12 oct 2015

Cinco miradas sobre el Acuerdo Transpacífico (TPP)

Stiglitz-Hersh, Selley, Adrianzén, Elizondo, Gershenson

11/10/2015


San Diego, CA - STOP TPP - Trans-Pacific Partnership Agreement - Overpass Light Brigade. Clairemont Mesa Drive over I-5.

A contnuación ofrecemos cincoo miradas distintas sobre la firma del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) y sus consecuencias para América latina y el Caribe, y sobre las discrepacias en la interno de Estados Unidos.


La farsa del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica

Joseph Stiglitz-Adam S.Hersh| Mientras negociadores y ministros de Estados Unidos y otros 11 países de la cuenca del Pacífico se reúnen en Atlanta con el propósito de ultimar detalles del radicalmente nuevo Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP), es justo y necesario realizar un análisis sobrio. El mayor acuerdo regional de comercio e inversión de la historia no es lo que aparenta ser.

Oirá mucho sobre la importancia que tiene el TPP para el “libre comercio”. La realidad es que este es un acuerdo para administrar las relaciones comerciales y de inversión de sus miembros –y para hacer esto en representación de los más poderosos lobistas de negocios de cada país–. No nos confundamos: es evidente del análisis de los principales asuntos pendientes, sobre los que los negociadores aún están regateando, que el TPP no gira alrededor del “libre” comercio.

Nueva Zelanda ha amenazado con retirarse del acuerdo debido a la forma en que Canadá y Estados Unidos administran el comercio de los productos lácteos. Australia no está contenta con la forma como Estados Unidos y México administran el comercio del azúcar. Y Estados Unidos no está contento con la forma en que Japón administra el comercio del arroz. Estos sectores industriales están respaldados por significativos bloques de votantes en sus respectivos países. Y ellos representan solo la punta del iceberg en términos de cómo el TPP implementaría una agenda que, en los hechos, funcionaría en contra del libre comercio.

Para empezar, considere lo que haría el acuerdo en cuanto a ampliar los derechos de propiedad intelectual de las grandes compañías farmacéuticas, tal como nos dimos cuenta al leer versiones del texto de negociación que se filtraron al exterior. La investigación económica muestra claramente las razones por las que tales derechos de propiedad intelectual conducen, en el mejor de los casos, a que la investigación farmacéutica sea débil. En los hechos, existe prueba de que ocurre lo contrario: cuando el Tribunal Supremo invalidó la patente de Myriad sobre los genes BRCA, ello condujo a una expansión rápida de la innovación, lo que a su vez se tradujo en mejores pruebas de detección a menores costos. Ciertamente, las disposiciones del TPP van a restringir la competencia abierta y elevarán los precios que pagan los consumidores en Estados Unidos y en todo el mundo –esto se constituye en un anatema para el libre comercio.

El TPP administraría el comercio de productos farmacéuticos a través de una variedad de ostensiblemente arcanos cambios en las reglas, sobre temas tales como la “vinculación de patentes”, la “exclusividad de los datos” y los “productos biofarmaceúticos”. El resultado de esto es que a las compañías farmacéuticas se les permitiría alargar prácticamente –y algunas veces casi indefinidamente– sus monopolios de medicamentos patentados, así como mantener fuera del mercado a medicamentos genéricos más baratos y bloquear, durante muchos años, la introducción de nuevos medicamentos por parte de competidores “biosimilares”. Esta sería la forma como el TPP administraría el comercio en lo que respecta a la industria farmacéutica, si Estados Unidos se sale con la suya.

Del mismo modo, considere cómo Estados Unidos espera utilizar el TPP para administrar el comercio en el ámbito de la industria del tabaco. Durante décadas, las empresas tabacaleras con sede en Estados Unidos han utilizado mecanismos de adjudicación para inversores extranjeros, mismos que fueron creados mediante acuerdos similares al TPP, para luchar en contra de regulaciones destinadas a frenar el tabaquismo, un flagelo que afecta a la salud pública. Bajo estos sistemas de arbitraje de diferencias Estado-inversor (ISDS, por su denominativo en inglés: investor-state dispute settlement), los inversionistas extranjeros adquieren nuevos derechos pára de mandar a los gobiernos nacionales en arbitraje privado vinculante en casos de que se instituyan reglamentos que ellos consideran como un factor que disminuye la rentabilidad esperada de sus inversiones.

