Hugo Moldiz
28/09/2015
La razón más importante para que esta enorme posibilidad se convierta en un hecho de la realidad, si la ultraderecha norteamericana no logra revertir la tendencia, es la disposición favorable dentro del Departamento de Estado de los Estados Unidos para abstenerse en el momento que se registre la votación en torno al proyecto de resolución de condena al bloqueo que Cuba presenta todos los años. Es más, como nada se improvisa en tan importante encuentro mundial de naciones, hay que dar por descontado que Israel –el Estado creado por EEUU después de la II Guerra Mundial que ha acompañado en solitario a la política genocida de Washington- se sume a la abstención.
Desde 1992, en medio de un mundo unipolar que empezaba tras el desplome del campo socialista de la Europa del Este entre 1989 y 1991, la política exterior cubana ha conquistado 23 victorias consecutivas en la ONU. Una de las razones se debe a que la diplomacia del primer país socialista de América Latina desde el siglo XX ha demostrado, a fuerza de argumentos, el carácter genocida de la medida y su alcance extraterritorial.
Todo está en manos de Obama. Dentro del Departamento de Estado existe una corriente bastante alineada al Departamento de Defensa que propone mantener una posición dura en la Asamblea de la ONU. Entonces, el primer presidente negro de los Estados Unidos, que ha pedido al Congreso derogar el eufemísticamente denominado “embargo” económico y comercial, tiene el enorme desafío de derrotar a las corrientes que persisten en mantener una estrategia que ha fracasado, como ha reconocido el jefe de la Casa Blanca el 17 de diciembre pasado, cuando se anunció, desde La Habana y Washington, el inicio de un proceso de normalización de las relaciones bilaterales.
Pero si dentro de la política estadounidense hay fisuras y la extrema derecha busca endurecer su política hacia el mundo, Cuba expresa cohesión y firme apego a sus posiciones principistas. A pesar de que el bloqueo ha producido un daño económico de cerca de 900 mil millones de dólares y se ha desarrollado una sistemática campaña subversiva contra el gobierno socialista, Cuba jamás abandonó su lucha por la integración latinoamericana, por la paz mundial y por la igualdad entre los estados.
Nunca ha logrado pegar la duda –creada y alimentada desde la propia derecha internacional desde el inicio del proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU- sobre la posición del Estado socialista frente al mundo y América Latina. El presidente Raúl Castro, al recibir al Papa Francisco, ratificó lo que la tradición histórica muestra irrebatiblemente desde hace 55 años: identificación con los pueblos latinoamericanos, compromiso con las gestas emancipadoras, la integración de los estados del sur y la crítica radical al capitalismo como sistema de opresión y explotación.
La sesión de las Naciones Unidas se desarrollará pocos días después de que el Papa Francisco visitara Cuba y Estados Unidos. En Cuba, el líder de la religión católica ha sido recibido con respeto y optimismo por las autoridades y el pueblo de la Mayor de las Antillas, no solo porque jugó un papel de primer nivel en las conversaciones secretas que se registraron entre ambos países 18 meses antes de diciembre de 2014, sino por la reconocida tradición de hospitalidad cubana.
Y tampoco puede quedar fuera del tintero. Las relaciones cubano-estadounidenses solo podrán ingresar en un plano de normalidad si el bloqueo se levanta, se devuelve a la Mayor de las Antillas la base militar de Guantánamo y se respeta plenamente la soberanía cubana. Pretender lograr el objetivo de terminar con la revolución cubana con otros métodos de los ya conocidos en más de medio siglo, producirán nuevas derrotas para, como ha señalado varias veces Fidel Castro, el imperialismo más poderoso que ha conocido la humanidad jamás.
28/09/2015
La razón más importante para que esta enorme posibilidad se convierta en un hecho de la realidad, si la ultraderecha norteamericana no logra revertir la tendencia, es la disposición favorable dentro del Departamento de Estado de los Estados Unidos para abstenerse en el momento que se registre la votación en torno al proyecto de resolución de condena al bloqueo que Cuba presenta todos los años. Es más, como nada se improvisa en tan importante encuentro mundial de naciones, hay que dar por descontado que Israel –el Estado creado por EEUU después de la II Guerra Mundial que ha acompañado en solitario a la política genocida de Washington- se sume a la abstención.
Desde 1992, en medio de un mundo unipolar que empezaba tras el desplome del campo socialista de la Europa del Este entre 1989 y 1991, la política exterior cubana ha conquistado 23 victorias consecutivas en la ONU. Una de las razones se debe a que la diplomacia del primer país socialista de América Latina desde el siglo XX ha demostrado, a fuerza de argumentos, el carácter genocida de la medida y su alcance extraterritorial.
Todo está en manos de Obama. Dentro del Departamento de Estado existe una corriente bastante alineada al Departamento de Defensa que propone mantener una posición dura en la Asamblea de la ONU. Entonces, el primer presidente negro de los Estados Unidos, que ha pedido al Congreso derogar el eufemísticamente denominado “embargo” económico y comercial, tiene el enorme desafío de derrotar a las corrientes que persisten en mantener una estrategia que ha fracasado, como ha reconocido el jefe de la Casa Blanca el 17 de diciembre pasado, cuando se anunció, desde La Habana y Washington, el inicio de un proceso de normalización de las relaciones bilaterales.
Pero si dentro de la política estadounidense hay fisuras y la extrema derecha busca endurecer su política hacia el mundo, Cuba expresa cohesión y firme apego a sus posiciones principistas. A pesar de que el bloqueo ha producido un daño económico de cerca de 900 mil millones de dólares y se ha desarrollado una sistemática campaña subversiva contra el gobierno socialista, Cuba jamás abandonó su lucha por la integración latinoamericana, por la paz mundial y por la igualdad entre los estados.
Nunca ha logrado pegar la duda –creada y alimentada desde la propia derecha internacional desde el inicio del proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU- sobre la posición del Estado socialista frente al mundo y América Latina. El presidente Raúl Castro, al recibir al Papa Francisco, ratificó lo que la tradición histórica muestra irrebatiblemente desde hace 55 años: identificación con los pueblos latinoamericanos, compromiso con las gestas emancipadoras, la integración de los estados del sur y la crítica radical al capitalismo como sistema de opresión y explotación.
La sesión de las Naciones Unidas se desarrollará pocos días después de que el Papa Francisco visitara Cuba y Estados Unidos. En Cuba, el líder de la religión católica ha sido recibido con respeto y optimismo por las autoridades y el pueblo de la Mayor de las Antillas, no solo porque jugó un papel de primer nivel en las conversaciones secretas que se registraron entre ambos países 18 meses antes de diciembre de 2014, sino por la reconocida tradición de hospitalidad cubana.
Y tampoco puede quedar fuera del tintero. Las relaciones cubano-estadounidenses solo podrán ingresar en un plano de normalidad si el bloqueo se levanta, se devuelve a la Mayor de las Antillas la base militar de Guantánamo y se respeta plenamente la soberanía cubana. Pretender lograr el objetivo de terminar con la revolución cubana con otros métodos de los ya conocidos en más de medio siglo, producirán nuevas derrotas para, como ha señalado varias veces Fidel Castro, el imperialismo más poderoso que ha conocido la humanidad jamás.