Por Alexis Cerezo
Guatemala, uno de los países con los peores índices de desarrollo y mayores índices de violencia en Latinoamérica, tiene un pasado turbulento, con largos períodos de dictaduras cívico-militares desde la Independencia en 1821 hasta un breve período de apertura y desarrollo democrático entre 1944 y 1954, conocido como la Revolución de Octubre, seguido por dictaduras predominantemente militares, pero con fuerte apoyo del sector privado, entre 1954 y 1986. Durante este último período, Guatemala transitó un cruento conflicto armado interno, en el cual el ejército sólo pudo derrotar la resistencia popular perpetrando la mayor matanza de civiles de la época contemporánea de Latinoamérica (aproximadamente 200 mil muertos y desaparecidos), principalmente campesinos y campesinas indígenas pobres. El expresidente Otto Pérez Molina (2012-2015) está sindicado de haber participado directamente de este genocidio.
Los resultados de las elecciones del 6 de septiembre han sorprendido a los analistas políticos. El candidato a la presidencia que aparecía como favorito en encuestas recientes, Manuel Baldizón, del partido LIDER, desmentidas por las urnas, ahora enfrenta la posibilidad de quedar fuera del balotaje, ya que Sandra Torres (UNE), a quien situaban en tercer lugar, lo aventaja por un estrecho margen (poco más de 5 mil votos). Ésta logró acercarse al mundo rural durante el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), cuando como primera dama emprendió el servicio social a los más pobres a través de una criatura propia: el Consejo de Cohesión Social. Hoy, Sandra Torres lleva como vicepresidente a un empresario procedente de las familias más adineradas de Guatemala que fue secretario de Otto Pérez Molina, pero con el mismo discurso que antes: más educación y salud, protección a los más pobres. El primer lugar fue para un comediante transformado en político, Jimmy Morales, que es fuertemente apoyado por exmilitares de extrema de derecha, y a todas luces también por el sector privado. En el congreso, el dato más notable es la ausencia de una “aplanadora”, y con una mayor participación de los partidos de izquierda y centro izquierda: suman aproximadamente el 15% de los diputados y diputadas, no habiendo superado el 5% en elecciones pasadas.
En conclusión, el país ha sufrido dos crisis: una de gobierno, coyuntural, y otra más profunda, orgánica. La primera evoluciona con un gobierno de transición hasta el 14 de enero del 2016, de corte administrativo y todavía en manos conservadoras: una transición “desde arriba”. En efecto, el juez que reemplazó a Roxana Baldetti cuando ésta renunció al cargo de vicepresidente, Alejandro Maldonado, ahora presidente provisional, llegó a la Corte de Constitucionalidad con el apoyo del Partido Patriota, tiene un récord de fallos para mantener el sistema político y económico y sus orígenes se anclan en la extrema derecha.
La segunda crisis implica más tiempo, dependerá del nuevo mapa político y la correlación de fuerzas surgida de las urnas. Significa que las fuerzas democráticas-progresistas tendrán que seguir en las calles para ver coronados sus esfuerzos. Todo apunta a que el nuevo gobierno no será de reformas sino de desfogue temporal y por ende, se espera que la crisis vuelva a presentarse con igual fuerza en cualquier momento del próximo año.
Grupo de Estudios sobre Centroamérica
IEALC – FSOC – UBA