Los intereses corporativos internacionales promueven el uso de los sistemas ISDS, cuando ello se considere necesario, con el fin de proteger los derechos de propiedad donde no hay imperio de la ley y tribunales creíbles. Pero esa argumentación no tiene ningún sentido. Estados Unidos está tras el logro de implementar el mismo mecanismo en el caso de un mega-acuerdo similar con la Unión Europea, la Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión, a pesar de que existen pocas dudas sobre la calidad del sistema legal y judicial de Europa.
Con toda certeza, los inversores –independientemente de dónde estén ubicadas sus sedes principales– merecen protección frente a la expropiación o las regulaciones discriminatorias. Pero, los ISDS van mucho más allá: la obligación de compensar a los inversores por pérdidas de ganancias esperadas puede y se ha aplicado incluso cuando las reglas no son discriminatorias y las ganancias se obtienen causando daños a la comunidad.

La corporación conocida anteriormente como Philip Morris está actualmente tramitando casos de este tipo en contra de los gobiernos de Australia y Uruguay (que no es un socio del TPP) debido a que dichos gobiernos exigieron que los cigarrillos lleven etiquetas de advertencia. Hace unos años, Canadá, bajo la amenaza de una demanda similar, se retractó de introducir el uso de una etiqueta de advertencia que tenía una eficacia análoga.

Dado el velo del secreto que rodea a las negociaciones del TPP, no está claro si el tabaco será excluido de algunos aspectos de los ISDS. De cualquier manera, el tema más amplio continúa siendo el mismo: dichas disposiciones hacen que sea difícil para los gobiernos llevar a cabo sus funciones básicas; es decir, proteger la salud y seguridad de sus ciudadanos, garantizar la estabilidad económica y proteger el medio ambiente.

Imagínese lo que hubiese sucedido si estas disposiciones hubieran estado establecidas cuando se descubrieron los efectos letales del asbesto. En lugar de clausurar a los fabricantes y obligarlos a indemnizar a quienes sufrieron daños, bajo las disposiciones de los ISDS, los gobiernos hubiesen tenido que pagar a los fabricantes para que dichos fabricantes no maten a sus ciudadanos. Los contribuyentes hubiesen sido gravados por doble partida: primero para pagar por los daños a la salud causados por el asbesto, y luego para pagar a los fabricantes por haber perdido ganancias cuando el gobierno intervino con el objetivo de regular un producto peligroso.

No debería sorprender a nadie que los acuerdos internacionales de Estados Unidos produzcan comercio administrado en lugar de libre comercio. Eso es lo que sucede cuando se cierra el acceso al proceso de formulación de políticas a las partes interesadas no empresariales– sin tener que mencionar a los congresistas, quienes son los representantes elegidos por los ciudadanos.

El Acuerdo Transpacífico: nuevas ilusiones y tercas realidades


Orlando Delgado Selley| 
Negociando en sigilo, como si se tratara de estrategias para ganar alguna guerra, operadores de 12 países han firmado lo que denominan el mayor acuerdo regional de comercio e inversión de la historia. Aunque se nos pretende vender como la nueva gran oportunidad para que México se incorpore decisivamente a los flujos comerciales de mayor trascendencia, la declaración del presidente Obama al firmar el documento explicita claramente el sentido estratégico de este acuerdo: evitar que China controle el grueso de los flujos de mercancías y servicios en esta importante zona comercial del mundo, señalando que no se le permitirá escribir las reglas del comercio mundial. Este propósito no ha sido discutido en ninguno de los espacios deliberativos mexicanos. Así que habría que ver lo que se opina en el Senado de la República en relación con este planteo estratégico que ha aceptado implícitamente nuestro gobierno.

