La situación en el país se ha deteriorado considerablemente tras el asesinato de Gadafi y el triunfo de la oposición interna, con el apoyo militar y logístico de EE.UU. y potencias europeas.
EN INTERNACIONALES 20 OCTUBRE 2015
A cuatro años del asesinato del líder libio, Muamar Gadafi, por parte de los grupos separatistas de ese país apoyados por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la situación en Libia es ahora devastadora tras los ataques, bombardeos y enfrentamientos continuos luego de la invasión en 2011.
Los años han demostrado que lo planteado en un principio por Occidente fueron ofertas engañosas para quienes no seguían al Gobierno de Muamar Gadafi, pues desde aquel 20 de octubre se han registrado innumerables acciones de carácter terrorista, perjudiciales para la economía y la vida de su pueblo.
Medio millón de desplazados, la división del país entre las facciones que se disputan el poder político en Trípoli (capital) y Tobruk (este), y una economía que, después de haber sido la primera del continente africano con una producción de 1,6 millones de barriles de petróleo diarios, tiene una población empobrecida en estos momentos.
Gadafi lideró Libia desde 1969, cuando derrocó la monarquía del rey Idris quien se encontraba en Turquía. Se instauró un consejo de la revolución que declara al país musulmán, nasserista y socialista. Fue proclamada la República. La Revolución Verde, como fue conocido el movimiento, emprendió una reforma agraria, sistema de seguridad social, asistencia médica gratuita, participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas del Estado. Libia se convirtió con Gaddafi en el país africano con mayor ingreso per cápita.
El asesinato de Gadafi, perpetrado el 20 de octubre de 2011, ocurrió en Sirte (norte). La brutalidad del hecho fue ampliamente difundido en internet, recibió tiros en el estómago y en la sien, estaba desarmado. Una vez que se confirmó la noticia, el presidente venezolano Hugo Chávez declaró que el asesinato de Gadafi constituía un atropello a la vida, un magnicidio alentado por el gobierno estadounidense para hacerse con el 40 por ciento de las reservas de petróleo del continente africano.
El autodenominado Consejo Nacional de Transición (CNT) sostuvo que Gadafi había muerto "en fuego cruzado", pero las evidencias fueron suficientes para que la Organización de Naciones Unidas (ONU) solicitara una investigación, en vista de que las ejecuciones contravienen el derecho internacional. Rusia, en palabras de su canciller, Serguéi Lavrov, también condenó la sanguinaria ejecución del líder libio: "No se le debía haber matado de ninguna de las maneras", y exigió respeto para el derecho humanitario. Mientras que la entonces secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, tuvo una reacción opuesta a la de Rusia, una burla, pues al enterarse del asesinato se encontraba en una entrevista televisiva y sonreía con la frase: "fuimos, vimos, murió".
Estados Unidos aseguraba que iniciaría una nueva etapa para el país norteafricano. Su presidente y premio Nobel de la Paz, Barack Obama, también aseveró en ese momento que el homicidio del líder libio era su "destino inevitable". Los intentos de diálogo en el país han fracasado, ni el gobierno de transición ni los seguidores de la Revolución Verde aceptan los términos de un acuerdo que se ha negociado de manera unilateral por la ONU.
Cuatro años más tarde del asesinato del líder de la Revolución Libia, “la nueva era” prometida por Occidente no se ha cumplido. Sondeos de opinión realizados en el país revelan que más del 70 por ciento de la población vive con miedo y más de 600 mil personas han sido desplazadas debido al conflicto desatado en su territorio.
Fuente: Telesur
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