ENFRENTADO AL VENCIMIENTO CON EL FMI Y A LAS PRESIONES EUROPEAS, TSIPRAS MANTIENE EL DESAFIO GRIEGO
“No creo que nos quieran sacar del euro”
En las puertas del default, los dirigentes de la Unión Europea se cruzaron con el primer ministro Alexis Tsipras. Amenazan con el infierno a los griegos si votan contra el ajuste en el referéndum del domingo. Tsipras asegura que el No permitirá negociar.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Un montón de gatos peleando adentro de un corralito, acusándose amenazadoramente, recurriendo a expresiones poco virtuosas o a chantajes políticos dignos de matones, los dirigentes de la Unión Europea (UE) dieron un espectáculo calamitoso cuando se trató de enfrentar el coletazo de la crisis griega. La famosa y alabada cultura del consenso voló en mil pedazos. Hasta quienes no tienen ni el más lejano atisbo de legitimidad hicieron de Grecia un blanco de dardos envenenados. Ese fue el caso del actual presidente de la Comisión Europea, el ex primer ministro de Luxemburgo Jean-Claude Juncker, supremo comandante de los paraísos fiscales y artífice de unos de los mayores montajes financieros para vaciar la plataforma fiscal de sus socios europeos. En una conferencia de prensa respaldada por una escenografía patética, la imagen de las banderas de la Unión Europea y de Grecia, Juncker dijo que, después de todos los esfuerzos que hizo, se sentía “traicionado”. Juncker lamentó que “el aliento de compromiso haya sido roto de forma unilateral con la voluntad griega de organizar un referéndum”. Visiblemente, los dirigentes del bloque de países democráticos más importante del planeta le tienen miedo al ejercicio democrático. Como si hubiese un lazo indestructible entre el ajuste y la pertenencia a la UE, el presidente de la Comisión dijo incluso que “un No en el referéndum, sea cual fuere la pregunta, significaría que Grecia le dice no a Europa. Todos considerarán que eso significa que Grecia quiere apartarse del euro”. Así que los electores griegos ya lo saben: si desean formar parte de la UE y del euro, tienen que decir Sí a nuevos recortes, más ajustes, más hambre y más precariedad.
El primer ministro griego desdramatizó anoche ese abismo retórico cavado por sus socios europeos. Alexis Tsipras dijo: “No creo que nos quieran sacar de la Eurozona, el coste de la salida de un país europeo sería enorme”. Este martes 30 de junio el default está a las puertas de Grecia. Se vence el plazo para que Atenas pague al Fondo Monetario Internacional 1600 millones de euros. El tema, urgente, desapareció por un momento de la agenda. Los actores políticos e institucionales no hicieron más que acusarse los unos a los otros y chantajear a los griegos sin que nada desbloquee la situación. Sobre el pago de esa deuda, Alexis Tsipras dijo que se “pagará si para entonces logramos un acuerdo viable, mi teléfono está siempre encendido”. El ministro alemán de Finanzas dejó entrever que Grecia no efectuaría ese reembolso. Una nube de incertidumbre. Tal vez los europeos estén apostando a que, con la victoria del Sí, Tsipras renuncie y sacarse así de encima lo que el Eurogrupo considera como una anomalía: un rebelde que sigue al pie de la letra sus promesas electorales y que desafía a un club de obedientes falsificadores de las voluntades populares. El jefe de gobierno, en todo caso, entreabrió la puerta a una renuncia: “Respetaremos el resultado del referéndum cualquiera sea, pero no los llevaremos a cabo si gana el Sí (..) no seré primer ministro toda la vida, ocuparé este puesto mientras la gente quiera”. Igualmente dejó claro que cree que triunfará el No y que eso servirá “para reforzar la posición del gobierno griego en las negociaciones”.
Los eurodirigentes dejaron en manos de Juncker la tarea de presentarse como el escudero del gran rey, sin que, en sus respectivas posiciones, ninguno variara el contenido final del mensaje, muy bien ilustrado con las declaraciones del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, quien afirmó que si gana el No en el referéndum “habrá incluso menos espacio para las negociaciones”. Esa ha sido la “narrativa” elaborada por los presidentes, jefes de gobierno o ministros de Economía de la Zona Euro: asustar a los griegos con una exclusión. La canciller de Alemania, Angela Merkel, remitió todo el peso de la crisis al gobierno griego. Para Merkel, Tsipras detenta la entera responsabilidad de salir de la crisis y fue él quien se encerró en un camino sin salida tras rechazar la “generosa oferta” que le hicieron las instituciones europeas. La responsabilidad alemana en este revuelo es aplastante y recae, sobre todo, en el ministro de Economía, Wolfgang Schäuble. Como lo revela la prensa europea, fue él quien, en las reuniones del Eurogrupo, impuso su línea: “La credibilidad de la Zona Euro” es más decisiva que “su integridad”. Por consiguiente, griegos afuera, sobre todo Alexis Tsipras, un cuerpo por demás extraño dentro de ese grupo unido por una biblia financiera pero sin ningún proyecto político común. Más moderado que JeanClaude Juncker, el presidente François Hollande, proyectó a su país como un posible mediador en todo momento: “Francia –dijo Hollande– está siempre disponible” para que “el diálogo pueda recomenzar”.