La Secretaría de Relaciones Exteriores planteó ayer que este acuerdo será una vía privilegiadapara que México profundice su participación en una región fundamental. No precisó la manera en la que se ha protegido a la industria nacional ya que, como es obvio, cuando se firman acuerdos iguales entre desiguales quienes se benefician son los que tienen mayor fortaleza económica. Los grandes jugadores en este acuerdo son Estados Unidos, Canadá, Japón y, más precisamente, los propietarios de industrias específicas cuyos lobbies han logrado que se aprueben acuerdos contrarios al libre comercio y al impulso a la innovación, como la industria farmacéutica que consiguió que se amplíen los derechos de propiedad intelectual de modo que se restringirá la competencia y se elevarán los precios.

Otro asunto relevante que la Cancillería y la Secretaría de Economía tendrá que explicar es el relativo a la aceptación de los sistemas de arbitraje de diferencias Estado-inversionista, los llamados ISDS (por sus siglas en inglés). Con esta aceptación, como lo ha explicado Stiglitz (La farsa del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, Project Syndicate, 2 de octubre), se reconoce el derecho a que los inversionistas extranjeros demanden a gobiernos nacionales frente a árbitros privados, cuyas resoluciones serán vinculantes, cuando consideren que las normativas nacionales disminuyen la rentabilidad esperada. Estos ISDS pueden obligar a compensar a inversionistas privados por ganancias menores a las esperadas, aunque estas ganancias causen daños tangibles a la comunidad. Es obvio que gobiernos relativamente débiles serán vulnerables a las presiones de empresas globales fuertes.


El acuerdo tendrá que ser aprobado por los parlamentarios de los países firmantes. Obama ha iniciado una campaña para convencer al Congreso de ese país que los intereses que se salvaguardaron son relevantes para el conjunto de los empresarios de su país. Se trata de convencerles que su gobierno le ha dicho al mundo que se trata de un acuerdo de libre comercio, aunque en realidad sea otra cosa: un acuerdo para un comercio administrado, porque ello sirve a los intereses estadunidenses. En México, el gobierno federal ni siquiera será capaz de articular inteligentemente una campaña para que se apruebe lo que firmó escondiéndose de empresarios y productores legítimamente interesados en lo que se firmaba. Apelará a su mayoría en el Senado que, como se mostró ayer, repetirá los argumentos gubernamentales, aunque sean absurdos.

En el proceso de aprobación parlamentaria en México se demostrará que, de nuevo, para el gobierno federal no hay intereses que valgan salvo los suyos. No les importa que sectores económicos relevantes del país resulten perjudicados. Les interesa poder presumir que están cambiando al país. Lo están haciendo, pero en un sentido contrario a los intereses de la mayoría. Abrir la discusión y hacer públicos los acuerdos firmados es un paso absolutamente indispensable para conocer la naturaleza de lo firmado. Lo que se sabe hasta ahora es alarmante. Esperemos que en el Senado, por lo menos, se genere una discusión que permita analizar cuidadosamente las pretensiones de los dueños de industrias en las que predominan los intereses estadunidenses y sus efectos sobre la economía mexicana.

* Publicado en La Jornada


El TTP o la capitulación de la nación

Alberto Adrianzén|Dos días después del tres de octubre, fecha del famoso golpe de Estado de Juan Velasco Alvarado, en 1968, y cuatro días antes del llamado “Día de Dignidad Nacional”, que recuerda la toma de la IPC en ese mismo año, el presidente Humala, militar de carrera y seguidor según él mismo del pensamiento velasquista, dio “luz verde” a la firma del Acuerdo Transpacífico (TPP). Acuerdo que reúne a doce países de la cuenca del Pacífico, entre ellos al Perú y EE.UU., y que crea una zona de libre de comercio.

El tema del TPP no es poca cosa. No solo porque va más allá de los TLC, o porque los consumidores se verán afectados como sucede con el tema de los medicamentos y la salud, o porque limita nuestros derechos en Internet y pone obstáculos al acceso al conocimiento y la cultura, o porque afecta nuestros derechos como consumidores; sino también –como bien ha dicho Joseph Stiglitz– porque “está claro que los negociadores peruanos están capitulando ante las demandas de las empresas de los países avanzados”.

