Por: Frei Betto
8 septiembre 2015
Ahora Francois Bourgnignon, en “La globalización de la desigualdad”, refuerza la tesis de Piketty. El aumento de la precarización del trabajo (tercerización, desindicalización, etc.) y la reducción de salarios, sumados al hecho de que la economía globocolonizada no obedece a normas internacionalmente aceptadas (por ejemplo los paraísos fiscales, verdaderas cuevas de Alí Babá) permiten que la diminuta élite apropiadora de la riqueza supere toda la fantasía de Walt Disney al crear la millonaria y avarienta figura del tío Patinhas.
Bourgnignon no es ningún izquierdista. Fue el economista jefe del Banco Mundial entre 2003 y 2007. Es una verdadera lástima que admita lo que escribe en su libro después de dejar el banco. Mientras estuvo en el poder, la bolsa apuntaba más alto.
Hace veinte años, demuestra él, el patrón de vida en países como Francia y Alemania era 20 veces mayor que el de la China y la India. Hoy sólo 10 veces. Dirá el lector: “¡Qué bien! ¡Menos desigualdad!” Pero no hay tal. El crecimiento de la China y la India sigue los mismos parámetros de Francia y Alemania: el voraz y piramidal capitalismo. Y de ahí resulta que 3 mil millones de personas sobreviven con menos de US$ 2.5 al día.
Al abordar medidas que fueron celebradas como positivas para América Latina, tales como privatizaciones y reducción de gastos sociales del gobierno (véase el ajuste fiscal del Brasil), concluye dicho autor: “Muchas de esas reformas prácticamente tuvieron efectos de desigualdades. De hecho, entre 1980 y 1990 se dio un aumento sustancial en la desigualdad de los países más afectados por esos programas: Argentina, México, Perú, Ecuador e incluso Brasil”.
¿Y las privatizaciones, tan ponderadas por el gobierno de Cardoso y, entonces, tan criticadas por el PT, que ahora hace lo mismo? Lea lo que dice el autor: “La transformación de monopolios públicos en privados, con una legislación insuficiente, permitió el surgimiento de nuevos rentistas y en algunos casos la acumulación de inmensas fortunas”.
En los EE.UU., donde la supuesta democracia política no va pareja con la total falta de democracia económica, la caída real del salario mínimo entre 1980 y 1990, y la debilidad de los sindicatos, ocasionaron un aumento del 20 al 30 % en la desigualdad social. La fortuna del 10% más rico creció de un 64 a un 71% entre 1970 y 2010.
En resumidas cuentas: o concentramos la lucha política en la reducción de la desigualdad social o vamos todos al carajo (hambre, migración, criminalidad, terrorismo, guerras…), mientras la pequeña élite que lo manipula todo vive enfiestada en su aislada isla del privilegio y el lucro.
Frei Betto es escritor, autor de “Paraíso perdido. Viajes al mundo socialista”, entre otros libros.