6 ago 2014

Los hijos no deseados del Neoliberalismo



Por: Piero Sabini
 
Sin duda el Uruguay de hoy le debe mucho a la generación del 60, esa generación que logró dar un salto cualitativo, en lo organizativo y en lo popular, comenzando una acumulación en el pueblo uruguayo, con una sensibilidad de izquierda.
 
Estos jóvenes del 60 comienzan a cerrar etapas, por elementos etarios  y situaciones políticas.
 
En mayor o menor medida y con distintos planteos, todos pretendían un horizonte de cambios profundos. Muchos optaron por la acumulación y la pelea electoral que la democracia burguesa pautaba, para poder desde ahí introducir cambios y gobernar poniendo énfasis en los más necesitados. Fue una estrategia correcta, que hoy permite que exista el mejor gobierno en la historia del país.
 
Seguramente en octubre gane el FA y probablemente tendrá entre sus filas a los últimos compañeros de la generación de los 60. Es importante resaltar que el recambio, de no verse acelerado por una derrota del Frente en octubre, se dará indefectiblemente a nivel político- institucional hacia fines del próximo periodo de gobierno.
 
La forma en que ese recambio se plantee dependerá del lugar que como militantes políticos nos demos, involucrando a otras generaciones en la asunción de su rol histórico y social. 
 
Amalgamar esta situación no será tarea fácil, no olvidemos que la dictadura nos dejó sin una generación de luchadores y con deformaciones ideológicas importantes en las generaciones siguientes. Falta la generación de los hijos de la dictadura. Luego hay una generación que resistió la salida de la dictadura y no consiguió seguir en ámbitos de la política participativa (la generación del 83, salvando excepciones claramente).
 
Trataré aquí de poder hablar de una generación de la que me siento parte, de una forma de militar y concebir la lucha social y popular, y un posible camino para que la acumulación histórica que hizo la izquierda en Uruguay siga por nuevos caminos, tomando lo mejor y descartando lo anacrónico para las luchas venideras.
 
Antes aclaro que este análisis generacional dista mucho de plantear la contradicción viejo-joven. La contradicción principal no es generacional, sigue siendo oligarquía-pueblo y sigue expresada en la lucha de clases, lo que aquí intentaré ver es un camino que una generación ha ido construyendo y caminando. 
 
Nacimos del neoliberalismo y contra él luchamos
 
 
Hay un proceso político que para muchos de nosotros empezó en la década del 90. Se puede poner como principio de un camino de una generación que conoce la política desde el accionar en colectivos, las calles y la lucha.
 
Creo, aunque yo aún estaba en la escuela, bien se podría decir que hay una generación que empezó a andar en la “Coordinadora anti razzias” y que es la juventud que estuvo en las calles de Jacinto Vera cuando los sucesos del Hospital Filtro. Aquellos jóvenes que hoy peinan los 40 años fueron el pilar de las movilizaciones populares del 90 a la fecha.
 
Por muchos, y creo que por obvias razones, se la conoce como la generación del 96. Generación que se jugó una parada importante en las ocupaciones contra la reforma educativa planteada por Rama, propuso derogar el Acta 14 y levantó como bandera la consigna histórica del boleto gratuito para todos los estudiantes.
 
En ese año 96 y los años siguientes se da, a mí entender, la primera gran lucha política que sale triunfante y que sirvió para formar a una banda de gurises que empezaban a hacer su camino en la política uruguaya.
 
Manifestaciones contra los gobiernos de derecha, organizaciones barriales, radios comunitarias y siempre la bandera de los derechos humanos. 
 
Desde que empezó la Marcha del silencio, todos los 20 de mayo nos encontramos con estos compañeros marchando juntos. Es una cita a la que ninguno falta, lo cual habla de una visión unificada sobre el tema.
 
Para estas barras el futuro va de la mano de una re-lectura de la historia, la búsqueda de verdad y justicia, como forma de sanar una deuda histórica como pueblo.
 
De ahí en adelante aquellos militantes estudiantiles siguen militando dentro y fuera del Frente Amplio, y con ellos nos sumamos muchos otros.
 
Todos sabemos quiénes somos y a qué corriente de pensamiento de izquierda pertenecemos. Convendría preguntarse si todos tenemos claro cuál fue nuestro rol desde el 90 hasta hoy y cuál debe ser nuestro rol de aquí en adelante.
 
Esta generación luchó junta de manera incansable contra todo el neoliberalismo de los 90, dentro de organizaciones sociales y políticas. Juntos estuvimos para defender ANCAP, ANTEL, también lo hicimos en el referéndum por el Agua.
 
