14 mar 2015

El día que Obama se quitó la careta

Por Aram Aharonian

obama

Hace apenas dos semanas preguntábamos ¿quién le dio autoridad a EEUU para pretender “encauzar” la democracia venezolana por los caminos que interesen a Washington y sus mandantes de las trasnacionales y fondos buitres? Hace un mes, Obama habló de torcerles el brazo a aquellos países que no hagan lo que ellos quieran, y ahora anuncian que, en el caso de Venezuela, los “encauzarán”. Que no se equivoquen otra vez, dijimos entonces … Y se equivocaron otra vez.
Al final del Carnaval, Barak Obama se sacó la careta de Nobel de la Paz, y como presidente de Estados Unidos dio una orden ejecutiva -sin necesidad de pasar por el Congreso- para declarar una “emergencia nacional” a Venezuela por la “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior”. No creo que ningún estadounidense se haya sentido o se sienta amenzado por Venezuela. Lo que no ha cambiado, son las apetencias de Washington por adueñarse del petróleo venezolano.
Mientras, los mandatarios sudamericanos se preparan para dar una respuesta conjunta .El presidente de Ecuador, Rafael Correa, calificó la decisión de Washington de grotesca y descarada. “Vamos a dar respuesta a esa inaudita injerencia”, dijo.Evo Morales, mandatario boliviano, señaló que “Tenemos que defender entre todos a América latina y el Caribe, porque Venezuela es parte nuestra
Si bien no hay duda de la voluntad imperialista, sí la hay respecto de sus capacidades para llevarla adelante. La preocupación mayor quizá sea la germinación de las semillas plantadas por Hugo Chávez, no solo en América Latina. Se trata de una escalada de guerra psicológica y una preparación para un mayor intervencionismo. Los estrategas estadounidenses quieren descarrilar los gobiernos progresistas en la región, apoyan e incitan la desestabilización en Argentina y Brasil, preocupados por los abruptos cambios incluso en Europa (Grecia y España, principalmente), con movimientos promovidos por el pensamiento y acción del líder bolivariano.
En lugar de una invasión inmediata a Venezuela, seguramente EEUU persistirá con la guerra económica, el terrorismo mediático, el acoso político, la acción militar limitada a partir de comandos paramilitares enviados desde Colombia y el debilitamiento de la unidad en las fuerzas armadas. “Están buscando muertos y sangre para desestabilizar a Venezuela”, señaló Maduro.
Pero además, lo que busca es debilitar los organismos de integración en los que Venezuela tiene mayor influencia, como ALBA, Petrocaribe, Mercosur, y de allí en adelante Unasur y Celac, y destruir el Banco del Sur. Asimismo, tensionar a la diplomacia y los medios contra Venezuela, poner a prueba la solidaridad regional, y facilitar las acciones violentas dentro del país, para garantizar la desestabilización, el descontento y el caos.
Las intenciones estadounidenses parecen quedar evidentes cuando el Nuevo Herald de Miami informa que Petróleos de Venezuela (PDVSA) quedó bajo la lupa de las autoridades financieras estadounidenses, luego de que el departamento del Tesoro encontrara a la empresa estatal inmersa en una gran operación de lavado de dinero, dictamen que podría tener graves repercusiones en las futuras operaciones del principal pilar económico del país sudamericano.
Por el estado de emergencia Obama obtiene poderes excepcionales que le permiten, por ejemplo, imponer sanciones o congelar ciertos bienes (¿tendrá en la mira a la petrolera Citgo, de capitales estatales venezolanos?).
Obama no fue nada original: repitió el verso que sus antecesores y él usaron para invadir tantos países: sin siquiera ruborizarse, dijo estar “comprometido en hacer avanzar el respeto por los derechos humanos”, aun cuando su país jamás firmó la Convención Americana sobre Derechos Humanos, e impuso la tortura aberrante en Abu Ghraib y en Guantánamo. Es ese mismo país que reconoció que mintió sobre las armas de destrucción masiva en Irak (no las hubo hasta que llegaron sus tropas), el acusado de armar ejércitos fundamentalistas para desestabilizar regiones, donde rige la impunidad policial para asesinar jóvenes negros.
La contraofensiva de EEUU y la derecha latinoamericana insiste en desacreditar gobiernos legítimamente electos para derrocarlos de una u otra forma. Es a esto lo que la nueva terminología de la derecha llama “transición”, lo que ha terminado en golpes burdos como en Paraguay y Honduras y en operaciones más sofisticadas, con importante apoyo mediático, que inducen movilizaciones supuestamente no partidistas, como está haciéndose en Argentina y Brasil.
