, para contrastarla con nuestras elaboraciones.
Como lo hemos sostenido en diversos pronunciamientos, para nosotros y nosotras el conflicto y su dinámica son complejos, multicausales y estructurales. Las responsabilidades son múltiples y estamos en la disposición de asumir las que nos corresponda, considerando las relaciones de asimetría y desproporción que han marcado la larga contienda social y armada.
Dado que ello no es un asunto meramente formal, tenemos expectativas en cuanto a que el Informe que elabore la Comisión que ustedes integran nos ha de suministrar elementos de análisis para una aproximación más juiciosa al difícil tema. Lo hacemos pensando en el curso esperanzador que tomen las conversaciones, y sobre todo en la explicación que espera la sociedad colombiana en su conjunto y, en particular, las víctimas del conflicto. Asimismo, teniendo en cuenta la posibilidad real de ponerle fin a la confrontación armada.
Estamos profundamente comprometidos en que se esclarezcan los hechos que han marcado el desarrollo de la confrontación, y por ello hemos propuesto en la Mesa también, la conformación de una “Comisión de la verdad”. El trabajo de la “Comisión histórica del conflicto y sus víctimas” y de la “Comisión de la verdad”, lo comprendemos como parte de un todo. Para nosotros, los resultados del Informe que ustedes elaborarán constituye un marco de referencia ineludible, no sustitutivo, en el cual se deberá apoyar la “Comisión de la verdad”. Consideramos que sus alcances deben ser vinculantes.
Les agradecemos haber aceptado hacer parte de esta Comisión histórica. En un país en el que el libre pensamiento ha sido objeto de estigmatización, y esta Comisión no estará exenta de ello, se trata de una actitud valerosa. Entendemos que en su decisión, además del gusto por el conocimiento, la sana controversia y el trabajo intelectual, ha prevalecido su interés de contribuir a la superación de esta guerra que ha desangrado a nuestro pueblo y su compromiso de consolidar la perspectiva de una solución política que nos permita construir, desplegando la potencia constituyente existente en la sociedad, la bases para la paz estable y duradera de la nueva Colombia que aspiramos dejarle a las futuras generaciones de colombianos y colombianas.
Delegación de Paz de las FARC-EP