MEDIOS Y COMUNICACION
A propósito de la conmemoración del Día del Periodista el 7 de junio, Washington Uranga propone una reflexión sobre la incidencia de los desarrollos infocomunicacionales en el ejercicio de la profesión y las condiciones laborales del trabajo de los periodistas.
Por Washington Uranga
El 7 de junio se conmemora el Día del Periodista y, como cada año, es una oportunidad para reflexionar sobre cuestiones que atañen al ejercicio profesional.
Sin pretender agotar la agenda del debate ni tampoco hacer un desarrollo exhaustivo de cada uno de los temas, propongo dos aspectos cuya consideración puede ser relevante: el periodismo y los desarrollos tecnológicos info-comunicacionales y las condiciones de trabajo de los periodistas. Más que certezas o consideraciones cerradas, lo que aquí se intenta es abrir una agenda que, sin duda, puede ser enriquecida con otras cuestiones y desde diferentes perspectivas. Es también una convocatoria para que, por los caminos que se desee se pueda profundizar mediante reflexiones necesarias para la profesión de cara a su servicio a la sociedad.
Desarrollos infocomunicacionales
No es necesario ya argumentar sobre la importancia del impacto que el desarrollo de las llamadas tecnologías de información y comunicación (TIC) tiene sobre la labor periodística. Esta realidad, que es siempre “nueva” dada la vertiginosa actualización tecnológica a la que asistimos, genera otras rutinas en la profesión, pero también en los modos de consumo de la información. Las audiencias participan también de la producción constituyéndose en “prosumidores”.
La circulación de noticias y datos por Internet modifica sustancialmente la forma como los periodistas acceden a sus fuentes. No hace tanto tiempo seguíamos escuchando relatos sobre una versión casi épica del periodista “de a pie” que participaba como observador privilegiado de los acontecimientos con sus zapatos plantados en cada uno de los escenarios, entrevistando directamente a los interlocutores y obteniendo de ellos la información de primera mano.
Sería injusto decir que todo el periodismo ha descartado hoy el acceso directo a las fuentes. Pero no se puede desconocer que en no pocos casos se hace “periodismo de escritorio” por parte de profesionales cuya tarea principal es estar atentos a las redes, a los portales y canales de noticias, para obtener de allí el insumo para su tarea. En demasiadas oportunidades la instantaneidad informativa se sitúa por encima de la comprobación de la veracidad a través de formas idóneas. El resultado es la reiteración de los mismos temas de agenda, casi sin matices y apenas diferenciables por los acentos políticoideológicos que imponen cada una de las empresas.
El procedimiento trae como consecuencia también la reiteración acrítica de versiones –a pesar del mayor acceso a la diversidad– dando por ciertas afirmaciones y sentencias sin previa comprobación. En este sentido y al contrario de lo que podría sugerir la idea del desarrollo tecnológico, hay un progresivo empobrecimiento de la calidad informativa, también porque resulta difícil establecer la trazabilidad de la noticia desde la fuente original dado que en muchísimos casos se generan reiteraciones sin referencias. Todo esto constituye una realidad que, por cierto, no debería desligarse de las condiciones de trabajo de los periodistas.
Las condiciones laborales
La mayoría de las empresas periodísticas hoy son multimedias y forman parte de corporaciones complejas, con intereses económicos y políticos. Esto tiene por lo menos dos consecuencias para quienes ejercen el periodismo. Ya no se trabaja para un diario, una radio o un canal de televisión, sino para todos ellos al mismo tiempo bajo la autoridad del mismo patrón... pero por el mismo salario. Al mismo tiempo, la presión laboral aumenta y las condiciones laborales empeoran en gran parte de los casos.
Debido al desarrollo tecnológico infocomunicacional antes señalado los periodistas pueden y suelen estar conectados con su trabajo las 24 horas del día a través de la tecnología, del acceso a las redes y mediante el uso de teléfonos móviles hipersofisticados. A ello se suma que las encuestas realizadas sobre las condiciones laborales de los periodistas digitales confirman que éstos tienen peores condiciones de trabajo que sus colegas de los diarios impresos.
No puede afirmarse a ciencia cierta que las máquinas y las tecnologías están sustituyendo, al menos por el momento, a los periodistas. Por el contrario el desarrollo tecnológico abre nuevas oportunidades de producción y desafíos a la creatividad, aunque esto no condice siempre con la sustentabilidad económica de los medios y por tanto con la estabilidad y las condiciones laborales de los periodistas. Mientras tanto las empresas periodísticas maximizan su producción, optimizan costos y muchas veces obligan a sus trabajadores a realizar tareas ajenas a la profesión. Hay una nueva figura del periodista “polifuncional” que además de recabar la información, hacer investigación y producir la noticia, tiene que tener también conocimientos de edición de audio y video, y hasta de manejo de otros recursos digitales vinculados con la emisión del producto final. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) viene haciendo observaciones permanentes sobre este tema.
En todos los casos queda en evidencia que se generan otras condiciones de producción no contempladas en las normas y en los encuadramientos legales y es evidente el aumento de la tensión en el ejercicio periodístico profesional.
A todo lo dicho habría que sumar que, de acuerdo con los informes de la Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP), de la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), el año 2014 cerró con un balance de 31 trabajadores de prensa asesinados en América Latina y el Caribe. Según los registros de la organización regional, los asesinatos de 2014 ocurrieron en Brasil (5 muertes), Colombia (3), El Salvador (2), Honduras (7), México (9), Panamá (1), Paraguay (3) y Perú (1). En México hay 21 periodistas desaparecidos de quienes no se tienen noticias.