Una mirada atenta sobre el acontecer de América Latina, pone de manifiesto rápidamente que existe en el actual proyecto de globalización una batalla por la redistribución del mundo en el terreno económico, productivo y financiero.
La aventura económica de nuestra América proporcionada por los atajos del gran capital y aceptada por mediaciones externas se convierte en distracción .. pero ¡que peligroso destino el de las colectividades, que dejan a la aventura las claves humanas de su convivencia ¡ Frente a la distracción , capaz de enfrascarnos en la aventura pauperizarte y excluyente, nosotros preferimos la hondura responsable de las vocaciones autenticas.
Actualmente una gran mayoría de los países latinoamericanos recorre los senderos trazados por las instituciones internacionales, pero en virtud de la inquietud que origina a nivel mundial estas políticas económicas y el libre comercio deberíamos interpelarnos sobre sus consecuencias sociales.
Lo que nos lleva a preguntarnos ¿en qué medida la liberalización del comercio y de las inversiones directas extranjeras promueve el empleo y la productividad en el mundo, en particular en nuestros países, y que tipo de políticas, internacional y nacionales se requiere para reforzar esos efectos? La Organización Mundial del Trabajo (OIT) reconocía recientemente que la experiencia de los últimos 20 años ha suscitado en todo el mundo una inquietud general por el impacto de unos flujos más libres de comercio y de capital en el empleo y los salarios. En los países industrializados se advierte que un comercio más libre está destruyendo puestos de trabajo no calificados y aumentando la desigualdad salarial. Además de que la liberalización del comercio ha suprimido puestos de trabajo de una gran calidad y creado otros de menos calidad, incluso en aquellos países mas adaptados a la nueva situación.
Lo que no deberíamos olvidar de los Tratados
Aquellos que creían que esta es historia pasada, deberían estar más atento a toda la nueva parafernalia puesta en marcha con el objetivo claro de volver a impulsar el ALCA.
La formación del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), es un instrumento que busca apalancar el control hegemónico de Estados Unidos y apropiarse de las fuentes excedentes de las actividades primarias de América Latina.
Por medio de este acuerdo EEUU pretende institucionalizar los instrumentos de control de corte policiaco y militar en la región; acentuar el saqueo de los recursos naturales del continente, regulando de manera racista los flujos de migración; extender el libre flujo de capitales, pero impidiendo el libre mercado laboral; destruir la incipiente cadena industrial y productiva de los países de la región, privatizar el petróleo, el agua y la biodiversidad; mantener el control de la inversión científica de la región, etc.
Con el ALCA se pretende dar a las compañías multinacionales y a los bancos estadounidenses un acceso incontrolado a los mercados, las materias primas y a la mano de obra, mientras que se limita la penetración europea, protegiendo los mercados de EEUU.
En síntesis, el área de libre comercio, lejos de impulsar el desarrollo de los países latinoamericanos, representa un asalto a su economía. Debido a los tantos compromisos que los Gobiernos de América Latina tienen con EEUU, usualmente se siguen de manera servil sus posiciones en los foros internacionales, proporcionando fuerzas militares nominales para sus excursiones intervencionistas, y suministrando así una hoja de parra para lo que en realidad son acciones unilaterales, muchas veces con la complicidad de la ONU o en la nebulosa de la comunidad internacional del “mundo libre”. O casualidad que el terreno de las conflagraciones armadas son en aquellas naciones que desbordan de materias primas.
El control de recursos: El oro negro
Quien detente el control de la producción, la circulación y los precios del petróleo tiene en sus manos el mayor poder dentro del sistema imperialista.
Por eso Estados Unidos está en el centro de todas las redes de dominación del oro negro e implicado a sangre y fuego en la lucha por la dominación y control sobre los países productores del combustible desde los albores del pasado siglo.
El Medio Oriente, el Magreb, Irán y diversos países del Asia musulmana concentran ellos solos la mayor parte de las reservas petrolíferas y de gas. Esa ha sido la causa que ha puesto durante muchos años a esa región en el punto de mira de las grandes potencias que buscan espacio en el sistema de dominación planetaria.
Hoy Estados Unidos, basado sobre todo en su poderío militar, que supera con creces a cualquiera de sus competidores imperiales, lleva claramente la ofensiva por apoderarse del petróleo mundial.
Las genocidas invasiones de Afganistán y de Irak, – bajo la fabula de las armas de destrucción masiva- el sostenimiento de Israel y su guerra contra Palestina, la satanización de Sudán, Siria e Irán y la conversión en vasallos a otros países del área, es el espejo en que pudiéramos vernos los latinoamericanos y caribeños. La vida ha demostrado que el orden mundial que ha creado el capitalismo no posee realmente ningún contrapeso efectivo.
