Hace dos décadas el mundo estaba envuelto en la discusión sobre la posibilidad de modificación genética de la naturaleza. Ahora los productos genéticamente alterados o modificados (GM) se han impuesto en el globo entero por las transnacionales a pesar del efecto negativo en la salud de los humanos en plazo mediano. Actualmente un aterrador proyecto está en marcha y quieren manipular el cambio climático para dominar al mundo.
La edad contemporánea no es la edad de la bomba atómica, la edad contemporánea es la edad del bárbaro científico
— Pedro Albizu Campos, 1891-1965
VICKY PELAEZ –
Los globalizadores “iluminados” están enfrascados en la idea del uso de la geoingeniería para la manipulación en gran escala de los sistemas de la Tierra en la estratosfera, en los océanos o la superficie para demorar o reducir el cambio climático.
Los niveles de la alteración del clima en nuestro globo terrestre ya son tan visibles que ni los más prominentes científicos al servicio del sistema globalizado dominado por las transnacionales, como Wei-Hock Soon del Harvard-Smithonian Center for Astrophysics, pueden convencer a la opinión pública de que no hay ningún cambio climático en la tierra. Entonces los que dirigen el Sistema Económico Global decidieron no gastar millones de dólares en los hombres de ciencia como Wei-Hock Soon y utilizar la geoingeniería como solución al calentamiento de la Tierra.
Después de analizar los resultados de rentabilidad usando métodos actuales para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero llegaron a la conclusión que el uso de la geoingeniería les traía más ganancias que las medidas que se están utilizando ahora para disminuir la emisión del dióxido de carbono. Además, significaría un avance para el dominio del mundo pues no sólo administrarán la canasta básica de alimentos usando productos genéticamente modificados sino también tendrían en sus manos el termóstato del planeta. Así podrán seguir usando el cielo, como lo expresó el científico atmosférico Kenneth Caldeira del Carnegie Institute, “como un basurero del dióxido de carbono”.
A la vez, continuarían con la práctica de perforación hidráulica de gas y petróleo de esquisto (fracking) a pesar de que en los Estados Unidos este método hizo devastar más de 5,046 kilómetros cuadrados de su territorio. También la extracción del gas y petróleo a través de “fracking” produce la emanación del metano que, según el climatólogo estadounidense James Hanson, es 34 veces más fuerte que el dióxido de carbono para atrapar el calor en el período de 15 a 20 años. Con esto Canadá estaría devastando sus arenas bituminosas extrayendo el petróleo que emite hasta un 23 por ciento más del dióxido de carbono que el petróleo tradicional.
Entonces para perpetuar estas prácticas y no complicarse la vida ya se ha puesto en marcha una campaña científica con el apoyo incondicional de los medios de comunicación globalizados de promoción de la geoingeniería para detener el calentamiento de la tierra y modificar el clima. En el 2013 el especialista canadiense en el medio ambiente, David W. Keith publicó el libro “A Case for Climate Engineering” en el cual propone crear un escudo reflectante en la estratosfera a través de la diseminación de las partículas de alúmina (óxido de aluminio) que haría disminuir la velocidad del cambio climático. Según el profesor de Harvard, este método costaría un mil millones de dólares al año mientras que las medidas tradicionales de protección del medio ambiente costarían para 2050 algo de un millón de millones de dólares (un billón) al año.
Lo curioso fue que la CIA, la NASA, el Departamento de Energía y las transnacionales se convirtieron en los entusiastas de la modificación del clima a través de la geoingeniería que en su visión podría convertirse en una nueva máquina de hacer dinero alterando deliberadamente el clima y dominar simultáneamente el mundo. También les permitiría a las transnacionales energéticas de seguir con su práctica no controlada y no regulada de la emisión de gases invernaderos. Los llamados “think tanks”, como Cato Institute, the Heartland Institute y the American Enterprise Institute lanzaron también publicaciones en las que celebran los beneficios de la geoingeniería.
