CLAUDI PÉREZ Bruselas 14 JUN 2015 - 20:04 CEST
Yanis Dragasakis, líder del equipo negociador de Grecia. /
W. ASWESTOPOULOS (ZUMA PRESS)
¿Puede romperse la zona euro, con un PIB agregado de 10 billones de euros, por 2.000 millones, un 0,02% de esa cifra? Las negociaciones entre Grecia y sus acreedores —los socios europeos y el Fondo Monetario Internacional— se cerraron este domingo, nuevamente, sin acuerdo a la vista. Con la tensión al alza. Y con un grado de dureza en el lenguaje que sigue subiendo cada día que pasa: la Comisión Europea calificó como insuficiente la última propuesta de Grecia y acusó a Atenas de empeñarse en un acuerdo político que solo puede llegar en el Eurogrupo, casi sin tiempo, y de no ceder ni un ápice ante las instituciones anteriormente llamadas troika (el propio Ejecutivo comunitario, el Banco Central Europeo y el FMI). Las discrepancias, según Bruselas, ascienden a 2.000 millones anuales en el esfuerzo fiscal adicional que piden los acreedores, y persisten diferencias mínimas en el plano de las reformas estructurales.
Los negociadores griegos insisten, según fuentes europeas, en reclamar una reestructuración de deuda a cambio de hacer nuevas concesiones en las metas fiscales y las reformas. Atenas buscó la confrontación: sigue ninguneando a la troika, a pesar de que el Eurogrupo ha dejado claro que no puede haber acuerdo a nivel político —en el Eurogrupo— si antes no se acercan posturas a nivel técnico, con las citadas instituciones.
Las principales figuras de la constelación socialdemócrata —el alemán Sigmar Gabriel y el italiano Matteo Renzi— alertaron este domingo al Gobierno de Alexis Tsipras de que la paciencia de los socios se acaba. Incluso los funcionarios europeos, habitualmente diplomáticos, cargan cada vez más fiereza contra Grecia: “No es de recibo que un país con el segundo gasto en defensa más alto de la UE se niegue a acercar posiciones por 2.000 millones de euros”, dijo a este periódico un alto funcionario comunitario. “Hay que conseguir esa cifra de 2.000 millones para cerrar el acuerdo. La Comisión ha llevado hasta el límite la posición de los acreedores. Y Europa se aviene a que Grecia lo haga como quiera: no tiene que recortar las pensiones si consigue recortes similares en otras áreas”, expuso la misma fuente.
“La sombra de una salida de Grecia del euro es cada vez más alargada”, dijo este domingo el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel en el Bild. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, hizo ayer un último intento con Tsipras para allanar el camino en el próximo Eurogrupo, que se adivina clave para evitar un impago de Grecia a final de mes. “Hubo algunos progresos, pero las diferencias siguen siendo significativas”, aseguró la Comisión en un comunicado inusualmente directo en la institución que ha tratado de ejercer como mediadora entre ambas partes. “La propuesta griega sigue siendo insuficiente”, según ese relato de la jugada, que eleva la presión ante el Eurogrupo del jueves, en Luxemburgo.
¿Puede romperse la zona euro, con un PIB agregado de 10 billones de euros, por 2.000 millones, un 0,02% de esa cifra? Las negociaciones entre Grecia y sus acreedores —los socios europeos y el Fondo Monetario Internacional— se cerraron este domingo, nuevamente, sin acuerdo a la vista. Con la tensión al alza. Y con un grado de dureza en el lenguaje que sigue subiendo cada día que pasa: la Comisión Europea calificó como insuficiente la última propuesta de Grecia y acusó a Atenas de empeñarse en un acuerdo político que solo puede llegar en el Eurogrupo, casi sin tiempo, y de no ceder ni un ápice ante las instituciones anteriormente llamadas troika (el propio Ejecutivo comunitario, el Banco Central Europeo y el FMI). Las discrepancias, según Bruselas, ascienden a 2.000 millones anuales en el esfuerzo fiscal adicional que piden los acreedores, y persisten diferencias mínimas en el plano de las reformas estructurales.
Los negociadores griegos insisten, según fuentes europeas, en reclamar una reestructuración de deuda a cambio de hacer nuevas concesiones en las metas fiscales y las reformas. Atenas buscó la confrontación: sigue ninguneando a la troika, a pesar de que el Eurogrupo ha dejado claro que no puede haber acuerdo a nivel político —en el Eurogrupo— si antes no se acercan posturas a nivel técnico, con las citadas instituciones.
Las principales figuras de la constelación socialdemócrata —el alemán Sigmar Gabriel y el italiano Matteo Renzi— alertaron este domingo al Gobierno de Alexis Tsipras de que la paciencia de los socios se acaba. Incluso los funcionarios europeos, habitualmente diplomáticos, cargan cada vez más fiereza contra Grecia: “No es de recibo que un país con el segundo gasto en defensa más alto de la UE se niegue a acercar posiciones por 2.000 millones de euros”, dijo a este periódico un alto funcionario comunitario. “Hay que conseguir esa cifra de 2.000 millones para cerrar el acuerdo. La Comisión ha llevado hasta el límite la posición de los acreedores. Y Europa se aviene a que Grecia lo haga como quiera: no tiene que recortar las pensiones si consigue recortes similares en otras áreas”, expuso la misma fuente.
“La sombra de una salida de Grecia del euro es cada vez más alargada”, dijo este domingo el vicecanciller alemán Sigmar Gabriel en el Bild. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, hizo ayer un último intento con Tsipras para allanar el camino en el próximo Eurogrupo, que se adivina clave para evitar un impago de Grecia a final de mes. “Hubo algunos progresos, pero las diferencias siguen siendo significativas”, aseguró la Comisión en un comunicado inusualmente directo en la institución que ha tratado de ejercer como mediadora entre ambas partes. “La propuesta griega sigue siendo insuficiente”, según ese relato de la jugada, que eleva la presión ante el Eurogrupo del jueves, en Luxemburgo.