También luchó unida en la crisis del 2002, manifestándose y organizándose en barrios y en cada lugar que había un espacio, para hacer ollas populares y generar conciencia de un modelo neoliberal que nos había conducido a una de las más grandes crisis.
 
Nuevamente entre el 2000 y el 2002, nos encontramos ocupando liceos y facultades, luchando todos por una mejor educación pública.
 
Hubiera sido imposible la victoria del Frente Amplio si toda esta gente no se hubiera levantado, durante la década del 90 y principios del 2000, contra los partidos tradicionales, contra toda expresión de derecha.
 
Militando, generando experiencias colectivas de las más variadas,
esta generación fue la que acompañó a la generación del 60 (que había expulsado a otras generaciones de la lucha política) y puso todo el lomo para que en el 2004 gane el FA y no la derecha.
 
Así estos pibes del 96 (y los que nos fuimos sumando de ahí en adelante) fuimos y somos el motor de los cambios más profundos de nuestro país en las últimas dos décadas. Solo conocemos la lucha de manera organizada y colectiva. La participación existe porque los jóvenes se mueven, sino estaría muerta.
 
No tenemos un dirigente ni un referente, pues todos somos los dirigentes y las bases de nuestras movilizaciones.
 
Esta es la misma generación que volvió a hacer ganar el FA en el 2009, con barriadas, pintadas, banderazos, ferias y un largo etcétera. Dentro del FA hemos sido la mano de obra de las cúpulas por casi 20 años, orgullosos militantes que lo único que buscamos es un mejor país para todos. Así empezamos a levantarnos y organizarnos para empujar a los gobiernos del FA en la lucha por la ampliación de derechos.
 
Las reivindicaciones de género, el aborto, o la regulación de la marihuana, nunca fueron parte de la agenda histórica de la izquierda uruguaya de los 60, agenda histórica que aún queda por realizar. 
 
Sin embargo la llamada “agenda de derechos” es realidad porque hubo movilización, planteo y lucha. Cada cual en su trinchera, muchas veces sin coordinar, pero todos siendo parte de estas victorias.
 
Sin duda uno de los espacios de lucha más fuertes de esta generación es en el ámbito de la educación. Como decíamos la lucha en el 96 era principalmente ante el avance neoliberal que implicaba la reforma de Rama, pero luego de eso la lucha siguió. Y se puso el centro en el problema presupuestal que afrontaba la educación, buscando un aumento de los recursos para la educación pública. La lucha comenzó con un 2.3% del PBI, que nos hacía estar en competencia con Haití para ver qué país de la región era el que invertía menos en su futuro. Con la victoria del FA, en ese momento tanto el FA como las organizaciones sociales sabían que para empezar a construir una mejor educación para todos se debía llegar a un piso: 4,5 % del PBI. Este 4,5 era necesario pero insuficiente y los movimientos sociales empezaron a pedir el famoso 6 % recomendado por Unesco. 
 
No fue hasta ahora, cuando el FA empezó a discutir el programa del tercer gobierno, que esta idea logró ingresar al Frente Amplio y las cúpulas empujadas nuevamente por jóvenes tuvieron que aceptar y comprometerse a que el presupuesto en educación se suba hasta el nuevo piso del 6% en el próximo periodo de gobierno.
 
Estas peleas fueron planteadas desde las organizaciones sociales y políticas por sus jóvenes que fueron ganando en planteo y movilización hasta generar las condiciones para alcanzar los objetivos. Y es claro que no resuelven la contradicción capital-trabajo u oligarquía-pueblo. 
Pero también es claro que toda causa justa es una causa importante para resolver. Porque la política implica resolver problemas, y hacer política desde una concepción de izquierda implica ponerse del lado de las injusticias y tratar de resolverlas.
 
Se podría decir que estas peleas e ideas han sido el resultado de la lucha de estos hoy ya no tan gurises,  sin duda parte fundamental de la formación de colectivos y militantes políticos y sociales. Hoy todo el mundo habla de Uruguay y sus innovaciones en derechos, pero pocos saben y reconocen a estos gurises que fueron los que ganaron la cuereada, primero en la calle, luego en sus organizaciones y por último a una sociedad que sigue siendo demasiado conservadora.
 
Esta generación, ha mostrado su compromiso con la sociedad uruguaya y los cambios, ha mostrado su compromiso con la lucha popular, ha luchado por los derechos humanos ahí donde otros dejaron de hacerlo, se ha comprometido en los procesos colectivos: empresas auto gestionadas, centros culturales, defensa de las empresas públicas, cooperativas de vivienda y producción y un sinfín de formatos de colectivos organizados.
 