Por eso debemos estar muy atentos a la recolonización de América Latina y el Caribe que es un objetivo estratégico para Estados Unidos que cuenta para ello con los exacerbados mecanismos de dominio y superexplotación económica que propone el ALCA y los TLC; con la creciente e intensa militarización regional; y con el omnipresente poder del FMI y del Banco Mundial, agentes del interés imperial sobre la multitud de países entrampados por la deuda externa. Detrás de cualquiera de esos proyectos de dominación está el afán de apropiarse y controlar en el máximo grado los potenciales energéticos del continente.
En América Latina y el Caribe se localiza el 11 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y se produce cerca del 15 por ciento del crudo que se extrae en el planeta.
Además, América Latina cuenta con cerca del 6 por ciento de las reservas internacionales de gas natural, grandes reservas de carbón mineral –suficientes para unos 288 años de explotación– y abundantes recursos hidro-energéticos, calculados en más del 20 por ciento del potencial mundial.
Parecería poco si se compara con el Medio Oriente, donde se ubican dos terceras partes de las reservas petroleras mundiales, pero esa es un zona de interés para todos los países industrializados e históricamente conflictiva, mientras el área de América Latina y el Caribe continúa viéndose como el patio trasero de los Estados Unidos y su riqueza energética está mucho más cerca geográficamente y es supuestamente más segura.
Por todo lo anterior, el interés por la energía latinoamericana no puede ser menospreciado, porque las menguadas reservas petroleras de EE.UU. apenas alcanzarían para diez años más, y porque es evidente la intención imperial de controlar al mundo a través de la total monopolización de las fuentes energéticas. Es obvio que uno de los pilares del “área de libre comercio” promovida por los EE.UU., aunque se oculte en las negociaciones, es el avance sin límite alguno en la privatización y desregulación de los sectores energéticos, y en el desplazamiento total de los Estados nacionales en el manejo de ese sector.
Con el ALCA habría que olvidar cualquier proyecto de cooperación energética regional, que ayude a paliar los agudos problemas socioeconómicos que se relacionan con el encarecimiento del petróleo, como por ejemplo el hecho de que el 30 por ciento de la población carezca de servicios de electricidad.
Esperando a Marte … explotación de los recursos hídricos
Según cálculos de la ONU, cerca de 1000 millones de personas no tienen acceso a agua potable segura; 2,5 mil millones carecen de sistemas sanitarios adecuados, y más de 5 millones de personas fallecen anualmente a causa de enfermedades relacionadas con el agua, diez veces más de quienes mueren en conflictos armados cada año.
Pero si la lógica del capitalismo neoliberal y la globalización imperialista siguen reinando, en unos años la gente morirá no solo por falta de agua, sino también por las guerras y conflictos violentos que se generarán entre países y bloques de países por el dominio de los recursos acuíferos. Se ha dicho pertinentemente, que las guerras del futuro ya no serán más por el petróleo, sino por el agua. Observando la crisis del agua que avanza a pasos agigantados, como parte de la degradación general que el actual sistema capitalista le crea al medio ambiente planetario, se alcanza otro punto de vista para comprender la importancia y la urgencia que Estados Unidos le concede a su actual proyecto recolonizador de América Latina y el Caribe.
América Latina y el Caribe, con 12 % del área terrestre total y 6 % de la población mundial, poseen alrededor de 27 % del agua dulce del planeta, aunque, no obstante, casi un tercio de los habitantes de la región carece de acceso al agua potable y una proporción similar no cuenta con servicios de alcantarillado y acueductos.
Si los pueblos latinoamericanos y caribeños no pudiéramos detener la avalancha de dominación imperialista que se nos viene encima, acrecentada y violenta como nunca antes, se habrá de ver cómo se vende por todo el mundo nuestra riqueza hídrica, a precios fabulosos, bajo el rótulo de firmas norteamericanas, mientras que en la región la gente se morirá de sed si no tuviera para comprar lo que siempre fue suyo, un don de la tierra y de la vida. Estados Unidos ha escogido la militarización de la globalización porque no puede actuar de otro modo.
Si el proceso privatizador, que los tratados llevarán al extremo, concentrara al máximo, en manos norteamericanas, el control de la exploración, explotación y distribución de la energía latinoamericana y caribeña, la vulnerabilidad energética se convertiría por sí misma en otro instrumento decisivo para que el imperio asegure la recolonización de toda la región.
Pero así como la administración norteamericana está precipitando la institucionalización y la concertación de Tratados bilaterales de Libre Comercio, los pueblos deben apurarse para impedir que los gobiernos eternicen mediante acuerdos y componendas los deseos del verdugo, quien pretende ejecutar una sentencia terrible: la extinción de nuestras naciones y sus humanos sueños de progreso bolivariano.
*Periodista uruguayo, fue director del semanario Siete sobre Siete y colaboró en otras publicaciones uruguayas y de America Latina. Corresponsal en Naciones Unidas y miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Miembro de la Plataforma Descam de Uruguay para los Derechos Economicos sociales y medio ambientales. Docente en periodismo especializado sobre Organismos Internacionales.
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