3 oct 2015
La libertad de los esclavos
Por Eduardo Camin
El capitalismo es un sistema mundial y la ofensiva del capitalismo salvaje también lo es. La respuesta a esto, la solución del problema por tanto debe serlo también. Pero el socialismo mundial – la única respuesta humana al desafío- no es para mañana, hay que actuar desde ahora mismo en un sentido que favorezca una evolución favorable a más largo plazo, saber insertarse en los márgenes de acción posibles – por tenues que sean- para reforzar las capacidades de elección en un futuro. “El socialismo es una búsqueda”, definió precisamente el Encuentro Latinoamericano Progresista, realizado esta semana en Quito.
Sin duda estas posibilidades son diferentes en cada país, pero se inscriben en una misma perspectiva porque, en definitiva, las políticas del capital son las mismas al Norte que al Sur, en todas parten producen el paro, la pobreza y la exclusión, incluso si la herencia histórica y la posición ocupada en la jerarquía mundial dan dimensiones más o menos dramáticas a la catástrofe social.
Por eso educar ha sido siempre una tarea compartida y sigue siéndolo cada vez mas. No solo la escuela educa, sino también la familia, los amigos y los medios de comunicación, sobre todo. Y en este conjunto de factores debemos de reconocer – y no solo a tenor de diferentes encuestas que lo destacan – que la familia y la escuela van perdiendo influencia por comparación al grupo de amigos y por supuesto de forma determinante a los medios de comunicación.
Contemplando con desanimo como diversos tipos de dogmatismo, incluido el de que tiene ciegamente por verdadero lo que dice el periódico “serio” o algún personaje famoso en la TV que se transforma también en distintos modos de tiranía, y bien puede ocurrir que actualmente este más predispuesto un joven a dar por bueno lo que oye en la televisión o lo que sus amigos le cuentan, que los padres o los maestros le aconsejan. Con lo cual no hemos avanzado mucho en aquellas cotas de autonomía que los pensadores sociales querían para él. En realidad lo que está en tela de juicio es una sociedad orquestada desde, para y por la economía de mercado que continua funcionando como la correa de transmisión de la publicidad y, por supuesto de la moda.
Y como el niño, el joven o el adulto quiere ser aceptado en el grupo, porque es además una de las tendencias básicas de todo comportamiento humano la de querer ser acogido por la sociedad, lo que establece una paradójica tiranía; para recibir el beneplácito debemos comportarnos como nos dicta la TV a través de los anuncios y los programas. Debemos llevar pantalones y zapatos de marcas prestigiosas, beber las bebidas prescriptas y salir a bailar a medianoche, aunque nos estemos durmiendo porque la red digital así lo determino.
Con lo cual nos sometemos a la tiranía de las marcas, los productos de consumo y de las costumbres ordenadas por un extraño sujeto: el mercado, que nunca da la cara, y que además nos hace sentir muy autónomos porque creemos que estamos haciendo lo que deseamos hacer. Es en el mercado donde se produce el intercambio de mercaderías. Es en el mercado donde se establecen y crean relaciones sociales entre individuos, donde se racionalizan los comportamientos humanos. Es en el mercado donde el dinero se expresa como equivalente general y es en el mercado donde nos identificamos como iguales: consumidores todos.
Si hablamos de naturaleza humana, la naturaleza pregonada por la economía de mercado está inmersa en una interpretación social del sujeto, como un individuo que nace, crece, vive y se reproduce en su ecosistema. Por eso aun los pobres excluidos del mercado, en la indigencia absoluta y que duermen en la calle, cuentan en el proceso del cálculo racional de utilidades y beneficios del capital, para establecer los límites económicos de la pobreza. Por eso es necesario incorporarlos en los estudios, no para solucionar su situación sino para lograr la incorporación del pobre en el circuito del mercado. De ahí la necesidad de educar, e impedir que la ética del discurso continúe siendo la banalidad que prolifera en el mundo de las promesas rotas. Solo el influjo del poder sobre la sociedad deberá tender a dar voz y presencia a todos los miembros e intereses de la comunidad, a poner en igualdad de circunstancias y oportunidades a los distintos elementos que la integran, lograr la participación popular de un proyecto social donde el hombre representado en su dimensión más noble y exigente, comience a lograrse como sujeto de la historia. Será hora que lleguemos a buen puerto, donde la personas tengan dignidad y no un precio… donde las cifras de la exclusión social no sean anecdóticas estadísticas, sino la esencia misma de la inhumana historia de las relaciones sociales en el mercado capitalista.
*Periodista uruguayo, fue director del semanario Siete sobre Siete y colaboró en otras publicaciones uruguayas y de America Latina. Corresponsal en Naciones Unidas y miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Miembro de la Plataforma Descam de Uruguay para los Derechos Economicos sociales y medio ambientales. Docente en periodismo especializado sobre Organismos Internacionales.
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