Sin embargo, la oferta está atada a una severa condición: “Todo dependerá de la respuesta que los griegos den al referéndum que se les propone”. En lo concreto, si los griegos dicen No resultará imposible volver a la mesa de negociaciones. Con otras palabras, con una retórica envuelta como un caramelo, Hollande dice lo mismo que sus socios. El presidente francés argumenta que no se trata de saber si el Sí le gana al No, o viceversa, en el referéndum, sino de saber si “los griegos quieren permanecer en la Zona Euro” o si “corren el riesgo de salir”. Al igual que los demás jefe de Estado o de gobierno de la UE, el presidente francés cargó la culpa sobre los hombros de Tsipras. La lógica de Hollande es la siguiente: la convocatoria a un referéndum es “una elección soberana”, pero cuando optó por organizarlo fue el gobierno griego quien decidió “interrumpir las negociaciones en curso”. No puede quedar más claro: el sistema financiero vota por el Sí y los griegos deben hacer lo mismo si no desean perder su lugar en el seno de la Unión Europea. No existe ninguna posibilidad. El europaraíso o el infierno de la exclusión. Sí a la negociación, pero sólo en los términos que la UE plantea. La democracia se acaba cuando las bolsas tiemblan. Las de Europa conocieron una jornada hacia abajo: Madrid, París, Londres, Frankfurt o Milán cerraron con pérdidas que oscilan entre el 3 y el 5 por ciento.
En contra de la euronarrativa, el jefe del gobierno griego, partidario del “No”, dijo que la negativa le daría al país más fuerza: “Cuanto más grande sea la participación y la opción del No, más fuerte será nuestra posición en la negociación”. El objetivo de Tsipras y Syriza es totalmente opuesto al de la Europa financiera: para el conjunto del eurogrupo (países de la zona euro) el “No” en el referéndum es el fin de toda posibilidad de negociación. Para Tsipras, es todo lo contrario. “Tengo la sensación –dijo– de que la línea de las instituciones es asustar, no quieren el No en el referéndum. Y nuestra línea es que la votación suponga la continuación de la negociación con más fuerza para nosotros sin cargar más a los pobres.” Tsipras respondió a sus amenazantes amigos con una escenografía muy oportuna: anoche dio una entrevista en la televisión pública ERT. Todo un símbolo. La ERT había sido cerrada hace dos años en virtud de un plan de compresión de gastos adoptado por el gobierno neo conservador del primer ministro Antónis Samarás. El Ejecutivo de Tsipras volvió a abrir el canal hace un par de semanas y la respuesta del dirigente griego salió de esas antenas. El responsable del Ejecutivo explicó también los resortes del fracaso. Según explicó, “las instituciones (FMI, Banco Central Europeo, Comisión Europea) presentaron al Gobierno una propuesta del tipo todo o nada, y un plazo de 48 horas para aceptarla. Ese ultimátum no coincide con los valores de la UE”. No se le puede negar a este representante de una nueva corriente política una capacidad de respuesta fulminante. El primer ministro alegó que “las dificultades no son decisión nuestra, sino que se deben a que algunos quieren impedirle a un pueblo que decida”.
Las escasas palabras reconfortantes que recibió el pueblo griego vinieron de Estados Unidos. Dos premios Nobel de Economía, uno en una entrevista publicada por el Time y el otro en su crónica de The New York Times, respectivamente Joseph Stiglitz y Paul Krugman, calificaron a los europeos de “irresponsables”. Stiglitz considera que los acreedores de Grecia tienen “una responsabilidad criminal en el caos actual” mientras Krugman aconseja a los griegos que voten No en el referéndum del próximo domingo. Paul Krugman escribe: “La troika está exigiendo que el régimen político de los últimos cinco años continúe indefinidamente. ¿Dónde está la esperanza? Las implicaciones políticas de un voto positivo serían muy inquietantes”. La síntesis de esta puja que ahora afecta a uno de los pulmones del sistema mundial es de un irrevocable cinismo. De paso por París, el ex embajador argentino en Francia, Archibaldo Lanús, la expuso así: “Cuando un país no puede pagar, a eso se le llama default. Luego se obliga a ese mismo país a llevar a cabo una política de ajustes. Cuando un banco quiebra, a eso se le llama una crisis sistémica. Luego, a ese mismo banco, se le prestan cientos de millones de euros que pagan los contribuyentes”.
No hay lógica, piedad humana o responsabilidad colectiva que rompa la coalición financiera alineada con el ajuste y contra voto popular. Sus prerrogativas bancarias no soportan que la cuna de la democracia las ponga en tela de juicio. Democracia liberal o nada. La idea de “compatriotas europeos” de Grecia no existe. Un puñado de democracias occidentales prefiere ver afuera a uno de los suyos antes que disgustar al FMI o los bancos.