No es extraño que este tratado se haya negociado en el más absoluto secreto por cinco años. Y la razón simple: se han aceptado casi todas las demandas de EE.UU. y de las empresas transnacionales, como ha sucedido en el tema de la salud y medicamentos al permitirles ampliar el plazo de exclusividad de algunos medicamentos, retrasando así que las industrias locales puedan fabricar medicamentos genéricos más accesibles para la población.
Como también que el Perú renuncie a su soberanía al aceptar tribunales arbitrales internacionales frente a los reclamos de las transnacionales. Ahora, si un gobierno promulga una ley que afecta las posibles ganancias de una transnacional, esta puede acudir a dichos tribunales porque sus expectativas económicas se han visto frustradas o perjudicadas. De ahora en adelante los países que han firmado el TPP tendrán que pedirle permiso a las transnacionales antes de legislar. Por eso hablar de “capitulación” como bien ha dicho el Premio Nobel no es ninguna exageración y menos demagogia.

Y es que en realidad, la política que solo busca firmar los Tratados de Libre Comercio, como ha hecho este gobierno y los anteriores (y que el TPP supera), que rebajan los aranceles para productos agrícolas importados, que aumenta la protección para las inversiones extranjeras, así como para las patentes médicas, que desregula más aún los derechos laborales y sobre todo, como decimos, recorta la soberanía de los estados permitiendo que las empresas transnacionales los demanden en fueros internacionales cuando consideran que sus intereses han sido perjudicados, no ha sido ni es el mejor camino.

Año tras año, desde el 2010, nuestro déficit comercial se acrecienta a pesar de los TLC, habiendo batido el 2014 un récord histórico de menos de US 2,554 millones de dólares, cifra que seguramente será mucho mayor el 2015, ahora que han caído estrepitosamente los precios de los minerales, que constituyen lo central de nuestra canasta exportadora.
Y si a todo ello le sumamos la posibilidad de que el Perú firma también el TISA (Trade in Service Agreement), por sus siglas en inglés, es decir un Tratado Comercial de Servicios que está negociando también secretamente, al margen de la OMC y que liberaliza aún más, como lo hace el TPP, el comercio de servicio, es claro que pasaremos a ser una colonia de las transnacionales.

Como ha dicho Julian Assange, fundador de los wikileaks, EE.UU. es un “imperio moderno” que tiene como principales armas por un lado, las bases militares (más de 1,000 repartidas en 120 países); y por otro, los tratados comerciales que se negocian secretamente y que son básicamente tres: el TPP que abarca la cuenca del Pacífico y que ya se firmó; el TISA el Tratado de Servicios que lo negocian más de 100 países y el TTIP (Tratado de Comercio y de Inversiones) que abarca a Europa y que hoy está detenido por desacuerdos con Francia.

Con estos tres tratados, más las bases militares, EE.UU. y las transnacionales, buscan dar un golpe de estado geopolítico a nivel mundial con el objetivo de enfrentar el poderío de la China y mantener su hegemonía a nivel mundial. Asistimos a una nueva fase o una nueva época en la cual lo importante es el dominio creciente de las transnacionales, tanto en el mundo económico como el político.

Por eso resulta no sé si trágico o irónico que en el mes de octubre, que nos recuerda al proceso velasquista, un Presidente y un gobierno que levantaron las banderas del nacionalismo, acaben firmando el TPP que no es otra cosa que la capitulación de una nación.

**Parlamentario Andino

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El Mercosur ante un nuevo dilema: sumarse al TTP

Marcelo Elizondo|En los últimos días se ha firmado entre los jefes de Gobierno de 12 países el más relevante acuerdo intercontinental de integración económica. El denominado TTP prevé ambiciosas reducciones arancelarias para el comercio y a la vez armonizaciones y confluencias en normas que rigen la administración de las relaciones económicas entre esos países. El acuerdo incrementará definitivamente el comercio entre las empresas de esos países. Y generará que, como ocurre cuando el comercio internacional crece, crezcan para ellos la producción, la calidad del empleo, el encadenamiento virtuoso entre grandes y pequeñas empresas, el acceso a divisas y la recaudación fiscal.

