Natalia Scocco*
Inclusive usando los datos de un informe de enero de 2015 de la OXFAM, la confederación de organizaciones no gubernamentales con sede en Oxford, Gran Bretaña, con un claro sesgo ideológico de derecha, señala que desde 2010, el 1% más rico de la población mundial incrementó sostenidamente su riqueza hasta llegar a poseer casi la mitad de la riqueza global; dentro de este 1%, los 80 individuos más ricos del mundo poseen la misma cantidad de riqueza que la mitad más pobre de la población mundial. Por su parte, la revista Forbes, afirma que los más ricos están vinculados a los sectores financieros o de seguros, seguido por el sector farmacéutico y de atención sanitaria. De ellos, el 30% son estadounidenses, lo que no es extraño teniendo en cuenta que EEUU es uno de los países más desiguales del mundo.
Es probable que el porcentaje de la riqueza global en manos de esa minoría sea incluso mayor, teniendo en cuenta que una considerable proporción de la riqueza mundial se oculta en guaridas fiscales.
La concentración preocupa porque genera desigualdad. Y la desigualdad acarrea altos costos económicos, sociales y políticos. Estudios recientes señalan que cuando la desigualdad persiste en el tiempo retrasa el crecimiento económico a largo plazo y dificulta la lucha contra la pobreza.
Los niveles actualmente alcanzados distan de ser “aceptables”, incluso para las posturas que los consideran “inevitables” en la organización social moderna que pretende premiar méritos y esfuerzos individuales. Sin embargo no es así, la generación de políticas gubernamentales pertinentes puede disminuir o evitar ese proceso. Existe consenso en que una de las herramientas más eficaces para lograr un mundo más justo y equitativo es la implementación de sistemas impositivos más progresivos sobre la renta, el capital y la herencia. También son necesarias políticas de gasto público social. América Latina es un claro ejemplo de cómo, la desigualdad se ha reducido gracias a la implementación, por parte de los gobiernos, de este tipo de políticas aplicadas en las últimas décadas.
El sector financiero es uno de los que hay que poner en la mira, ya que su operatoria ha sido causante de las grandes crisis que hicieron a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres. Es necesaria una mayor regulación a escala global y un mayor nivel de imposición tributaria sobre los capitales especulativos.
El camino hacia un mundo más igualitario y justo no será fácil ni libre de obstáculos, teniendo en cuenta, como dice Stiglitz, que las elites dominantes son dueñas de gobiernos, sistemas judiciales, medios de comunicación. La experiencia reciente de muchos países latinoamericanos, muestra que es posible gobernar con acciones destinada a los que menos tienen, con resultados en términos de distribución del ingreso que son ejemplo en la comunidad internacional. Los beneficios para la sociedad son muchos e, inevitablemente, deben afectarse intereses de los sectores más poderosos, lo que genera conflictos, roces e intentos desestabilizadores por parte de estos.
*Investigadora CISBA. Economista.
Dólares
Los milmillonarios. Según los últimos datos de Forbes, figuran en el puesto 272º Carlos y Alejandro Bulgheroni, con 5.400 millones de dólares; Eduardo Eurnekián en el puesto 964º, con 1.900 millones de dólares; Gregorio Pérez Companc en el puesto 1.146º con 1.600 millones de dólares; María Inés de Lafuente Lacroze y familia en el puesto 1.332º con 1.300 millones de dólares, y Alberto Roemmers en la ubicación 1.479ª con 1.100 millones de dólares. En el puesto 283º figuran Paolo y Gianfelice Rocca, con 5.200 millones, aunque Forbeslos reconoce como italianos. Así, sumarían 11.300 millones de dólares; 16.500 millones si se incluye a los hermanos Rocca.
El dinero argentino en el exterior.
Se estima que entre 200.000 millones (según estimaciones oficiales para 2012) y 400.000 millones de dólares (James Henry, 2012, a partir de datos del 2010) de argentinos se encuentran depositados en el exterior. Más del 90% no están declarados. El estudio “Argentina: Fuga de capitales (2002-2012)” de los investigadores J. Gaggero, M. Rúa y A. Gaggero afirma que la relación riqueza offshore/PIB de Argentina, algo superior a 1, casi cuadriplica la de Brasil (menos de 0,25) y es dos veces y media más elevada que la de México (cerca de 0,40).
