La revista de la OTAN publicó en noviembre un artículo titulado “Guerra híbrida: ¿una oportunidad para la colaboración OTAN-UE?”. «A raíz del conflicto ucraniano», escribe su autor, «la OTAN ha decidido emprender una tarea ambiciosa: desarrollar un conjunto de herramientas para disuadir y defenderse contra adversarios que libren una guerra híbrida.» ¿En qué consiste, empero, esta “guerra híbrida” que algunos también denominan “no-lineal”? Según el artículo del órgano de la Alianza Atlántica, en ésta «el enemigo trata de influir a los estrategas políticos más destacados y a los principales responsables de la toma de decisiones combinando el uso de la presión con operaciones subversivas. El agresor a menudo recurre a actuaciones clandestinas para no asumir la responsabilidad o las posibles represalias. Sin la existencia de pruebas fehacientes resultará difícil que la OTAN acuerde realizar una intervención.»
La pregunta que da título al artículo es, por descontado, retórica. La OTAN ya ha aprovado la creación de una fuerza de intervención rápida compuesta por varios países miembros de la Unión Europea, cuyo cometido sería abortar cualquier intento de una hipotética “guerra híbrida” en otro país de Europa oriental.
La doctrina Guerásimov
En septiembre de 2014, el general Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa, publicó otro artículo, éste en el Correo militar-industrial, que ayuda a arrojar luz sobre este nuevo concepto militar.
Según Guerásimov, cuyas conclusiones proceden del análisis de los conflictos posteriores a la desintegración de la URSS en el espacio post-soviético y en la antigua Yugoslavia, las fronteras entre los estados de guerra y paz tienden actualmente a difuminarse. Las guerras ya no se declaran, sino que siguen un patrón descrito hace décadas por el teórico militar soviético Georgui Iserson: «la movilización y concentración [de fuerzas] no es posterior al inicio de las hostilidades [...], sino que ocurre de manera desapercibida.» Para Guerásimov, los enfrentamientos directos entre grandes ejércitos son cosa del pasado. La guerra asimétrica y el apoyo en factores externos a la acción militar –como los medios de comunicación o una oposición civil interna– son determinantes para anular la ventaja estratégica del enemigo en un conflicto. El uso de fuerzas armadas se reserva para un momento clave que pueda decantar la victoria.
La teoría del partisano
Lo cierto es que “la doctrina Guerásimov” –como la han bautizado ya algunos comentaristas– dista de ser nueva. El propio autor cita diferentes ejemplos históricos sobre el uso de tropas irregulares, desde los partisanos de la Segunda Guerra Mundial hasta las fuerzas especiales (spetsnaz) en la guerra de Afganistán y en el Cáucaso norte.
Aunque no lo menciona, “la guerra híbrida” coincide en algunos aspectos con la “teoría del partisano” de Carl Schmitt, el jurista conservador alemán cercano al nacional-socialismo. Según el derecho militar clásico, que distingue entre guerra y paz y entre combatientes y no-combatientes, escribe Schmitt, «la guerra será una guerra regular, de Estado a Estado, con ejércitos estatales, entre soberanos portadores de un ius belli que, incluso en guerra, se respetan como a enemigos en lugar de discriminarse». El problema, según Schmitt, era una figura que ganaba creciente importancia en la estrategia militar: el partisano. Para el autor, éste se caracteriza por su «irregularidad, máxima mobilidad [...] y máxima intensidad de compromiso político». En su Teoría del partisano, Schmitt recalca que el partisano que empuña las armas para combatir al enemigo «depende de la colaboración de una organización regular», en muchas ocasiones una «tercera parte interesada» que «no sólo proporciona armas y municiones, dinero, recursos materiales y medicinas de todo tipo», sino que «también consigue el tipo de reconocimiento político que el combatiente irregular necesita para evitar caer, como los ladrones y los piratas, en la apolítica, esto es, en la criminalidad. A la larga, la irregularidad tiene que legitimarse y convertirse en regularidad; y para conseguirlo sólo hay dos posibilidades: ser reconocido por una institución regular o conseguir una nueva regularidad con la propia fuerza.»
