6 nov 2014

Lacalle Pou y la utopía racista del Uruguay

Por: Martín Delgado Cultelli
El 1º de junio de 2014 observe por la televisión al igual que muchos uruguayos como sorpresivamente el candidato Luis Lacalle Pou derrotaba sorpresivamente a Jorge Larrañaga en las elecciones internas del Partido Nacional. El joven (joven para los conceptos políticos del Uruguay ya que tiene 41 años) apuesto derroto con una diferencia de 9% al veterano Larrañaga. Quede sorprendido al igual que muchos compatriotas y especialmente politólogos por la carrera meteórica de este muchacho. Pero lo que me impacto más visualmente fue cuando en los festejos de su triunfo, subió al escenario con su familia. Su esposa e hijos parecían sacados de una novela norteamericana de los años 50. Ese hecho me hizo madurar una serie de conjetura que ahora plasmo.
¿Como fue que dentro del electorado del Partido Nacional (417.768 personas votaron en dichas elecciones a alguno de los candidatos del PN) caracterizado por la tradición de la estancia ganadera y el interior, gano un candidato que se mire por donde se mire es sumamente urbano? ¿Cómo fue que el “Guapo” Larrañaga, gaucho entre los gauchos, perdió con un cheto? ¿Por qué el electorado blanco prefirió a un rubio y su familia aria y no a un criollo de ley? ¿Por qué simbólicamente en los festejos de su triunfo fue importante presentar a su familia? Estas preguntas no son fáciles de contestar, pero creo haber llegado a algunas respuestas.
Esta claro que Lacalle Pou y Pedro Bordaberry representa un cambio en los conceptos clásicos de la derecha uruguaya. El caudillismo tradicionalista no sirve para enfrentar al Frente Amplio y por lo tanto necesitan reformularse. También se evidencia que los grupos conservadores ya no se radican tanto en las zonas rurales sino más que nada en las ciudades. Lacalle Pou ganó con los votos de Montevideo y Canelones y Pedro Bordaberry nada más perdió en los departamentos norteños (Rivera por ejemplo es un bastión de José Amorin Batlle). Por supuesto la desigualdad demográfica del Uruguay hace que a la hora de las elecciones tengan más peso Montevideo, Canelones y Maldonado que el resto del país. Pero esto también significa que los bastiones conservadores están en los centros urbanos. Actualmente la dicotomía que estableció el Frente Amplio (debido a que durante 15 años solo ganaba en la capital) basada en que los sectores urbanos son progresistas y los rurales conservadores no tiene ningún fundamento. Un ejemplo de esto es la campaña a favor de la Baja de la Edad de Imputabilidad y varias manifestaciones de vecinos que reclaman más represión y control policial. También se puede ver en la progresiva guethización de las clases pudientes en Maldonado. Los ricos y la clase media alta tienen una tendencia a afincarse en barrios privados y separarse del resto de la sociedad. También hay ejemplos de la progresiva movilización social en las zonas rurales. Desde hace un par de año se vienen organizado los pequeños productores rurales para preservar las variedades de semillas nativas y orgánicas, se esta gestando un movimiento de chacreros en contra de las multinacionales del agro-negocio. Además se debe mencionar la creciente organización y movilización de los sindicatos de asalariados rurales. Si bien la histórica UTAA esta a la cabeza han aparecido otros sindicatos que también están cimbrando las estructuras del latifundismo como OSDOR y UNATRA. Como vemos ser del campo no significa ser de derecha y ser de la ciudad no significa tener una conciencia más abierta. Las posiciones de derecha e izquierda dependen más de factores relacionados con las estructuras sociales del capital y de las hegemonías socio-culturales que de si uno vive en el campo o la ciudad.
El simbolismo de la familia de Lacalle Pou es representativo de la utopía que tiene una porción importante de los uruguayos sobre lo que debe ser una “familia constituida”. Recordemos los conceptos discriminatorios hacía las poblaciones marginales por no tener la organización de la “familia nuclear” y recordemos los argumentos de quienes se manifestaron en contra del matrimonio igualitario y del aborto. Las formas diferentes a la “familia nuclear” son consideradas como aberrantes. Es por eso que un papá que se preocupa por sus dos nenitos y una esposa que acompaña fielmente a su esposo son los prototipos idílicos de lo que debe ser una familia.
