La institución se ha reunido de urgencia para discutir la petición griega de 3.000 millones
- CLAUDI PÉREZ Luxemburgo 19 JUN 2015 -
Los profetas de “la crisis y el terror” están equivocados, vaticinó este viernes el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras. Pese al optimismo de Tsipras, la banca griega sigue desangrándose y se asoma a los controles de capital ante la falta de acuerdo entre Atenas y sus acreedores. El BCE mantuvo en pie el maltrecho sistema financiero griego con la ampliación de las líneas de liquidez al menos por unos días: lo justo para tratar de que los líderes del euro —Merkel y compañía— logren pactar un salvavidas para el país mediterráneo. La fuga de depósitos alcanzó el viernes los 1.200 millones y suma 4.200 esta semana.
Grecia lleva meses resistiéndose, pero el Eurogrupo, el FMI y el resto de instituciones han sacado toda la artillería en las últimas horas para que Atenas firme el acuerdo con los acreedores —incluidas las exigencias de recortes y reformas— a principios de la semana próxima. Llega la hora de la verdad, el momento de que Tsipras se olvide de algunas de sus promesas electorales y acepte una dosis de realpolitik europea, versión austeridad alemana, si no quiere romper con el club. Grecia no quiere otra ronda de la misma medicina, reclama reestructurar una deuda que ya casi todo el mundo considera impagable y quiere un plan de inversión para sacar al país del mar de los Sargazos en que se ha metido. Europa se ha plantado y rechaza hacer concesiones si Atenas no adopta medidas impopulares. En plena partida de póquer con el futuro del país en juego, la tensión está en máximos: los bancos griegos se desangran.
La incertidumbre lleva días traduciéndose en desconfianza. Y el dinero es siempre miedoso: el sistema bancario griego sufrió el viernes una nueva retirada de depósitos de 1.200 millones. Ese agujero crece por momentos. Van 4.200 millones esta semana: a ese ritmo, al sector financiero griego le quedan apenas “días” para declararse en bancarrota y arrastrar con él al Estado, explicaron fuentes del Eurogrupo. El BCE acudió al rescate y amplió las líneas de liquidez de emergencia. La gravedad de la situación va in crescendo: Fráncfort había hecho exactamente lo mismo solo dos días antes. Pero la institución que preside Mario Draghi afloja lo justo la mano que ahoga el cuello de los bancos griegos: el viernes elevó menos de 2.000 millones la apelación a los fondos de emergencia, lo imprescindible para que las entidades aguanten hasta el lunes y Atenas acepte las condiciones de los acreedores en la cumbre del euro convocada en Bruselas.
Las líneas de emergencia ascienden ahora a unos 85.000 millones en total, y han ido subiendo paulatinamente durante los últimos meses, en paralelo con la fuga de capitales: una cuarta parte de los depósitos bancarios han desaparecido desde noviembre.
Si esa sangría persiste, los bancos se verán obligados a bajar la persiana —con las llamadas vacaciones bancarias— y el Gobierno podría activar los controles de capital para evitar que los depósitos sigan saliendo. Cualquier movimiento restrictivo del BCE precipitaría ese desenlace, como ya sucedió en Chipre en 2013. El Eurobanco impidió entonces el acceso de los bancos chipriotas a la financiación de emergencia, y de esa manera obligó a los dirigentes a aceptar un rescate al que se resistían. Esa situación tiene visos de repetirse con Grecia. El Bundesbank presiona por ese flanco desde hace tiempo.
Los europeos quieren una nueva propuesta griega en las próximas horas. Se avienen a discutir al más alto nivel político, como siempre quiso Tsipras, pero quieren que el Ejecutivo acepte sus condiciones a cambio de ampliar unos meses el rescate actual y evitar un impago al FMI y al BCE. “El juego tiene que acabar”, aseguró el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Para ello, las instituciones suben el máximo la presión, con esa jugada estratégica que consiste en inyectar fondos de emergencia limitados a los bancos, que se agotarán el lunes.
Nueva estrategia
Europa ha cambiado de estrategia. Tras advertir sin éxito durante semanas que Atenas se iba a quedar sin dinero para hacer frente a sus obligaciones, los líderes señalan ahora a los bancos como el eslabón que puede hacer que todo salte por los aires. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, apuntó el viernes por ese lado en caso de que la eurocumbre fracase de nuevo. El español Luis de Guindos fue aún más lejos y aseguró que la situación de liquidez del sistema financiero es “extremadamente débil”. A la espera de la contraoferta griega, Europa, según las fuentes consultadas, mantiene su propuesta actual —con metas fiscales más suaves— y podría añadir una referencia explícita a una futura reestructuración de deuda para facilitarle a Tsipras la venta en casa de ese espinoso acuerdo. Si no pacta, el lío está asegurado el mismo martes en la banca griega. Si capitula, tendrá que enfrentarse a un grave problema político en Atenas, con voces extremadamente críticas en su propio partido. El crujir de la crisis griega no ha terminado aún. Ni mucho menos.