Hace poco la Academia de Ciencias de EEUU emitió sus propuestas de manipulación del clima usando geoingeniería. La prestigiosa revista en la comunidad científica “Nature” publicó el artículo “Policy: Start research on climate engineering”, firmado por los especialistas Jane C. Long, Frank Loy y M. Granger Morgan, en el cual hablan de la urgente necesidad de empezar experimentos para manipular el clima a escala global. Abogan por “inyectar” pequeñas cantidades del azufre en la estratosfera durante varias semanas para ver cómo estas partículas afectan el agotamiento del ozono; y también quieren probar pulverización de partículas de sal en las nubes de la costa para ver si se puede incrementar la extensión de las nubes”.
Otros científicos proponen la creación de grandes plantaciones de cultivos transgénicos reflejantes, la alteración química de océanos o la colocación de un enorme espejo en el espacio para enfriar la tierra desviando la radiación solar. Se considera en teoría como la práctica más económica para reducir la radiación solar y bajar la temperatura es inyectar el dióxido de sulfuro en la estratosfera a una altura de 15 a 20 kilómetros. Sin embargo, todas estas proposiciones no tienen validez científica comprobada. Naomi Klein en el capítulo 8 “Dimming the Sun: The Solution to Pollution is…Pollution?” de su reciente libro “This Changes Everything. Capitalism versus the Climate” afirma que la geoingeniería del cambio climático es “indemostrable y no está probada”.
De acuerdo a los resultados de escenarios de los modelos de la computadora realizados por el Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (ETC) en 2013, la inyección de sulfatos en estratosfera en el Hemisferio Sur produciría una baja de la precipitación en el Noroeste del Brasil de 100 mm/mes. Pero en el Norte de Brasil podría ocurrir un aumento de precipitaciones de tanto como 100mm/mes. También grandes alteraciones climáticas se producirían en el resto de Latinoamérica y en especial en la zona de la Cuenca Amazónica que ocupa el 40 por ciento del territorio sudamericano. Las inyecciones de sulfatos en la estratosfera imitan a las erupciones volcánicas que hacen bajar la temperatura mediante el mismo proceso de liberar sulfuros.
En 1991 el volcán Pinatubo en Filipinas disparó 20 millones de toneladas de dióxido de sulfuro ocasionando una reducción en la temperatura global en promedio 0.4 grados centígrados. El año posterior a la erupción ocurrió una sustancial reducción de las lluvias y se registró muy baja afluencia de los ríos y otras descargas acuáticas en los océanos. Estas observaciones llevaron a muchos científicos a llegar a la conclusión sobre fuertes efectos adversos que podría provocar la inyección de sulfatos en la estratosfera, incluyendo la sequía y la alteración del ciclo hidrológico global.
Sin embargo, para los globalizadores estos argumentos no significan nada pues su proyecto de manejar el termostato mundial a su voluntad significa el fortalecimiento de su hegemonía global. La geoingeniería para ellos es considerada como un efectivo instrumento para asegurar sus propósitos. El Pentágono ya la estaba usando durante la guerra en Vietnam sembrando densas nubes sobre las rutas de suministro de Vietcong y la CIA hizo lo mismo en Cuba para que aumentaran las precipitaciones arruinando los cultivos de la caña de azúcar.
Varios analistas de la política internacional consideran que el discurso que pronunció George H. W. Bush el 11 de setiembre de 1991 sobre el Nuevo Orden Mundial tenía en cuenta el rol de la geoingeniería en el anunció del presidente. Dos años después de aquel discurso apareció el sistema HAARP (Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia) en Alaska que según los especialistas puede alterar el clima, provocar terremotos y activar volcanes a través de uso ondas electromagnéticas. Así el proyecto de Nicola Tesla de usar geoingeniería para crear armas de energía dirigida se hicieron realidad.
En realidad estamos acercándonos a la situación descrita por el presidente de Uruguay José (Pepe) Mujica: “Vamos a tener guerra hasta que la naturaleza nos obligue a ser civilizados”.
SPUTNIK