Los firmantes (12 países, entre los que están EE.UU., Japón, Canadá, Australia, Malasia; y tres latinoamericanos: México, Perú y Chile) conforman un conjunto de economías que representan el 40% del producto bruto mundial, el 12% de la población del globo y un tercio del comercio internacional en el planeta.

Ahora bien, este muy relevante hecho internacional no ocurre aislado. En verdad, en el mundo hay hoy (además de este acuerdo celebrado en los días recientes) otros dos grandes procesos negociatorios de integración económica: el llamado TTIP (EE.UU., Canadá, UE), que involucra el 45% del PBI mundial y el 12% de la población del globo; y el gigantesco RCEP (China, India, Asia Pacífico, Australia), que incluye el 49% de la población mundial y el 29% del producto bruto del globo).

Algo relevante es que estos procesos (que no se detienen ante la desaceleración del comercio transfronterizo de los últimos meses) no se conforman con la negociación de reducciones arancelarias, cupos para comercio o tratamiento de defensa comercial, ya que ahora estas nuevas negociaciones además generan marcos para la propiedad intelectual, comercio de servicios, protección de inversiones, contratación pública, movimiento de personas, regulaciones ambientales, normas laborales, convergencia regulatoria para la actividad económica y normas técnicas de administración del comercio en general. Conceden marcos de referencia (económicos, jurídicos y políticos), más allá de las fronteras, para que la actividad económica se desarrolle.

Este hecho es de gran relevancia para el Mercosur, principal bloque al que la Argentina pertenece. El Mercosur está invitado a iniciar conversaciones con la Alianza del Pacífico (al que pertenecen los tres latinoamericanos firmantes del TTP) y tiene por delante el desafío de la ya larga negociación con la Unión Europea, que generaría un espacio que incluiría al 25% del producto bruto mundial.

Los grandes bloques mundiales no se conforman ya con su mera existencia, y tienen en plena marcha negociaciones (algunas, como hemos visto en estos días, ya con avances de ribetes históricos) con terceros para ampliar los espacios de integración.

En nuestra misma América del Sur los acuerdos también han avanzado. Mientras que a mediados de la década de los años 90 poco más del 20% del comercio regional estaba libre de aranceles, al inicio de la presente década (2010) este porcentaje se acercó al 60%. Dice la CAF que el porcentaje del comercio regional que se beneficia de las preferencias arancelarias negociadas es de más del 77% del total.

Sin embargo, si bien hay numerosos acuerdos entre países de la región; no son tan abundantes los de los países de Sudamérica con terceros mercados. Mientras intra región hay acuerdos entre casi todos, sólo Colombia, Chile y Perú concentran la casi totalidad de acuerdos de libre comercio celebrados por países de América del Sur con terceros países.

En todo el mundo se expanden las negociaciones para la integración económica. Según la OMC hay más de 300 acuerdos comerciales celebrados entre países que se conceden condiciones preferenciales (facilitadas) para los negocios. Esta realidad (que ha hecho que el mundo exportara el año pasado casi el 40% de lo que produjo) es nueva: de los alrededor de 300 acuerdos vigentes, más de 200 han sido negociados desde 1990 hasta hoy. Todos los países de la OMC (con excepción de Mongolia) participan en al menos uno de estos acuerdos.

Hay diversos tipos de acuerdos comerciales internacionales. Los hay menos profundos, pues sólo eliminan aranceles, mientras que otros son más intensos, dado que incluyen compromisos regulatorios en distintas áreas (inversiones, propiedad intelectual, solución de controversias, etc.). El Mercosur está incluido entre los primeros. Pero las manifestaciones de los últimos meses sobre el presente y el futuro del propio bloque provenientes de Brasil y Uruguay llevan a pensar que, ante la dinámica descripta, el bloque al que pertenecemos se enfrenta a una discusión sobre una nueva estrategia.