En Venezuela aquellas primeras campañas mediáticas de inicios de milenio instigaron movilizaciones “apolíticas” y culminaron en un cruento golpe de estado. Luego, tras la elección de Nicolás Maduro, reprodujeron el esquema suponiendo que sin Chávez eso podía resultar… pero no lograron derrocar el gobierno por medios no electorales.
Venezuela va a elecciones legislativas antes de fin de año, con una derecha fragmentada: los que ahora se envalentonan en su obstinación golpista, y quienes buscan un relevo constitucional. Si la oposición ganase, podría convocar un referéndum para revocar el actual mandato presidencial. Lo que falta por saberse es si el chavismo irá unido.
Un ataque a la región
Con esta medida, Obama se quita la careta y desnuda a su país como potencia intervencionista en vísperas de la Cumbre de las Américas, en abril en Panamá, donde el proceso de normalización de relaciones con Cuba ofrecía una notable oportunidad de reacercamiento con América Latina.
En realidad, las amenazas de Obama no son solo contra Venezuela, sino sobre todo contra América Latina entera. De las acciones injerencistas de todo tipo, pasó ahora a hechos aún más concretos. El salto cualitativo es evidente: de la repetición de comunicados y declaraciones de funcionarios de primera y segunda línea, se pasa ahora a un decreto firmado por el mismísimo Obama.
El presidente Nicolás Maduro dijo que Obama “eligió su camino” contra Venezuela y aseguró que EEUU asumió la desestabilización contra Venezuela directamente en sus manos por el fracaso de varios intentos anteriores para terminar con su gobierno, entre los que contabilizó el portazo opositor en la designación de autoridades de poderes públicos, en noviembre del año pasado, hasta el “atentado golpista” con aviones militares que -insistió- pretendía llevarse a cabo en la segunda semana de febrero de este año.
Los argumentos ofrecidos ofenden la sensibilidad y la inteligencia de millones de latinoamericanos y abochorna a millares de ciudadanos pensantes en Estados Unidos, señala el escritor y académico panameño Nils Castro. De nada vale la mojigata explicación de que con tal iniciativa se cumple un requisito legal norteamericano. No por eso deja de ser una torpeza que vuelve a dejar mal parado al presidente Obama, también ante sus asociados europeos, que rápidamente se han distanciado de ese discurso y sus inevitables consecuencias, añade.
“El imperio se está afincando para tratar de destruir el mal ejemplo que constituye Venezuela, porque hemos resistido durante 16 años todo tipo de amenaza y de acción”, aseveró Roy Chaderton, embajador venezolano ante la OEA. El chileno José Miguel Insulza, saliente secretario general de la OEA, afirmó que el Consejo Permanente del organismo debe analizar el conflicto entre EEUU y Venezuela y “ojalá pueda hacerlo con un espíritu constructivo”. Un saludo a la bandera.
El gobierno cubano se preguntó cómo amenaza Venezuela a EEUU, a miles de kilómetros de distancia, sin armas estratégicas y sin emplear recursos ni funcionarios para conspirar contra el orden constitucional estadounidense. La declaración suena poco creíble y desnuda los fines de quienes la hacen, reza el comunicado. Y resalta que nadie tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de un Estado soberano ni a declararlo, sin fundamento alguno, como amenaza a su seguridad nacional.
Incluso, la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) señaló que “Venezuela no es una amenaza para ningún país. Son las políticas del actual gobierno venezolano las que amenazan y coartan el derecho de nuestros ciudadanos a vivir y progresar en paz”. Mientras, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana pidió “cerrar filas ante la agresión” a Venezuela del Gobierno de Estados Unidos, al que acusó de impulsar “desmesuradas acciones injerencistas e imperialistas”.
En años recientes, EEUU ha declarado estados de emergencia en países como Ucrania, Sudán del Sur, República Centroafricana, Yemen, Libia o Somalia. La explicación de que se trata de un procedimiento “legal normal” ya usado con países como Irán, Siria o Birmania, entre otros, lleva a muchos a preguntarse qué paralelos puede existir entre la situación venezolana y la de gobiernos que Washington considera hostiles y hasta peligrosos para la paz mundial.
Militares y fiscal no gratos
Obama incluyó en el anexo de su decreto de “bloqueo de la propiedad y suspensión de entrada de ciertas personas que contribuyen a la situación en Venezuela” a seis militares y una fiscal, Katherine Haringhton. La concentración del ataque de Obama contra los militares no es nueva: hace pocas semanas el blanco fue Diosdado Cabello a quien según el diario español ABC un ex integrante de la custodia del comandante Chávez acusó de ser el un capo del narcotráfico.
Para algunos sorprendió el momento del incremento repentino de la retórica agresiva contra Venezuela, justo después de la visita de los cancilleres de Unasur a Caracas, para promover el acercamiento entre oposición y gobierno.Esa presencia regional significó una derrota política importante para la derecha golpista de Venezuela y para el conjunto de la oposición.
