LAS RELACIONES ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE NUNCA FUERON TAN MALAS DESDE LA CAIDA DEL MURO
Putin y Hollande se pelean por Siria
La suspensión del viaje del presidente ruso sólo muestra las intrigas estratégicas y diplomáticas de una guerra que ya provocó en la ciudad de Alepo la tragedia humanitaria más espantosa desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 300 mil muertos.
El presidente ruso, Vladimir Putin, suspendió la visita a Francia en un momento de mucha tensión.
Imagen: EFE
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
La Catedral Ortodoxa de París se acaba de convertir en la primera víctima simbólica –las demás son horrorosamente reales– de la tensión entre Rusia y las potencias occidentales derivada de la estrategia rusa en Siria, donde la aviación del presidente ruso Vladimir Putin se alió con la del mandatario sirio Bashar al Assad para arrasar con los sectores rebeldes de la ciudad de Alepo.
Putin debía acudir el próximo 19 de octubre a la capital francesa para inaugurar la monumental Iglesia Ortodoxa cuya construcción empezó a gestarse bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy. El deterioro de las relaciones entre los bloques tornó imposible el viaje de Putin a París. El presidente francés, François Hollande, primero acusó a Rusia de cometer “crímenes de guerra” en Siria, luego presentó el pasado fin de semana una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU contra los bombardeos rusos –fue vetada por Rusia– y, por último, decidió recibir a Putin en París para evocar la situación en Siria pero no estar presente en la inauguración de la Catedral Ortodoxa. El jefe del Estado ruso consideró que todo era demasiado y terminó anulando su desplazamiento.
Las relaciones entre Rusia y Occidente nunca habían atravesado una fase tan nefasta desde la caída del Muro de Berlín, en 1989. El ex presidente del antiguo imperio rojo, Mijail Gorbachov, sentenció hace dos años lo que hoy es una realidad: en 2014, en plena crisis entre Rusia y el eje occidental por las intromisiones de las potencias occidentales en Ucrania y la guerra respaldada por Moscú que se desató luego en el Este de Ucrania con, entre otros trastornos, la anexión de Crimea, Gorbachov dijo: “El mundo está al borde de una nueva Guerra Fría”. Dos años más tarde, el mismo dirigente que presidió los destinos de la Unión Soviética cuando se cayó el Muro de Berlín vuelve a señalar la amenaza de un conflicto generalizado con el telón de fondo de la guerra en Siria: “Pienso que el mundo se acerca peligrosamente a la zona roja”, dijo Gorbachov a la agencia rusa RIA Novosti. Pruebas no faltan sobre el desencuentro entre aliados y antagonistas en torno de la catástrofe que esos mismos aliados provocaron en Siria y que ha conducido hoy, en la ciudad siria de Alepo, a la tragedia humanitaria más espantosa desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 300 mil muertos.
La suspensión del viaje de Putin a París no hace sino traducir el mar de fondo y las intrigas estratégicas y diplomáticas que se mueven detrás de esta barbarie moderna donde rusos y occidentales juegan a una ruleta mortal a espaldas de las víctimas. La ofensiva conjunta sirio-rusa en Alepo tiene como objetivo tomar el control de los barrios del este controlados por los rebeldes desde 2012 mientras que los occidentales y varios países árabes vecinos que soplaron sobre las brasas del conflicto se cruzan de brazos o acusan de todo a Moscú como si, desde el principio, esos mismos actores no hubiesen sido los que respaldaron, adiestraron, financiaron y armaron a una resistencia dispar que jamás pudieron controlar realmente. Luego, Rusia se metió en el juego con una ambivalencia que no tardó en plasmarse en otra calamidad: los rusos también estaban jugando en el conflicto, pero al revés de lo que habían anunciado y sin la más mínima piedad por las poblaciones civiles. Civiles, médicos, miembros de la ONU, periodistas, ONG internacionales como la Cruz Roja testimonian cada día del horror de bombas de todo tipo bajo el cual vive Alepo.
París esperaba que Vladimir Putin hiciera “algunas concesiones” sobre su posición en Siria, pero en lugar de “concesión” hubo un plantón y, por ende, el cierre de una nueva vía para frenar la espantosa escalada siria. Como lo admiten ya sin medias palabras los expertos en estrategia internacional, se ha instaurado realmente una lógica de confrontación que nadie sabe hasta dónde irá. Uno de los gestos más espectaculares que prueban esa escalada es la instalación, el pasado 8 de octubre, en Kaliningrado, de misiles crucero con capacidad para llegar hasta Berlín. Poco a poco, las tentativas de mediación, de diálogo y de consenso fueron cediendo ante la imparable evidencia de la guerra y de los intereses cruzados que la alimentan. Aunque parezca imposible o lejana, la eventualidad de una confrontación mayor está cerca. El ministro de Relaciones Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, admitió que “el peligro de una confrontación militar es considerable. Desde hace varias décadas ese peligro nunca ha sido tan importante como ahora. La confianza entre el Este y el Oeste nunca había sido tan débil”. Pese a todo, la presidencia francesa reconoce que el “diálogo nunca se ha roto entre París y Moscú”. En total, los presidentes de Francia y Rusia han mantenido cerca de 30 conversaciones telefónicas. Ninguna, sin embargo, ha cambiado el rumbo del conflicto en torno de Alepo. Decenas de personas mueren cada día por la responsabilidad directa de todas las potencias mundiales que tomaron a la población civil como rehenes de sus guerras de alianzas y de influencias. Medio millón de muertos, dos millones de desplazados, decenas de miles de refugiados, ciudades arrasadas por los bombardeos, Siria paga el tributo del volcán que encendieron Estados Unidos-Francia-Gran Bretaña, Rusia-Irán, Arabia Saudita-Qatar y Turquía. Los unos apoyan a los rebeldes, los otros a Bashar al Assad o a quien le convenga según el momento –Moscú– y los terceros, en su empreño por debilitar a Irán o a los kurdos, a los grupos jihadistas sumergidos dentro de la polifónica “oposición siria”. Guerra global en un pequeño territorio donde cada día la indolencia y la inoperancia de quienes gobiernan el mundo extiende la catástrofe.