Según la OMC, alrededor de la mitad de los flujos comerciales globales se lleva a cabo entre países que tienen entre sí acuerdos comerciales. Nuestra región sudamericana no escapa a esta tendencia. En América del Sur los países han suscripto un total de 65 acuerdos comerciales, de los cuales 54 se han negociado con otros países en vías de desarrollo y 11 con países desarrollados (15 de los acuerdos comerciales existentes han sido negociados con países asiáticos).

El Mercosur, pues, se enfrenta ahora, y ante la dinámica integrativa internacional, a la necesidad de una discusión interna esencial.

* Director general de la consultora DNI, Publicado en La República


Oposición … también en Estados Unidos

Antonio Gershenson| Hay varios ejemplos de un viraje a la izquierda en Estados Unidos con un ascenso en las encuestas del candidato socialista Sanders, y una baja en la de Hillary Clinton, que de todos modos sigue siendo la favorita para la candidatura presidencial del Partido Demócrata, y también de la próxima presidencia.


Clinton había tenido el cuidado de no pronunciarse sobre el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, que ha de ser terrible para que lo hayan mantenido en secreto. En Estados Unidos han expresado su oposición al acuerdo, entre otros, los sindicatos, los grupos defensores del medio ambiente y varios de los llamados grupos liberales. Todos ellos, cuyos votos son muy necesarios para Clinton, en las elecciones primarias pero especialmente en los comicios presidenciales, por lo que ya hizo la primera declaración al respecto:

Clinton ahora ya se pronunció, afirmó no respaldar el acuerdo porque no contempla sanciones contra los países acusados de manipular su moneda, y porque las medidas dan demasiadas ventajas a las compañías farmacéuticas en detrimento de los pacientes y los consumidores.

El mes pasado, Clinton se opuso al oleoducto Keystone KL, que transportaría petróleo de Canadá al sur de Estados Unidos. En agosto, ella misma dijo que la decisión de Barack Obama de aprobar excavaciones petroleras submarinas en el Ártico no justifican los riesgos que representan para el medio ambiente. Además, ha dado a entender un desacuerdo con la política dura de Obama contra Rusia, Siria e Irán.

La mayor de las organizaciones sindicales, la AFL-CIO, pidió que se dieran a conocer los aspectos secretos del acuerdo, pues como lo dijimos, apresurarse a un mal acuerdo no traerá estabilidad económica a las familias trabajadoras.


Ya no digamos la presión del número creciente de posibles votantes que ha favorecido a Sanders en las encuestas.

Ahora se han filtrado de otros países algunos secretos como libertad para las grandes empresas para productos químicos para la agricultura y protección para su propiedad intelectual. Otros golpes al campo mexicano.

También hay limitaciones por el derecho a la información y al uso de Internet.

Todo indica que el gran apoyo a Obama es de grandes negocios, en especial de farmacéuticas. Pero, ¿cuántos votos le van a garantizar a su partido, si buena parte de ellos apoya a los republicanos?

Dicen que hacen esta medida para defenderse de China, pero ¿quiénes tienen más crecimiento económico? Hablan de la crisis de China y los que están o estamos en verdadera crisis somos nosotros. Vamos a hacer listas comparativas, todas del Banco Mundial, de 2014.

De esta parte del mundo (incluimos a Japón, primermundista y con bases militares estadunidenses):



¿Qué, se los va a comer China? Ella y sus vecinos sí progresan, aunque digan que está en crisis (mira quién habla). El presidente de Estados Unidos, en vez de trabajar para monopolios de su país y de otros, debería preocuparse por su posición política, como vimos al principio en la forma como se le critica.

Nosotros sí debemos preocuparnos por nuestro país. Ya hemos visto lo del Tratado de América del Norte, pregúntenles a los campesinos, a los ex obreros de industrias quebradas y demás.

En las oficinas de altos funcionarios han de estar brindando. Cada vez más lana. Cada vez más agradecimientos, principalmente en inglés.

Si en Estados Unidos están en contra sindicatos, ambientalistas y otros, ¿quiénes no lo estarán aquí cuando empiecen a sentir los trancazos, ahora en secreto?

*Economita mexicano. Publicado en La Jornada