El mensaje fue claro, aunque la prensa hegemónica continental prefirió no difundirlo: Unasur no avalará cualquier intento de interrumpir la democracia en Venezuela; todos los estados, sin excepción, rechazarán cualquier intento de desestabilización democrática de orden interno o externo que se presente en Venezuela; las elecciones parlamentarias (de septiembre) son el mejor medio para dirimir las diferencias.
El malestar de los dirigentes golpistas de la oposición venezolana puede explicar que EEUU se haya precipitado en este irrespeto la soberanía venezolana. Parece que les cuesta entender que ya no existe el patio trasero. Se les acaba la paciencia tras esperar casi 16 años que se termine por las buenas (las urnas) o por las malas, este proceso bolivariano. Quizá esté cansado de tanta frustración (y recursos desperdiciados) ante un pueblo que sigue sosteniendo mayoritariamente al gobierno democrático y popular.
¿Un problema de paciencia?
Lo cierto es que si bien no existen las condiciones ni objetivas ni subjetivas para una invasión militar a Venezuela, EEUU está creando las condiciones a: la espera de una favorable correlación de fuerzas en América Latina y el Caribe, el grado de conflictividad social que pueda crearse en Venezuela, el resultado la intensa campaña internacional de terrorismo mediático y, sobre todo, de que las fuerzas sociales y políticas que apoyan la Revolución Bolivariana sigan unidad.
La intervención armada en la actualidad puede ser de otro tipo, como un bloqueo naval a Venezuela con barcos estadounidenses y no permitir la salida de petróleo venezolano durante algunos meses, lo que fortalecería el golpe económico que se ha venido intentando y, complementada con las acciones directas opositoras en lo interno y sectores paramilitares desde Colombia, podría provocar una guerra civil. Así, se tendría luego la excusa para invadir.
El bloqueo a Cuba no se termina y ya se estaría iniciando un nuevo bloqueo a otro país latinoamericano. Y por medio de esta declaración, Obama parece crear condiciones para justificar el uso de fondos públicos estadounidenses para financiar grupos mercenarios-terroristas y sus acciones contra objetivos civiles y militares en Venezuela, justificada en la “responsabilidad de proteger” a supuestos estudiantes y dirigentes opositores que los medios internacionales dicen “son víctima de la más cruel dictadura”, plan para el cual Washington viene invirtiendo gruesos presupuestos en los dos últimos años, sin lograr éxito alguno.
Quizá la transición geopolítica hacia un mundo multipolar incomoda excesivamente al gobierno de EEUU, sobre todo después de la cumbre Celac-China. Washington no encuentra cómo recuperar su hegemonía unipolar, que comenzara a perder por estos lares cuando Venezuela inició a principios de este milenio, de la mano de Hugo Chávez, el camino de la integración y la unidad latinoamericano-caribeña. Hugo Chávez ganó cuatro veces consecutivas la disputa presidencial y Nicolás Maduro una.
En Argentina, Néstor y Cristina Kirchner vencieron también en tres ocasiones sucesivas; en Brasil, Lula da Silva ganó dos veces y Dilma Rousseff otras dos más; en Bolivia, Evo Morales venció tres veces seguidas; en Ecuador, Rafael Correa también logró tres victorias ininterrumpidas; en Uruguay; el Frente Amplio (con Tabaré Vázquez y Pepe Mujica) ganó tres. La oposición en la región sólo ha logrado cambiar de signo político mediante golpes antidemocráticos tanto en Honduras como en Paraguay; hasta el momento nunca por la vía electoral.
En Venezuela, ni la muerte de Chávez, ni los dos años complejos en lo económico, ni la caída de los precios del petróleo, ni los intentos de desestabilización interna mediante las guarimbas con sus muertes, han permitido cambiar el gobierno que hasta el momento es el apoyado por la mayoría venezolana cada vez que se acude a una cita electoral. Este es año de elecciones parlamentarias en Venezuela, y el año próximo podría haber convocatoria para revocatorio. Estados Unidos parece haber tirado la toalla por la vía electoral como así lo hizo en el año 2002 cuando apoyó el golpe de Estado contra Chávez.
Torpeza absoluta si supieran desde el Norte que cada vez que el enemigo de afuera saca sus garras, adentro, en Venezuela, la mayoría social se vuelve a unir, sin fisuras, priorizando esta unión frente a cualquier debate que pueda surgir en relación a los nuevos desafíos internos. Y para desesperación de la Casa Blanca, según últimas encuestas realizadas por firmas como Hinterlaces e ICS, el 92% de los venezolanos están en contra del intervencionismo practicado por EEUU.