La devaluación salarial se ceba en los que han perdido su trabajo y vuelven a ser contratados
La mayoría de los españoles están sufriendo la devaluación salarial / ULY MARTÍN
Casi una década después, España vuelve a situarse entre los países que más empleo crean en Europa. Y lo ha hecho con un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) mucho menor que en salidas de crisis anteriores. Un avance medio del 1,4% en 2014 ha bastado para que se hayan generado casi medio millón de puestos de trabajos nuevos en un año. El empleo crece, el PIB acelera su ritmo de expansión —al 2% en el tramo final de 2014, a cerca del 3% en las previsiones para 2015—, pero la devaluación salarial sigue ahí, atenuada por el menor coste de la vida. Esta misma semana, la encuesta de coste laboral reveló que a finales del año pasado, el salario medio había descendido un 0,2% en tasa anual. Un nuevo retroceso que llega en buena medida de la mano de los sueldos de esos nuevos empleos, significativamente más bajos que los de los destruidos durante la crisis.
La devaluación salarial es un poliedro de muchas caras. Está en la nómina de quienes, en el mismo empleo, cobran menos; también se aprecia en los que trabajan más horas ganando lo mismo; en la intensidad de las tareas de quienes continúan conservando el trabajo. Pero, sobre todo, impacta en los que perdieron su empleo y han encontrado otro, en los llamados salarios nuevos.
Con datos de cotizaciones hasta 2013, tres investigadores de la fundación Fedea calcularon que la reducción en cinco años para los nuevos contratados fue de un 8% para hombres y de un 4% para mujeres. Si en la ecuación se introduce la inflación, la reducción aumenta hasta el 17% y el 13%, respectivamente. Si se mide la evolución con la Encuesta de Población Activa, en el mismo periodo, la caída es de un 12% sin contar la inflación. En cambio, en la misma EPA, el sueldo de quienes tienen cinco o más años de antigüedad ha crecido, sin tener en cuenta la marcha de los precios. “Esto es un proceso natural”, explica Javier Andrés, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia. “Cuando alguien pierde su empleo en una crisis, al volver a trabajar cobra menos”.
Las nóminas de los nuevos contratados han caído hasta un 12% en cinco años, según la Encuesta de Población Activa
Tanto un dato como otro acaban en 2013, pero la tendencia no se detuvo el año pasado y eso puede verse (y deducirse) con lo sucedido en 2014. En las grandes empresas el empleo creció un 1,8% mientras que el salario medio bajó un 0,8%. Eso, teniendo en cuenta que, por el momento, los descuelgues o incumplimientos de convenios no se han generalizado, tiene un claro motivo: los sueldos de los nuevos empleados son sensiblemente inferiores y empujan la media a la baja.
“Mirando a los datos es difícil sostener que el ajuste no ha existido”, apunta Marcel Jansen, profesor de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid, que al comienzo del proceso defendía la necesidad de ese ajuste. Según los números de UGT, entre 2009 y 2014 la pérdida de poder adquisitivo del salario medio es del 6,9%.
Volviendo a la investigación, publicada por Fedea en el blog de referencia Nada es gratis y elaborada por Marcel Jansen, Sergi Jiménez y José Ignacio García-Pérez, se aprecia algo de lo que advirtió el presidente del BCE, Mario Draghi, hace meses: “En algunos países los salarios reales de los nuevos contratos están en niveles vistos en los años ochenta del siglo pasado”. Una apreciación que sirve para España, aunque los investigadores de Fedea se detienen en 1993.
La apuesta por la reducción de costes de mano de obra para recuperar la productividad y la competitividad perdida, y así revitalizar el mercado de trabajo era uno de los propósitos de la reforma laboral. Una de las medidas de aquella norma era la de facilitar los despidos colectivos de los trabajadores indefinidos y con antigüedad. Ese camino, el de reducir los costes laborales, tuvo continuidad con subvenciones a la creación de nuevos empleos, como la tarifa plana de 100 euros en las cotizaciones por contingencias comunes de 2014 para la contratación indefinida, o su última corrección, que reduce en 500 euros la base de cotización de los nuevos contratos fijos. Y en una vuelta de tuerca más se abre la puerta a que las empresas que hayan hecho ERE puedan acogerse a la ayuda, algo nuevo.
Y todo esto ha tenido frutos. España ha empezado a crear empleo antes de crecer al 2% como en crisis anteriores. Si se compara la marcha del PIB, el empleo o los costes laborales con Europa se observa cómo los dos primeros han cogido velocidad de crucero, mientras los costes laborales van muy por detrás.
