Por Carlos Fermín
Cada día el Mundo se cae a pedazos, por culpa de los continuos movimientos sísmicos, que producen una fuerte réplica en el corazón del gran planeta Tierra. Sin darnos cuenta, lo estamos fracturando ambientalmente debido a la irracionalidad social de los Seres Humanos, que se consolida con los salvajes proyectos petroleros, mineros o gasíferos, para seguir perforando las riquezas naturales y taladrar el agonizante futuro por recorrer.
Debajo de nuestros pies, existe un Universo en expansión que no conoce la perversión del capitalismo, la avaricia de las transnacionales y la sobrepoblación que destruye el equilibrio ecológico de la Naturaleza. Por el contrario, la Humanidad se contrae en una materia oscura llena de indiferencia, apatía e irrespeto hacia los sagrados ecosistemas que yacen por obra y gracia de Gaia. Poco a poco, la corteza terrestre se convirtió en un auténtico campo de batalla que tiñe de sangre a las comunidades indígenas, a las metrópolis urbanas, y a cualquier recóndita geografía que atesore en sus suelos a los mortíferos hidrocarburos del orbe.
Entre polvorientos escombros, víctimas humanas y pérdidas económicas, parece que el desolador panorama ocasionado por la liberación de energía acumulada en forma de ondas sísmicas, va más allá de la ruptura de fallas geológicas o de la fricción de las placas tectónicas del planeta Tierra. Aunque con frecuencia culpamos a la Pachamama de las calamidades naturales que predican la desgracia, creemos que el acelerado deterioro del Medio Ambiente en el siglo XXI, refleja la bestial industrialización de los entornos naturales creados a imagen y semejanza de una cosa endiablada llamada Homo Sapiens. No hay duda, que estamos caminando sin rumbo y de madrugada por las arenas movedizas de un pantano en retrospectiva. Algunos se acostumbraron a vivir ciegos en la ignorancia, y otros se lanzan cubetas de agua fría para desafiar los límites de la estupidez. En ese pequeño callejón sin salida, hay muchísimo espacio para navegar en el ecocidio que seguimos afianzando gracias al malgaste del agua potable, a la deforestación, a la siembra de cultivos transgénicos, a la liberación de dióxido de carbono, y más recientemente, con la mano opresora de la fractura hidráulica, que es el nuevo bodrio comercial de las multinacionales para hipotecar el destino fatal de todos.
En tal sentido, el “fracking” es una técnica para extraer gas natural en yacimientos no convencionales, mediante la fracturación de la roca madre (pizarra o esquisto), y la enfurecida inyección de agua mezclada con arena y sustancias químicas tóxicas a gran presión, buscando que el gas se libere y llegue a la superficie a través del pozo. Lamentablemente, la extracción de hidrocarburos bajo el método del fracking, es uno de los procesos más corrosivos para el Ambiente. Recordemos que la fractura hidráulica acrecienta el riesgo de provocar una serie de catástrofes en el entorno, que abarcan el escape de acido sulfhídrico, la contaminación de los mantos acuíferos, la descarga no controlada de aguas residuales, la dispersión en el aire de metano, que es uno de los principales gases de efecto invernadero, y el incremento del cuadro sísmico en el área explotada.
Es triste reconocer que el fracking se transformó en un negocio redondo perpetrado a escala global. No hay que viajar hasta Oklahoma, Texas, Ohio o Pensilvania, para evidenciar como el abuso del fracking es una terrible realidad que castiga con mayor dureza a las grietas del dinero genocida. Basta con escuchar un fuerte puño cerrado sobre el escritorio de madera, para que el Diablo se obsesione con esa gigantesca porción de tierra, que esconde muchísima lechuga verde en su interior. Con un arsenal de cascos, uniformes y máquinas bien lubricadas, los hambrientos esclavos empiezan a obedecer la orden del rey, sin pensar en que sus familiares, amigos y vecinos quedarán tapiados bajo una pared de concreto, que pudo oír en alta definición los últimos gemidos de la Pachamama.
Por eso nos preguntamos ¿Qué relación existe entre la fractura hidráulica y los movimientos telúricos? Vemos que la hipótesis que unifica esa simbiosis se vuelve cada vez más demostrable, pues los sismos de gran magnitud a nivel mundial, están aumentando conforme se intensifican los monumentales proyectos extractivos en los suelos del globo terrestre. Lo peor, es que el teorizado “factor fracking”, termina siendo una verdadera bomba de tiempo en el Medio Ambiente, porque la nefasta arbitrariedad del Hombre para apoderarse de los hidrocarburos, trastoca las condiciones geológicas del planeta Tierra, generando un peligroso efecto boomerang que puede explotar en cualquier momento.