Una guerra de irregulares
A pesar de la versión atlantista, que muchos medios dan por buena, no sólo Novorrossiya, sino Kiev también libraría, a su manera, una guerra híbrida. Muchos de los militantes de formaciones neonazis como Pravy Sektor, decisivos a la hora de derrocar al gobierno de Víktor Yanukóvich, se integraron en la Guardia Nacional –legitimando su irregularidad y convirtiéndola en regularidad– o formaron batallones propios, reconocidos por el Ministerio de Interior. Por su parte, las milicias de la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) persiguen el reconocimiento oficial de Moscú, que funciona como “tercera parte interesada”.
Novorrossiya
Las milicias de la RPD y la RPL se fusionaron el 16 de septiembre para crear las Fuerzas Armadas de Novorrossiya. Se desconoce el número exacto de tropas, que los medios cifran entre 10.000 y 20.000. El 2 de febrero, Novorrossiya anunció su intención de ampliar el número de soldados a 100.000.
Las Fuerzas Armadas de Novorrossiya se estructuran en 13 batallones, más un batallón adicional compuesto por voluntarios extranjeros (armenios, osetios, bielorrusos, uzbecos, polacos, húngaros, serbios, letones, franceses, italianos, españoles). La motivación política de estos últimos es dispar: mientras el batallón “Unité Continentale”, por ejemplo, se compone de franceses, serbios y brasileños seguidores de las ideas neofascistas de Tercera Posición, un grupo de antifascistas procedentes del Estado español se ha agrupado con el nombre de Brigada Internacional Carlos Palomino, en nombre del joven antifascista asesinado por un ‘ultra’ en el metro de Madrid en 2009.
Los países miembros de la OTAN acusan a Rusia de apoyar a Novorrossiya con tropas y armas. Rusia ha negado todas las acusaciones, de las que hasta la fecha no existen pruebas concluyentes. Aleksander Zajarchenko, el primer ministro de la RPD, ha admitido la presencia de ciudadanos rusos entre los voluntarios. Entre ellos se encuentran desde chechenos agrupados en el “Batallón de la muerte” hasta grupos de cosacos. Otra Rusia, la formación heredera del Partido Nacional-Bolchevique de Eduard Limónov, ha animado a sus afiliados a unirse a las milicias del Donbás.
El pasado 4 de febrero, Novorrossiya comunicó que había efectuado su primer ataque aéreo,con un Sujói SU-25 capturado al ejército ucraniano. El avión bombardeó a un convoy de tropas de refresco que se dirigía a Debáltsevo, donde está cercado el ejército ucraniano.
Gobierno ucraniano
La mayoría de analistas coinciden en señalar que las fuerzas armadas ucranianas están mal equipadas y que sus mandos son ineficaces. Este hecho, unido a la desorganización del Estado ucraniano después del cambio de régimen en Kiev, ha propiciado la aparición de decenas de milicias que apoyan a las fuerzas regulares. A pesar de depender formalmente de los ministerios de Interior y Defensa, operan con un considerable margen de autonomía.
La más notoria de las milicias es el Batallón “Azov”, en cuyas filas combaten también voluntarios internacionales procedentes de Rusia, Francia, Alemania, Italia, Bielorrusia, Canadá, Eslovenia y Suecia, algunos de ellos con experiencia militar. Ése es el caso del francés Gaston Besson, veterano de la guerra de Bosnia (1991-1995) y que está reclutando a ustachás croatas. También del sueco Mikael Skillt, antiguo francotirador del ejército sueco y miembro del partido de extrema derecha Partido de los Suecos (SvP). El partido neofascista ‘Svoboda’ cuenta con su propio batallón, que se apoya en la historia y simbología de los cosacos zaporoyas.
Muchos de los batallones son en la práctica ejércitos privados de los oligarcas. Ihor Kolomoiskii, patrocina el Batallón “Dnipro”, con base en Dnipropetrovsk y la ayuda de asesores militares georgianos y rumanos. En Odesa existen dos batallones formados por Igor Palitsa, un aliado de Kolomoiskii. “Patria”, el partido neoliberal de Yulia Timochenko, cuenta con un batallón propio con base en Kirohvogrado.
Además de los llamados “batallones de defensa territorial”, el diario alemán Bild informó en mayo de la presencia de 400 mercenarios estadounidenses de la empresa Academi (antiguamente conocida como Blackwater).