Y a este prototipo se le agrega el factor étnico-racial. No es casualidad que sean rubios, tipo arios, ejemplarizantes de la familia norteamericana de los años 50. Recordemos que uno de los grandes paradigmas sociales de nuestro país fue el concepto de la “Suiza de América”, la pretensión de la europeización de nuestra sociedad. Durante mucho tiempo los uruguayos nos pensamos a nosotros mismos como caucásicos, herederos de la cultura greco-latina. Fue en parte al movimiento latinoamericanista de los años 60 y más que nada a la movilización de los colectivos de afro-descendientes y de indígenas a partir de los años 80 que se ha roto esta visión elitista y racista de nuestra sociedad. Pero quienes hemos estado en la interna de los movimientos afros e indígenas y hemos luchado para romper los conceptos racistas y clasistas de nuestra sociedad nos sorprendemos al ver como un estereotipo de familia, basado en conceptos racistas y machistas, convence a un número importante de uruguayos. Es como si los más de 25 años de lucha afro e indígena no hayan cambiado nada en las mentalidades uruguayas.
Es así que yo me pregunto ¿Cómo es que sigue vigente la utopía racista del Uruguay? ¿Cómo es que la Suiza de América no termina de morir y vuelve? Es aquí donde vuelvo a releer el “Discurso sobre el Colonialismo” de martiniques Aimé Césaire. Este poeta y luchador anti-imperialista y anti-racista nos dice que la moral burguesa guarda en su esencia al fascismo. Critica fuertemente a la sociedad francesa, muchas veces denominada como “la cuna de los derechos humanos” y encumbrada como una sociedad progresista, ya que por más democracia y derechos humanos que haya las estructuras elitistas del capitalismo y la expansión imperialista del Estado generan las condiciones básicas del fascismo. Uruguay es una sociedad muy parecida a la francesa (pretendidamente democrática, igualitaria y culta) y por lo tanto estas conjeturas pueden plasmarse a nuestra realidad. ¿Cómo vamos a eliminar la discriminación a los afro-descendientes si estamos de acuerdo en tener tropas militares en el Congo y en Haití? ¿Cómo vamos a respetar a los pueblos originarios si tenemos una estatua enorme de Fructuoso Rivera y un Parque Rivera? ¿Cómo no vamos a ser racistas si se da por natural que Europa es la máxima expresión de la sabiduría y de la cultura y que las expresiones filosóficas y culturales de charrúas, africanos y musulmanes (por dar solamente ejemplos de grupos minoritarios de nuestro país) son secundarias? Es aquí donde complemento mis reflexiones con los planteos del intelectual peruano Aníbal Quijano. La expansión imperialista de Occidente desde el siglo XVI produjo por consiguiente la jerarquización de la humanidad en razas. Es por eso que la cultura greco-latina y los rasgos fenotipicos nor-europeos están en la cumbre de la pirámide social. Es así también como surgen los “negros” y los “indios”. Mientras el mundo este jerarquizado en base al Imperialismo va a seguir habiendo racismo. Es por eso que los “negros de mierda” no solo son los afro-descendientes sino que también son las personas de los barrios marginales (sean o no sean afro-descendientes). Y si no hay un fuerte proceso de descolonización, por más que haya un Estado Bienestar al estilo escandinavo, van a seguir habiendo personas que exijan más represión policial y van a aparecer candidatos presidenciables con una estética racista y clasista y van a tener éxito electoral.
Esta vuelta a la utopía racista del Uruguay plasmada principalmente en Luis Lacalle Pou pero también en Pedro Bordaberry nos hace reflexionar en las dimensiones reales de cambio del Estado de Bienestar. Recordemos que el Estado de Bienestar al estilo europeo nunca ha sido garante de descolonización ni de que no sea un caldo de cultivo del fascismo. Recordemos que durante el gobierno del social-demócrata alemán (tan encumbrado por algunos en el Uruguay) Friedrich Ebert surgió el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NAZI por sus siglas en alemán) liderado por Adolf Hitler. Al final de su periodo de gobierno Ebert tuvo que enfrentar el levantamiento nazi de Munich. Si del modelo del Estado de Bienestar no pasamos al de un Estado Plurinacional no nos sorprendamos si nos sucede lo mismo que a la Alemania de los años 20. El germen del fascismo uruguayo esta latente y ha encontrado en las figuras de los líderes jóvenes del Partido Nacional y del Partido Colorado y en los discursos sobre la inseguridad el caldo de cultivo necesario para su reaparición.
La sociedad uruguaya que durante mucho tiempo se vanaglorio de haber acabado con sus pueblos originarios, de no tener nada en común con los otros países de Latinoamérica y que perdono a los torturadores de las dictaduras de Terra y de Bordaberry padre no desapareció. Fue arrinconada por el avance de los movimientos sociales y de la izquierda en la década del 2000, pero no murió. Ahora vuelve su utopía racial, política y económica basada en el liberalismo conservador. Es por eso que ahora los grupos de izquierda y los movimientos sociales tienen que estar más atentos que nunca. Si no queremos tener un periodo basado en el liberalismo económico y en el conservadurismo político necesitamos pasar del Estado de Bienestar al Estado Plurinacional. 

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