No podemos ser tan simplistas para seguir culpando a la Pachamama de la crisis ambiental imperante, ya que en nuestra legendaria Tierra nada es producto de la casualidad. Desde que las bacterias se transformaron en gorilas afeitados, siempre ha existido una disonancia entre la tierra que produce y el hombre que destruye. Le rompemos el alma a una progenitora que se asfixia en su propio hogar, utilizando la práctica del fracking como punto de quiebre, para que la litosfera no deje ninguna huella en la ensangrentada superficie. Tan sólo imaginar que estamos atentando contra la mágica existencia humana por efímeras monedas de plata, nos hace pensar que la alerta roja de tsunamis, terremotos y avalanchas, están asediándonos en las profundidades de los suelos.
En paralelo, la impunidad ecológica es auspiciada por los gobiernos de turno y sus organismos judiciales, que siguen eliminando progresivamente los estudios de impacto ambiental (EIA), los cuales son muy necesarios para cuidar la salud de los ecosistemas, y evitar la degradación del entorno. No obstante, las transnacionales y sus aliados gubernamentales, siempre logran presentar el codiciado papelito firmado, notariado y sellado por los entes ministeriales, para que puedan iniciar con tranquilidad la labor mega extractiva, mientras van despojando a los pueblos originarios de sus milenarias tierras, y demoliendo el hábitat de toda la biodiversidad que no se escapa de la pesadilla corporativa.
La preocupación latente sobre si un sismo artificial creado por el Hombre, es capaz de producir un sismo natural en la Tierra, ha hecho que varias naciones plagadas del letal fracking, empiecen a cuestionar la manipulación ambiental que causan las actividades extractivas de las transnacionales, en el plano geológico que aguardan los ancestrales territorios. Por ejemplo, en el estado de Nuevo León en México, se registraron más de 30 sismos en lo que va del 2014, oscilando entre los 3,1 y los 4,3 grados en la escala de Richter, y que gracias a estudios científicos posteriores se demostró que la profundidad del foco de los movimientos telúricos, coincidía con la profundidad de los pozos perforados en la cuenca de Burgos, que pese a ser una de las reservas de gas natural más valiosas del país azteca, no se salva de la infernal técnica extractiva del fracking.
En el caso particular de Nuevo León, se observa fácilmente la destrucción ambiental causada por el fracking. Antes de la explotación del gas shale en tierras nuevoleonesas, era muy atípico sentir un evento sísmico que repercutiera con negatividad en el modo de vida de la población. Ahora, la gente se queja de las incesantes vibraciones y ruidos que generan una constante angustia para los ciudadanos. Alrededor de la Cuenca de Burgos, se cuartearon y derrumbaron varias casas, escuelas y edificios por culpa del continuo empleo de la fractura hidráulica, produciendo una emergencia temporal que obligó a colocar muros de contención para evitar el colapso de otras infraestructuras.
En apenas tres años, hubo más actividad sísmica en Nuevo León que en los últimos diez años, cuando el estado se encontraba libre de fracking. El pánico de sentir un terremoto inducido, acabaría con protegidos paisajes naturales, como los Cañones de la Sierra Madre, las Grutas de García y el Parque Xenpal. Sin embargo, la amarga experiencia de Nuevo León por la presencia del factor fracking, se agudizará con la entrada en vigencia de la reforma energética, que perforará más de 10 mil pozos en la franja de la Cuenca de Burgos.
Lo infame, es que muchas localidades de America Latina, están trasmutando el desastre ambiental señalado, y dejando un signo de interrogación en sus pueblos. Es consabido que casi todos los países sudamericanos financian el veneno de la fractura hidráulica en los suelos, ya sea por medio de proyectos terminados, en labores de exploración o en espera de iniciar las obras. Esa trágica afirmación se manifiesta en el año 2014, por lo que a continuación mostraremos datos informativos al respecto.
En Colombia, el fracking podría adentrarse en el hermoso departamento de Cundinamarca, donde la exploración de hidrocarburos engloba a la zona del páramo de Sumapaz, que aparte de ser una de las fuentes hídricas más importantes de la nación neogranadina, es considerado el páramo más grande del Mundo. Pero, el sucio juego de las multinacionales que compran a los organismos gubernamentales para tramitar la licencia del ecocidio, también se visualiza en la zona de Cruce Pelicano ubicada en el Chaco Paraguayo, que ya resiente la búsqueda de petróleo y gas a 4.500 metros de profundidad, esperando que el fracking se adhiera a la tertulia encabezada por la tala indiscriminada de árboles, la desertificación y el desmonte de los bosques nativos.
A su vez, en Venezuela empezarán las exploraciones para conseguir el rentable gas lutita en la cuenca del Lago de Maracaibo, que si bien es el lago más extenso de Sudamérica, se encuentra hundido en los derrames de crudo, en el vertido de basura doméstica e industrial, y en la invasiva aparición de la lenteja de agua. La llegada del fracking a tierras venezolanas sin importar el colosal menoscabo ambiental, cruza las fronteras y viaja hasta la región amazónica de Ucayali en Perú, donde se descubrió el lucrativo shale gas en las prominentes rocas del Lote 31E, lo que perjudicará el bienestar ecológico de áreas verdes protegidas, como las cataratas del Boquerón del Padre Abad, y afectará el modus vivendi de los indígenas Arawak, que habitan en las áreas selváticas peruanas.
