Todos presentes en un gimnasio de Brasilia –de los sin tierrita a un señor de 105 años–. Se juntaron para un congreso que celebra los 30 años del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil, el movimiento campesino más conocido en el mundo.
Más conocido por estar en el país que tiene la más grande extensión de tierras cultivables pero, a la vez, millones de gente sin tierra para trabajar. Por estar en un país que sigue importando alimentos, teniendo, además de tierras ociosas, trabajadores luchando por trabajar en ellas.
Pero sobre todo por la naturaleza especial de un movimiento que no lucha sólo por la tierra, sino por espacios para construir comunidades de vida solidaria. Tanto es así que, si logran obtener un pedazo de tierra para construir sus asentamientos, lo primero que hacen es definir dónde se va a construir la escuela.
Escuelas que se orientan por el pensamiento de Paulo Freire –el gran pedagogo brasileño–, cuya obra plantea que la alfabetización tiene que ser, a la vez, la forma de construir conciencia social. Pero el MST no se limita a ese trabajo de alfabetización. Ellos han alfabetizado, en el campo de Brasil, mucho más que cualquier instancia estatal –sea el Ministerio de Educación u otra–. Y siguen en ese trabajo de luchar en contra de los 14 millones de analfabetos, incluso en las ciudades, junto a alcaldías progresistas, buscando crear territorios libres de analfabetismo, apoyados en el método cubano Yo sí puedo.
Pero la naturaleza original del movimiento, el que orienta sus acciones centrales, es la lucha por la reforma agraria, en un país que nunca la ha realizado. Aun con los extraordinarios avances sociales de los gobiernos de Lula y Dilma, ese tema queda pendiente.
Durante el mismo Congreso, el MST organizó una más de sus lindas marchas, que paseó por el centro de la capital brasileña, con sus banderas rojas y sus cantos de lucha, pasando enfrente de los centros de los poderes de la república, llamando una vez más la atención para sus reivindicaciones. Al día siguiente fueron recibidos, en el Palacio del Planalto, por la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.
El MST le ha llevado sus reivindicaciones más urgentes, como la resolución de las demandas por tierra de alrededor de 100 mil trabajadores, acampados a la espera de que sean desapropiadas tierras, para que puedan asentarse y crear comunidades de trabajo y de vida. Han logrado que la presidenta se comprometa a resolver de inmediato el problema de 35 mil de ellos, lo cual es significativo frente a la pequeña cantidad que han logrado tener acceso a la tierra en los tres años de su gobierno.
Pero el Brasil de hoy no es el mismo de hace 30 años, cuando fue fundado el MST. Y no son sólo cambios positivos, como aquellos en la situación social de la gran mayoría de la población. Desde entonces el agronegocio se consolidó en una posición privilegiada en la producción y exportación de soja (transgénica), mientras las políticas sociales del gobierno han mejorado la situación también de los trabajadores del campo, aun sin avanzar en la reforma agraria.
En este su VI Congreso, el MST actualiza su visión y sus propuestas, lanzando un Programa Agrario que incluye una concepción más amplia de la que tenían, la de una Reforma Agraria Popular. “El Programa de Reforma Agraria Popular no es un programa socialista”, afirma el MST, aun si los objetivos estratégicos de su lucha siguieran teniendo como horizonte el socialismo. Hoy luchan “por un nuevo proyecto de país, que necesita ser construido con todas las fuerzas populares, volcadas para atender a los intereses del pueblo brasileño”. Buscan acumular fuerzas con otros sectores de la sociedad brasileña para derrotar a las oligarquías rurales.
El concepto de “popular”, dice el MST, busca identificar la ruptura con una reforma agraria clásica “que se da en el marco de la lucha de resistencia en contra del avance del modelo de agricultura capitalista y como forma de reinsertar la Reforma Agraria en la agenda de lucha de los trabajadores”.
Los nuevos desafíos que se plantea el MST son resumidos como:
La reforma agraria popular debe resolver los problemas concretos de toda la población que vive en el campo.
La reforma agraria tiene como base la democratización de la tierra, pero busca producir alimentos saludables para toda la población.
La acumulación de fuerzas para ese tipo de reforma agraria depende ahora de una alianza consolidada de los campesinos con todos los trabajadores urbanos. Sólo los sin tierra no lograrán la reforma agraria popular.
Esta representa una acumulación de fuerzas para los campesinos y toda la clase trabajadora en la construcción de una nueva sociedad.