JUICIO POLITICO A LA PRESIDENTA
Mientras crecen las evidencias de corrupción en contra del principal acusador de Dilma y se diluyen los argumentos para enjuiciar a la mandataria, se desinfla el movimiento destituyente que meses atrás convocaba a millones de personas.
Por Darío Pignotti
Página/12 En Brasil Desde Brasilia
Un grupo de señoras cansadas de ser gobernadas por los comunistas del PT exigió, con consignas que iban del golpismo militarista a la obscenidad, la salida de Dilma Rousseff. Nada nuevo. Lo llamativo fue verlas alrededor del porno star Alexandre Frota, al que no se le conocían ideas políticas o de otra índole.
La presencia de Frota tal vez fue la noticia saliente de la marcha realizada en San Pablo, que reunió a 1500,inconformes con la democracia, lejos de los cientos de miles movilizados en esa ciudad a comienzos de un año fatídico para el gobierno. Que aún no supera la crisis.
El aluvión destituyente del primer trimestre da algunas señales de repliegue, acaso circunstancial, junto con la desorientación de la dirigencia que había trazado un plan resumido en la frase “noviembre de este año (2015) va a ser agosto”. Esto porque en agosto se registraron varias tragedias en la historia política brasileña, como el suicidio de Getúlio Vargas, en 1954.
Dentro de ese cronograma figuraba la aceptación del pedido de impeachment el 13 de octubre, acordada con el presidente de Diputados Eduardo Cunha, luego la formación de una comisión que abriría paso al juzgamiento y la posterior separación de Dilma del cargo a fines de noviembre o diciembre. Una utopía incumplida. El Supremo Tribunal Federal desautorizó el inicio del trámite de “admisibilidad” del impeachment hace ocho días haciendo lugar a una demanda presentada por el PT como último recurso para detener el ímpetu del ex candidato presidencial Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), y su aliado Eduardo Cunha, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
Los hechos demostraron a Neves y Cunha que la baja popularidad de Dilma, de sólo el 10 por ciento, la ingobernabilidad debido a las intrigas del partido aliado PMDB y la recesión económica no son suficientes para derrocar a un gobierno elegido por más de 54 millones de votos hace menos de un año.
El Supremo les advirtió al socialdemócrata Neves y el pemedebista (por PMDB) Cunha, sin nombrarlos, que la Constitución sólo autoriza un impeachment cuando un jefe de Estado comete graves anomalías. Y ése no es el caso de Dilma. Así lo demostró esta semana el informe de una Comisión Investigadora del Congreso y lo reconoció el propio Fernando Henrique Cardoso, líder del PSDB.
El choque de realidad que torna improbable un impeachment este año astilló el pacto entre Neves y Cunha, como lo reportó ayer el diario Folha de San Pablo basado en fuentes opositoras. Confusos, sin táctica inmediata, los socialdemócratas prometieron presentar un nuevo pedido de impeachment el viernes pasado, que postergaron para el martes y luego para el miércoles. Hace un mes Neves no prestó oídos a su correligionario, el experimentado Fernando Henrique Cardoso, cuando éste le recomendó evitar mimetizarse con Cunha, al que le conoce el prontuario desde hace dos décadas.
Con el correr de los días el consejo de Cardoso se desmostró acertado. El viernes pasado tomaron estado público documentos enviados por la Justicia de Suiza sobre cuatro cuentas secretas de Eduardo Cunha en las que depositó más de 5 millones de dólares procedentes de sobornos cobrados en el marco del escándalo del “Petrolao”, en perjuicio de Petrobras.
Después se supo que Cunha, evangélico, pedía el patíbulo para Dilma por acusaciones vagas al mismo tiempo que creaba empresas falsas para guardar dinero sucio con el que compró dos Porsche y pagó vacaciones fastuosas en Miami a su esposa, una ex conductora de noticieros de la cadena Globo.
“Las pruebas contra Cunha son incontestables, su situación es muy comprometida, no creo que pueda mantenerse en el cargo”, dijo el diputado Chico Alencar, impulsor de una causa por violación del decoro parlamentario. El proceso contra Cunha debe comenzar en breve.
No se descarta que Cunha logre sobrevivir a las denuncias en el Congreso debido a su influencia sobre decenas de diputados. Aun así su reputación ante la opinión pública lo desautoriza para ser quien encamine un proceso para desplazar a Rousseff del gobierno.
Después de definirlo como un “moralista sin moral”, ayer Dilma renovó la polémica con Cunha, a quien le recordó que “mi gobierno no está envuelto en ningún escándalo de corrupción, no es mi gobierno el que está siendo acusado”. El diputado respondió amenazándola con el impeachment. El duelo entre Dilma y Cunha no terminó.
Después se supo que Cunha, evangélico, pedía el patíbulo para Dilma por acusaciones vagas al mismo tiempo que creaba empresas falsas para guardar dinero sucio con el que compró dos Porsche y pagó vacaciones fastuosas en Miami a su esposa, una ex conductora de noticieros de la cadena Globo.
“Las pruebas contra Cunha son incontestables, su situación es muy comprometida, no creo que pueda mantenerse en el cargo”, dijo el diputado Chico Alencar, impulsor de una causa por violación del decoro parlamentario. El proceso contra Cunha debe comenzar en breve.
No se descarta que Cunha logre sobrevivir a las denuncias en el Congreso debido a su influencia sobre decenas de diputados. Aun así su reputación ante la opinión pública lo desautoriza para ser quien encamine un proceso para desplazar a Rousseff del gobierno.
Después de definirlo como un “moralista sin moral”, ayer Dilma renovó la polémica con Cunha, a quien le recordó que “mi gobierno no está envuelto en ningún escándalo de corrupción, no es mi gobierno el que está siendo acusado”. El diputado respondió amenazándola con el impeachment. El duelo entre Dilma y Cunha no terminó.