Los linderos de la fractura horizontal y vertical, dependen de la actitud proactiva de las personas en condenar esa técnica extractiva y custodiar el Ambiente. Todos recordamos el feroz crimen ambiental de la petrolera Chevron-Texaco en la selva amazónica de Ecuador, que fue la bandera ideológica de la Jornada de Protesta Mundial contra Chevron, efectuada en mayo del 2014 con el apoyo de 13 países que alzaron la voz, y protagonizaron un activismo de calle a favor de la vida. En contraposición, los ciudadanos que viven en centros urbanizados de Bolivia, vienen asumiendo una total indiferencia en defender sus recursos naturales y el legado de los pueblos originarios, ante la cadena agresiva de las transnacionales. La falta de solidaridad entre hermanos bolivianos, se paga con la entrada de 7 empresas petroleras que se dedicarán a explotar los hidrocarburos contiguos a la Serranía del Iñao y Aguaragüe.
La clave para frenar el fracking radica en la resistencia popular de nuestras naciones latinoamericanas. Sabemos que en Uruguay ya fueron habilitados camiones vibro estadounidenses, que realizan exploraciones por la sospecha de yacimientos petrolíferos y gasíferos en el subsuelo de los departamentos de Salto, Tacuarembó y Paysandú, representando la temida antesala de la práctica del fracking. Cabe destacar, que dichos camiones fueron retenidos a principios del mes de agosto por los valientes asambleistas de Concordia, quienes eran consientes del irreparable daño ambiental que la fractura hidráulica causará en el Acuífero Guaraní, que es la reserva subterránea de agua dulce más grande del Mundo, y provee agua potable para los lugareños que viven en Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina.
En detrimento, la incorporación del Shale Gas para diversificar la matriz energética de Chile, es un gravísimo error que no respeta la soberanía territorial, y permite que la industria norteamericana se apodere de los recursos naturales chilenos, por medio de tendenciosos acuerdos bilaterales suscritos. No olvidemos que en el pasado reciente de Chile se observaron muchísimos movimientos sísmicos, que dejaron un trágico saldo de muertos y heridos a su paso. Al tiempo que se autorizaron distintos mega proyectos mineros, que se cansaron de perforar y enturbiar los glaciares, los ríos y la vida de miles de compatriotas chilenos.
De igual manera, en el yacimiento petrolífero de Vaca Muerta ubicado en la provincia argentina de Neuquén, se malgastan miles de metros cúbicos de agua para calmar la sed de las transnacionales y sus pozos de la muerte. Además, los habitantes deben soportar la elevada contaminación auditiva por el motor de las máquinas, la sistemática degradación de las napas subterráneas, y los problemas respiratorios que causa la polución del aire para la salud humana. Al fracking no le interesa que la pastilla radiactiva se pierda en el ecocidio de las cuencas hídricas argentinas, ni que germine su enorme toxicidad en el bosque de Arrayanes, en el Cerro Bayo y en el Lago Correntoso.
En sinergia, Brasil sigue preso en el abismo ambiental de sembrar un árbol por cada 1000 árboles talados. Con esa errante filosofía, las transnacionales se sienten muy cómodas de recorrer los suelos cariocas, y más aún con la aprobación de un falaz reglamento para controlar la extracción de gas con la técnica del fracking. Según el papelito de la Agencia Nacional de Petróleo, queda prohibido el fracking cerca de pozos de agua empleados para uso doméstico y público. Pero, ya en párrafos anteriores comentamos que el fracking se adentrará en el inmenso Acuífero Guaraní, donde Brasil tiene la mayor responsabilidad de protegerlo al ocupar una extensión de 840.000 km2. Es el país que más explota sus pozos para abastecer a más de 400 ciudades, por lo que una mala decisión ecológica de cualquiera de los cuatro países que lo integran, crearía una onda expansiva marina de larguísimo alcance.
Vimos que el fracking se está convirtiendo en la gran amenaza para la supervivencia de la Humanidad, porque pone en riesgo el derecho a la vida y aniquila los recursos naturales que lo amparan. Cada vez son más comunes los temblores o las sacudidas que invaden las ciudades, y no es descabellado pensar que la irresponsabilidad socio-ambiental, podría estar contribuyendo a la formación de esos movimientos telúricos. El mayor inconveniente del fracking, es que continúa siendo un tema clandestino, esquivo y confuso para el discernir de la sociedad civil, facultando a que las transnacionales se adueñen de las tierras latinoamericanas, sin temor a represalias en el seno de la colectividad.
Si continuamos perdiendo la brújula del horizonte conservacionista, pues la sexta extinción masiva podría amplificarse en un santiamén. Estamos cavando el hoyo de nuestra propia tumba, con las malas vibraciones que el fracking y los delitos ecológicos similares traen consigo. No queremos que el hipocentro y el epicentro de la fractura hidráulica, destruyan la geosfera de un hogar bendito llamado planeta Tierra.