19 sept 2014

Vivir en la villa

Uno de los preconceptos más fuertes construidos en el imaginario colectivo es que las personas que viven en los asentamientos no quieren dejar de vivir de esa manera. Se ignora que estas familias autogestionan el hábitat y cumplen sus propios deseos de vivir mejor allí donde el mercado y el Estado no brindan opciones. ¿Realmente creemos que quienes viven en los asentamientos eligen hacerlo bajo otras opciones?

-Jue, 11-09-2014




Muchas veces escuchamos que quienes viven en villas y asentamientos “algo habrán hecho mal”, “son todos vagos”, “eligen vivir ahí” o “es cuestión de educación”. Frases que en su mayoría, son tomadas como verdades sin ser cuestionadas. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado de dónde vienen quienes viven en asentamientos? ¿Realmente creemos que quienes viven allí eligen hacerlo bajo otras opciones? Desde nuestra experiencia en 11 años de trabajo en más de 150 asentamientos informales del país, aprendimos que estas frases necesitan ser cuestionadas y debatidas en profundidad.

Uno de los preconceptos más fuertes construidos en el imaginario colectivo es que no quieren dejar de vivir de esa manera. Que están cómodos, que tienen pocas aspiraciones y por eso es que ahí permanecen. Se ignora que las familias que viven en asentamientos autogestionan el hábitat y cumplen sus propios deseos de vivir mejor allí donde el mercado y el Estado no brindan opciones. Construyen sus viviendas, acercan comunitariamente los servicios básicos deficitarios y muchas veces construyen ellos mismos la infraestructura de ciudad, como veredas, alumbrado público y pavimentado de calles.

El Relevamiento de Asentamientos Informales que TECHO realizó en 7 territorios donde vive más del 60% de la población del país, da cuenta de la existencia de 1834 asentamientos informales, de los cuales casi en una cuarta parte (24%), los vecinos se organizaron para lograr el mejoramiento de las viviendas. Casi la mitad de éstos (48%) expresan haber logrado la totalidad de sus objetivos. En más de la mitad de los casos (56%), estos grupos de vecinos se organizaron para gestionar el acceso a uno o más servicios básicos, lo cual subraya la importancia que ello tiene para quienes viven en asentamientos, como también la fuerte restricción de acceso a los servicios que los vecinos enfrentan. Entre los barrios que se organizaron para lograr objetivos diferentes de los de mejoramiento de viviendas y acceso a los servicios, más de un cuarto (26%) se organizó con vistas a lograr una mejoría en la infraestructura urbana. Y una cantidad similar (23%), para alcanzar el arreglo de calles y asfaltado del barrio.

Tanto el relevamiento como la experiencia misma de trabajo continuo en asentamientos, permite conocer vecinos que desean tener acceso a los servicios básicos de manera formal y que en su gran mayoría, están dispuestos a pagar y trabajar por ellos.

Nuestro trabajo en asentamientos nos permitió conocer muchas historias particulares de quienes viven allí. Muchos, son trabajadores no registrados. De más de 8.600 personas en edad de trabajar con las que tuvimos contacto en 65 asentamientos del conurbano de Buenos Aires desde el 2011 hasta la fecha, alrededor del 83% tiene un empleo no registrado. Entre los oficios más mencionados se encuentran albañilería, empleo doméstico y changas. Esto denota la fuerte restricción con la que conviven los

trabajadores que habitan en barrios informales: sólo el 17% de ellos acceden a un trabajo con todas sus contribuciones sociales y garantías laborales.

Estas historias de trabajadores de la economía no registrada, representan a personas que suelen tener jornadas laborales de más de 10 horas, sin feriados ni fines de semana, sin licencia por inconvenientes de salud, sin vacaciones, sin cobertura médica y sin seguro frente a accidentes laborales. Trabajadores que poco tienen del calificativo “vagos”. Trabajadores que no pueden pensar en una perspectiva laboral porque el vínculo informal con su empleador no les permite gozar de las garantías que sí tiene un empleo formal. Esta relación imposibilita la proyección y, por tanto, la planificación de aspectos de la vida laboral y familiar. Además, el empleo no registrado prohíbe el acceso al crédito y al alquiler en el mercado formal.

La situación es clara. Hay millones de personas que viven una continua vulneración de derechos. Hoy miles de familias desean vivir en la ciudad formal, tener una parada de colectivo cerca, tener agua corriente todos los días y una instalación segura a la red de electricidad. Además del deseo de un trabajo formal, que les permita proyectarse y asegurar la educación de sus hijos. Urge revertir la situación para que ciertos deseos sean entendidos y respetados como lo que son, derechos.

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