Ni que hablar de todo lo que han hecho estos compañeros en estos nueve años de gobierno frenteamplista, militando, construyendo un país diferente desde dentro y fuera del FA, en la Universidad, en los barrios, en el campo, en el PIT-CNT, en FUCVAM, en las auto gestionadas, en Extensión Universitaria, en el parlamento, en la fuerzas políticas. 
 
Nada se puede reprochar a esta generación que lo ha dado todo por un país mejor. Nunca en una lucha de cúpulas sino de ideas y propuestas.
Ahora nuevamente estamos todos en la pelea buscando que Uruguay no retroceda en derechos, todos nos encontramos bajo la misma bandera de No a la baja, y no es casualidad, cada vez que la derecha ha querido avanzar con sus propuestas reaccionarias y conservadoras, nuestras diferencias se achican y militamos codo a codo, juntos.
 
En fin… del 96 a estos días, hemos caminado juntos pero separados, cada cual con su camino que es propio y es el mismo para todos, ¿pero qué nos depara el futuro?
 
El destete
 
Parte importante para poder generar cambios sociales duraderos implica generar colectivos y ámbitos que permitan desarrollar ideas y proyectos, para que estas vayan germinando.
 
Es tiempo de profundizar, y de asumir la necesidad del encuentro, como generación.
 
Es necesario reconstruir redes populares, barriales y de temas transversales, debatir qué Uruguay tenemos y cómo lo construimos.
 
Es por esto que no voy a quedarme solo en el relato de quienes creo que somos. Me animo a imaginar cómo podemos ser más y mejores y aportar efectivamente a otro tipo de Uruguay, más integrado, más justo y solidario.
 
Uruguay tiene una constitución vetusta y burguesa a más no poder.
 
Dentro del FA, y dentro de un casi seguro tercer gobierno de este, no podremos esperar cambios revolucionarios que vengan desde el gobierno, ni desde una cúpula que hoy está preocupada, y con razón, de gestionar lo mejor posible un país. Estos cambios deben venir de la mano de las organizaciones políticas y sociales.
 
No podemos esperar ni a una crisis, ni a que baje una línea sagrada que nos plantee que es lo que hay que hacer.
 
Hoy no se puede ir hacia un país más justo y soberano si no asumimos la tarea ardua de cambiar la constitución.
 
No creo ni que se deba llamar a una constituyente, ni creo que sea posible una constitución nueva emanada del parlamento.
 
La herramienta para modificar nuestra constitución no es delegando en representantes el voto de la gente. Es necesario juntarse y ver qué sirve y qué no de la constitución actual e ir hacia una reforma por el mecanismo del plebiscito constitucional, tan bien conocido por nosotros. 
 
Redactar las reformas necesarias para tener una carta magna moderna y socializante que apunte a resolver problemas estructurales e ir hacia la concreción del programa histórico de la izquierda.
 
A modo de disparador algunas cosas que de atrevido pongo sobre la mesa:
 
El tipo de propiedad debe ser transformado, y pasar de la propiedad privada al reconocimiento de tres tipos de propiedad, una pública, una privada y otra colectiva.
 
Debemos garantizar la educación pública dentro de un sistema público, no permitir ni los boucher ni los liceos del tipo “impulso”, financiado por empresas que ya están demostrando no dar resultado.
 
Debemos definir una nueva forma para el Poder Judicial, para que este no sea una casta y tenga un contralor mayor de parte de la sociedad.
 
Es necesario que una nueva constitución garantice la soberanía nacional y la propiedad de la tierra en manos uruguayas.
 
Debemos resolver el tema de la vivienda, donde el Estado expropie todas las construcciones abandonadas y haga una cartera de viviendas para uso social, en un instituto de reforma urbana.
 
Debemos dejar de tener dos cámaras y pasar a un sistema parlamentario unicameral, más efectivo, simple y económico.
 
Soberanía alimentaria y medioambiente parecen algunos de los otros temas que debemos incluir en nuestra reforma  constitucional.
 
En cuanto a género, debemos pasar a rango constitucional el aborto, así como el matrimonio igualitario, asegurando así que, en estos temas y en otros, no se pueda retroceder solo con la voluntad de un gobierno que en definitiva esta de paso.
 
 
Podemos seguir enumerando cosas que sabemos debemos modificar, pero el debate está abierto.
 
En fin, todo está para discutirse, pero sería necesario concretar los pasos y las ideas, generar espacios de debate e intercambio durante todo 2015 y 2016, así a 20 años de las luchas populares de la educación, nos encontremos todos en la calle, juntando firmas y llevando al Uruguay a un nuevo nivel de lucha y organización social.