27 oct 2016

México: El EZLN, el CNI y las elecciones

Por Luis Hernández Navarro

27 OCT, 2016



El EZLN y el CNI acordaron consultar, con pueblos y comunidades, la postulación de una mujer indígena como candidata a la Presidencia de la República en los comicios de 2018. La decisión ha levantado una enorme polémica. Unos ven en la determinación un giro de 180 grados en su línea de acción. Otros, su ingreso a la política. Algunos más, una maniobra en la formación de una coalición anti-Andrés Manuel López Obrador.
Estas tres opiniones son, además de equivocadas, prejuiciosas. Están basadas en la desinformación y en un esquema analítico que tiene como punto de partida: quien no está conmigo, está contra mí. Estos puntos de vista desconocen la historia y la trayectoria política, tanto del EZLN como de las organizaciones indígenas que forman parte del CNI.

Desde que el EZLN emergió a la vida pública no ha sido una fuerza abstencionista. No ha llamado a la abstención ni al boicot electoral, sino a organizarse y luchar. Y, al menos en una ocasión, promovió el voto por un candidato.

En los comicios presidenciales del 21 de agosto de 1994, llamó a votar contra el PRI, como parte de su lucha contra el sistema de partido de Estado y del presidencialismo. Es más, el 15 de mayo de ese año, en Guadalupe Tepeyac, las bases zapatistas y el subcomandante Marcos recibieron al candidato del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, y a su comitiva. Los rebeldes los saludaron y reconocieron que el entonces candidato los había escuchado con atención y respeto. De paso, criticaron al sol azteca.

Unos cuantos días después, mediante la Segunda Declaración de la Selva Lacandona, convocaron a una Convención Nacional Democrática de la que emane un gobierno provisional o de transición, sea mediante la renuncia del Ejecutivo federal o mediante la vía electoral. Este proceso –señalaron entonces– debería desembocar en la redacción de una nueva Carta Magna y en la realización de nuevas elecciones.

Al poco tiempo, el EZLN se sumó a la postulación del periodista Amado Avendaño como candidato de la sociedad civil a la gubernatura de Chiapas. Y, a raíz del fraude electoral que abortó su triunfo, lo reconoció como gobernador en rebeldía y lo trató como tal.

A finales de 2005 los zapatistas llamaron a organizar un gran movimiento nacional para transformar las relaciones sociales, elaborar un programa nacional de lucha y crear una nueva constitución política. En este marco, impulsaron la otra campaña, una iniciativa de política popular desde abajo y a la izquierda, independiente de los partidos políticos con registro, de corte anticapitalista.

Aunque la otra campaña nunca llamó a abstenerse ni a boicotear las elecciones, criticó acremente a los candidatos de los tres principales partidos políticos, incluido Andrés Manuel López Obrador. Cerca ya de las elecciones del 2 de julio de 2006, pasada ya la represión a San Salvador Atenco (3 y 4 de mayo de ese año) que cambió la dinámica de esta iniciativa política, en un acto en el cine Revolución de la Ciudad de México, el subcomandante Marcos se opuso personalmente a cuestionar a quienes pensaban sufragar. El que quiera votar, que vote, dijo allí.

A los zapatistas se les quiso responsabilizar del resultado final de los comicios de 2006 e incluso del fraude que le arrebató el triunfo en las urnas a Andrés Manuel López Obrador. Hace unos días, el dirigente de Morena denunció que en aquellas jornadas, el EZLN y la iglesia progresista habían orientado a no votar por él (cosa que nunca sucedió), ayudando indirectamente a robarle las elecciones. Desde entonces, el debate ha sido amargo e intenso. No ha dejado de serlo a pesar de que han transcurrido más de 10 años.

Durante años, la posición de los zapatistas no varió. Así lo refrendó el subcomandante Moisés, en el comunicado titulado Sobre las elecciones: organizarse, con fecha de abril de 2015. Allí advierte: “En estos días, como de por sí cada que hay esa cosa que llaman ‘proceso electoral’, escuchamos y miramos que salen con que el EZLN llama a la abstención, o sea que el EZLN dice que no hay que votar. Eso y otras tonterías dicen”.

Más adelante aclara la postura rebelde sobre la coyuntura electoral de ese año: Como zapatistas que somos no llamamos a no votar ni tampoco a votar. Como zapatistas que somos lo que hacemos, cada que se puede, es decirle a la gente que se organice para resistir, para luchar, para tener lo que se necesita.

El reciente documento conjunto del EZLN y el CNI, Retiemble en sus centros la tierra, representa un cambio de posición de los rebeldes. Pero no de 180 grados, porque nunca han sido abstencionistas.

Allí se llama a incursionar en una nueva forma de acción, que tiene como eje central la participación directa en la coyuntura electoral, como una forma de resistencia, organización y lucha. De colocar a los indígenas y a su problemática en el centro de la agenda política nacional. De hacer visibles las agresiones contra los pueblos originarios. De construir el poder de los de abajo. La decisión no significa el ingreso del EZLN a la lucha política. Los zapatistas siempre han estado allí. Nunca han dejado de hacer política desde que irrumpieron en la vida pública levantándose en armas en 1994. Se puede o no estar de acuerdo en la política que han hecho, pero reducir participación política a acción electoral en una coyuntura es una tontería.

Lo mismo puede decirse de las organizaciones que integran el CNI. La movilización de los purépechas de Cherán (una experiencia clave en el nuevo curso de la lucha indígena) por el reconocimiento de su autogobierno y autonomía es esencialmente política. También la experiencia de autodefensa náhuatl de Ostula, o la defensa de la comunidad otomí Xochicuautla de su territorio y recursos naturales.

Nadie tiene el monopolio de la representación política de la izquierda mexicana. Esa representación se gana día a día en la lucha. Acusar a los zapatistas y al CNI de hacerle el juego al gobierno porque pretenden participar electoralmente en 2018, al margen de los partidos políticos, es una muestra de prepotencia e intolerancia. A final de cuentas, será la sociedad mexicana en lo general y los pueblos indios en particular, los que decidirán si este camino es o no útil para transformar el país.

*Escritor y periodista mexicano, coordinador de la sección de Opinión del diario La Jornada.