Lo que también muestran los datos es la desigualdad de la devaluación salarial. El estudio de la EPA por deciles —división de la población asalariada en diez grupos por nivel de ingresos— muestra que el retroceso de los sueldos se ha cebado más en quienes menos cobran. En un artículo que verá la luz después de Semana Santa en la revista de CC OO EnClave de Economía, se pone de relieve cómo durante la crisis ha crecido esa desigualdad entre quienes tienen un salario más alto y uno más bajo: en 2007 el salario medio de los trabajadores que más ganaban multiplicaba por 5,9 el de quienes tenían un sueldo más bajo; en 2013, el múltiplo llegaba a 8,1.
En esto también tiene mucho que ver el comportamiento de los sueldos de los nuevos empleados con trabajos a tiempo parcial, una modalidad de empleo que ha tomado mucha fuerza en los últimos años. El economista de UGT Alberto del Pozo lo explica porque las empresas en los procesos de ajuste se desprenden de los trabajadores menos cualificados y, por tanto, menos pagados. En el inicio de la recuperación, estos empleos de más baja cualificación se han cubierto con contratos a tiempo parcial, en los que se retribuye peor la hora trabajada.
La reforma laboral apostó por la reducción del coste de la mano de obra
Con una reserva de más de cinco millones de parados, no parece que la devaluación salarial vaya a acabarse este año. Los sindicatos mayoritarios y los empresarios vuelven a debatir mañana el incremento de sueldos que servirá de referencia para los convenios de este año. Según las fuentes consultadas, la CEOE no está dispuesta a ir más allá del 0,9%, cuando la referencia de 2014 fue un aumento salarial del 0,6%.
Jansen defiende que ha llegado el momento de “poner fin al ajuste” pero, al mismo tiempo, aboga por la moderación salarial en la negociación sobre los convenios. “Tenemos que evitar que el ajuste siga en los salarios iniciales. Si los convenios apuran demasiado, se va a deteriorar la posición de los nuevos trabajadores”.
También Javier Andrés, partidario del ajuste en su comienzo, cree que ha llegado el momento de poner fin a la devaluación salarial, que no a la moderación. Pero sobre todo, este economista defiende que la evolución de los salarios sea “flexible”, es decir, que se revisen al alza si el sector o la empresa va bien. Y apostilla: “Tienen que estar alineados con la evolución de la productividad”.
Por su parte, Del Pozo, economista de UGT, defiende que los sueldos deben ganar poder adquisitivo. “No se va a consolidar el crecimiento si el consumo interno no tira. Para que la confianza crezca la gente tiene que tener empleo, claro, pero también tienen que crecer los sueldos”.
Un posible pacto de transición
Los líderes de los sindicatos mayoritarios UGT y CC OO, y de las patronales CEOE y Cepyme se volverán a ver mañana. Tratarán de acercar posiciones para cerrar el pacto salarial que llevan negociando desde hace meses. Sobre la mesa hay tres puntos clave. El primero, lógicamente, es cuánto van a subir los salarios. En lo referente a 2015 los empresarios se han plantado en el 0,9%; mientras los sindicatos no están dispuestos a bajar del 1%, “y algunas décimas”, apostilla un negociador sindical.
Más difícil aún resulta encontrar un punto común sobre 2016 y esta vez no es solo por el porcentaje de incremento, sino por la introducción o no de una cláusula que garantice el poder adquisitivo de los salarios. La incertidumbre sobre lo que va a suceder con la inflación el año que viene, por las incógnitas sobre el crudo, lleva a sindicatos y empresarios a ser inflexibles: los primeros, la exigen; los otros, la rechazan.
La solución puede estar, admiten fuentes de ambas partes, en recortar la extensión del acuerdo. Reducir su vigencia a 2015 y retomar las negociaciones en otoño con el horizonte de precios más despejado. En cambio, otra fuente señala que esta posibilidad está perdiendo fuerza. “No tendría sentido firmar en abril un acuerdo solo para 2015 y volver en poco tiempo a la mesa”, continúa.
El tercer punto en el que hay desacuerdo gira en torno a qué sucede con los convenios caducados que no se han renovado. El mes pasado, tras la sentencia del Tribunal Supremo de diciembre que falló que las condiciones laborales pactadas continuaban vigentes porque se integraban en los contratos, ambas partes estaban de acuerdo en buscar una solución consensuada. En cambio, el miércoles, en la junta directiva de CEOE, la cúpula de la patronal abogó por dejar este asunto al margen de la negociación.
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