Joseph Stiglitz
En El precio de la desigualdad señala que altos niveles de desigualdad implican una economía menos eficiente y productiva, porque las inversiones públicas son escasas, principalmente la social, lo que reduce la movilidad económica y, a largo plazo, también afecta la productividad de un país. Desde el punto de vista social, fomenta la inestabilidad y aumenta los índices de criminalidad al generar sentimientos de inequidad e injusticia. Considera que puede ser especialmente nocivo para la democracia ante la pérdida de confianza en las instituciones políticas, cooptadas por las elites dominantes, que las utilizan en su propio beneficio. Sostiene que sistemas impositivos más progresivos sobre la renta, el capital y la herencia permitirían incrementar la equidad y disminuir el rechazo por la distribución injusta hacia los que más tienen. El incremento de recursos permitiría evitar los altos déficits públicos y las grandes deudas de los Estados, que muchas veces empujan a los gobiernos hacia menores inversiones en educación, salud y protección social. La inversión educativa, por ejemplo, es clave porque permite la igualdad de oportunidades.
Thomas Piketty
Sostiene que los niveles de desigualdad que hoy se observan son producto de un incremento sostenido desde la década del ’70, principalmente en los países desarrollados. A diferencia de lo ocurrido luego de la crisis del ’30 y de ambas guerras mundiales –cuando los niveles de desigualdad se redujeron gracias a políticas fiscales progresivas e inversión social–, la Gran Recesión de 2008 no modificó esa tendencia creciente, sino todo lo contrario.
Propone introducir un impuesto progresivo global sobre el capital para evitar el aumento
sin fin de la desigualdad y controlar la creciente concentración global del capital.
Este tipo de impuesto gravaría con mayor rigor a las mayores fortunas y se diferencia de los impuestos existentes por tomar como base imponible el valor de todos los activos valuados a precios de mercado. Permitiría generar información sobre la distribución de la riqueza a nivel mundial y requiere que los gobiernos amplíen los acuerdos internacionales sobre intercambio automático de datos bancarios y lograr un alto nivel de cooperación entre las naciones.
http://sur.infonews.com/america-latina
Joseph Stiglitz
En El precio de la desigualdad señala que altos niveles de desigualdad implican una economía menos eficiente y productiva, porque las inversiones públicas son escasas, principalmente la social, lo que reduce la movilidad económica y, a largo plazo, también afecta la productividad de un país. Desde el punto de vista social, fomenta la inestabilidad y aumenta los índices de criminalidad al generar sentimientos de inequidad e injusticia. Considera que puede ser especialmente nocivo para la democracia ante la pérdida de confianza en las instituciones políticas, cooptadas por las elites dominantes, que las utilizan en su propio beneficio. Sostiene que sistemas impositivos más progresivos sobre la renta, el capital y la herencia permitirían incrementar la equidad y disminuir el rechazo por la distribución injusta hacia los que más tienen. El incremento de recursos permitiría evitar los altos déficits públicos y las grandes deudas de los Estados, que muchas veces empujan a los gobiernos hacia menores inversiones en educación, salud y protección social. La inversión educativa, por ejemplo, es clave porque permite la igualdad de oportunidades.
Thomas Piketty
Sostiene que los niveles de desigualdad que hoy se observan son producto de un incremento sostenido desde la década del ’70, principalmente en los países desarrollados. A diferencia de lo ocurrido luego de la crisis del ’30 y de ambas guerras mundiales –cuando los niveles de desigualdad se redujeron gracias a políticas fiscales progresivas e inversión social–, la Gran Recesión de 2008 no modificó esa tendencia creciente, sino todo lo contrario.
Propone introducir un impuesto progresivo global sobre el capital para evitar el aumento
sin fin de la desigualdad y controlar la creciente concentración global del capital.
Este tipo de impuesto gravaría con mayor rigor a las mayores fortunas y se diferencia de los impuestos existentes por tomar como base imponible el valor de todos los activos valuados a precios de mercado. Permitiría generar información sobre la distribución de la riqueza a nivel mundial y requiere que los gobiernos amplíen los acuerdos internacionales sobre intercambio automático de datos bancarios y lograr un alto nivel de cooperación entre las naciones.
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