En la cita llovieron las amenazas a Moscú y las promesas de “ayudar a Ucrania”
Fueron dos días de sonrisas de un conjunto de jefes de Estado y de la OTAN, quienes parecían disfrutar del contexto internacional adverso, por el que apuestan a la guerra como solución.
El primer punto, como era de esperar, versó sobre la situación en Ucrania y la interpretación occidental. Plantea que la culpabilidad de lo que allí ocurre es de Moscú, acusado, además, de haber enviado hombres y medios militares para combatir contra fuerzas de Kiev, que bombardean a los poblados del este fronterizos con Rusia.
La “justificación” de las amenazas a Rusia nos recuerda lo sucedido cuando el entonces secretario general de la OTAN, Javier Solana, transmitió la orden —que había recibido de Estados Unidos— de bombardear Yugoslavia en 1999; el “motivo” era una supuesta matanza serbia de desplazados kosovares.
También cuando se apretaron los gatillos para dejar caer miles de cohetes y bombas sobre Irak en el año 2003, ambos protagonistas —OTAN y Pentágono— encontraron como “justificación” la tenencia de armas atómicas por parte del gobierno iraquí, que nunca aparecieron porque nunca existieron.
La Alianza y Washington usaron la misma táctica para bombardear, invadir y ocupar Afganistán en busca de un Bin Laden que no estaba allí. Atacaron Libia y mataron a su presidente para “estabilizar” a un país que han destruido desde todos los puntos de vista.
En fin, el prontuario letal de ambos participantes —sea quien sea el que esté al frente de la Casa Blanca y quien dirija la organización militar— es el mismo, de Cumbre en Cumbre se repite para crear más incertidumbre en un mundo convulso y caótico.
La OTAN debió desaparecer con la caída del campo socialista y la desintegración de la URSS y el Pacto de Varsovia; pero lejos de extinguirse, se ha fortalecido, ampliado y traspasado las propias fronteras geográficas de los países que la integraban.
Ahora realiza funciones tal si fuera un verdadero policía mundial.
Así las cosas, la organización amplió su membresía en 1999, con la entrada de ávidos gobiernos de países otrora llamados socialistas de Europa del Este: Polonia, la República Checa y Hungría.
Más tarde, en 2004, fueron acogidos en la organización belicista, los estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania; así como Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia.
En la actual Cumbre de Gales, a Ucrania se le permitió la prerrogativa de que su actual presidente, Petro Poroshenko, estuviese presente como parte de un coro anti-ruso.
En la cita llovieron las amenazas a Moscú y las promesas de “ayudar a Ucrania”.
Uno que estuvo más belicista que nunca en este cónclave es el secretario general de la Alianza, Anders Fgoh Rasmussen, quien hasta quiso “levantar la parada” y no solo llamar a nuevas y más fuertes sanciones contra Moscú, sino fortalecer la presencia militar de la OTAN en las cercanías de su territorio, para lo que se crearán cinco nuevas bases militares en Polonia, Rumanía, Letonia, Lituania y Estonia.
Obama afirmó que “Estados Unidos iba a enviar más unidades de la fuerza aérea a la zona báltica”.
“La OTAN —añadió— es firme ante este desafío. Hemos suspendido nuestra cooperación con Rusia. Hemos impulsado nuestra cooperación con nuestro socio, Ucrania. Hemos reforzado nuestra defensa colectiva”.
Otros puntos de la agenda de la Cumbre de la OTAN en Gales, son la situación en Irak y las amenazas a ese país y a Siria por el grupo terrorista Estado Islámico. La desmovilización de las fuerzas militares que tiene Estados Unidos en Afganistán no ocuparon el auge mediático que se le dio a Ucrania, más que todo por haber tenido esta cita un contenido totalmente anti-ruso.