24 dic 2016

Las autocríticas de la izquierda latinoamericana

“... la autocrítica no es una noria”

Mario Benedetti

23 de diciembre de 2016
Pagina12 

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Tiempos de crisis, tiempos de balances, de autocríticas, de búsqueda de nuevos horizontes. Despues de tantos años de éxito del modelo de desarrollo económico con distribución de renta, cuando surgen problemas, graves algunos, con sustitución de gobiernos en Argentina y Brasil, se oye el coro de “¡Balance autocrítico!”

A veces da la impresion de que el modelo no fue un éxito durante más de una década, antes de entrar en crisis. Que Argentina no fue rescatada de la peor crisis de su historia. Que Brasil no dejó, por primera vez en su historia, el Mapa del Hambre. Como si se tratara de hacer un balance de un gran error, de un malentendido, de un fracaso. Se unen la derecha y sectores de la ultraizquierda para intentar instalar la versión de que nada de fundamental ha pasado en esos países en este siglo, de que todo fue una ilusión pasajera, de que la vida de millones de personas no ha mejorado mucho durante más de una década.

De hecho, quien, en la izquierda, más se ha equivocado y no ha hecho autocrítica hasta ahora ha sido la ultraizquierda. Esas corrientes han afirmado, allá en los comienzos de los gobiernos progresistas latinoamericanos, que serían una continuacion de los gobiernos neoliberales, que habían traicionado a la izquierda, que fracasarían, serían desenmascados por los pueblos y sustituidos, seguramente, por corrientes de ultraizquierda. Con variantes en cada país, esas posiciones valían para Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, el Frente Amplio de Uruguay, Evo Morales, Rafael Correa.

Pero la realidad quiso otra cosa. Las previsiones macabras no se han realizado, el pueblo ha reconocido las medidas de esos gobiernos, los ha elegido y reelegido, consagrándolos como los más grandes líderes populares de la izquierda en este siglo.

El balance de la izquierda que ha comandado esos procesos parte de los avances logrados, de los problemas no resueltos por esos gobiernos, hace autocrítica de los errores cometidos, en la perspectiva de retomar del modelo de desarrollo económico con distribución, a partir de las experiencias acumuladas, en las nuevas condiciones nacionales e internacionales. Es, asimismo, un balance concreto, porque son fuerzas que tienen capacidad de pasar de la crítica y la autocrítica a la acción concreta, en lugar de quedar, de forma narcisista, mirándose al espejo.

Dos elementos estructurales no fueron superados por esos gobiernos, afectando directamente su desempeño: el primero, la hegemonía del capital financiero, que canaliza hacia actividades especulativas gran cantidad de recursos, que podrían estar dirigidos a actividades productivas, con generación de bienes y de empleos. Es un fenómeno general del capitalismo en su era neoliberal pero, en caso de aprovechar los procesos de integración, en particular en el Mercosur, donde hubo la mayor homogeneidad, se habría podido formular y poner en práctica un modelo de desarrollo productivo que neutralizara y superara los efectos de la especulación financiera.

El otro factor estructural de desestabilización de los gobiernos progresistas es el monopolio privado de los medios, que influye directamente en la formación de la opinión pública. En todos los países con gobiernos progresistas ése es un factor decisivo en la disputa político-ideológica.

El libro Las vías abiertas de América Latina, recién publicado en Argentina, por la editorial Octubre –que tendrá pronto ediciones en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil– reúne balances de los seis países latinoamericanos que han avanzado en la superación del modelo neoliberal, con un análisis general de Alvaro García Linera. El libro contiene balances desde dentro de esos mismos procesos, apuntando hacia sus éxitos y sus errores, que es la única forma de aprender de lo vivido. Son vías abiertas y no fin de ciclo, porque frente a los intentos de la derecha de retomar su viejo modelo neoliberal, el camino de la izquierda latinoamericana es el de profundizar las vías de ruptura de ese modelo, como ha comenzado a hacer en esos países, en el momento más virtuoso de la historia del continente.