11 jul 2014

ESPÍAS EN MONTEVIDEO

Fernando Butazzoni

08.07.2014

(6 de julio, 2014). Finalmente, después de muchos años, la mayoría de las transcripciones del llamado “Archivo Mitrojin” acaban de ser puestas a la consideración pública por el Churchill College de Cambridge.

Se trata de miles de notas y apuntes entregados por el ex archivista del Primer Directorio del KGB soviético Vasili Nikitich Mitrojin (en ruso ??????? ??????? ????????) a los servicios de inteligencia de Gran Bretaña. Ese trasiego de información, ocurrido tras la caída de la URSS, resulta ser un episodio por demás oscuro, ya que en realidad Mitrojin no les vendió a los británicos documentos de inteligencia sino copias realizadas por él mismo, a mano, de esos supuestos documentos.
Durante años (desde que se conoció la operación hasta la muerte del propio Mitrojin, acontecida por causas naturales en el año 2004), se especuló con la autenticidad de los datos aportados por el ex archivista del KGB. Se publicaron varios libros, y destacados historiadores dieron por buena la catarata de información que proporcionaban esos archivos. También hubo escépticos de distinto tipo y credibilidad, desde los ex camaradas del traidor, que siempre lo tildaron como un burócrata de pocas luces, hasta algunos expertos norteamericanos que señalaron en su momento las inconsistencias y lagunas de la historia construida para explicar el origen de las "notas" en cuestión.
En rigor, los primeros en desacreditar a Mitrojin fueron los analistas de la CIA, quienes en 1985 simplemente rechazaron la oferta del archivista cuando los contactó en secreto y  les propuso venderles esos documentos. Fue entonces que el emprendedor Vasili se fue a Estonia, entró al consulado británico en Tallin y les ofreció el negocio a los del MI5. Más allá de las turbiedades naturales en una historia de mentiras y traiciones vinculadas al espionaje y la guerra fría, lo cierto es que las notas del llamado "Archivo Mitrojin" han terminado por imponerse como auténticas, aunque nadie pueda avalar de manera fehaciente lo que allí se dice.
Y allí se dice mucho. En esas veinticinco mil páginas manuscritas y luego mecanografiadas por el propio ex espía, se cuenta a grandes rasgos la historia de cientos de agentes infiltrados, de operaciones de cobertura y de financiamiento encubierto en prácticamente todo el mundo. Mucha de la información que contienen los apuntes ha sido corroborada por investigaciones independientes, y aunque poco conocida, esa información no es secreta, mas sí sorprendente.
Por ejemplo, se detalla el periplo de un costarricense llamado Teodoro B. Castro, quien era en realidad un agente del KGB llamado Iosif Grigulevich, aunque esto tampoco es del todo exacto: era un lituano jázaro cuyo nombre original era Juozas Grigulevicius. Este hombre llegó a ser colaborador e íntimo amigo del presidente de ese país José Figueres, quien lo designó embajador en Italia y Yugoslavia. Como tal, y por orden Stalin, urdió un complot para asesinar en Belgrado al mariscal Tito, quien había cortado sus vínculos con la URSS. Las notas del archivo Mitrojin revelan en detalle los pasos dados por el KGB para construirle una identidad falsa a Grigulevich. ¿Dónde comienza ese periplo? En Montevideo, ciudad a la que llegó procedente de Cherburgo para trabajar en la empresa soviética Yuzhamtorg, establecida en Uruguay. Algunos expertos en temas soviéticos avalan punto por punto lo señalado en el archivo al respecto (que detalla su mutación progresiva, su estadía en Argentina como "José Grigulevich" y sus viajes posteriores). Uno de ellos, el periodista y escritor argentino Isidoro Gilbert, ha contado incluso que la información sobre Grigulevich la pudo confirmar con el mismísimo Nikolai Leonov, la figura más relevante del KGB vinculada con América latina.
En los archivos hay también otras informaciones sobre el Cono Sur, en especial sobre Argentina, Chile y Uruguay. Algunas notas huelen a "carne podrida", como la presunta coima recibida por Salvador Allende de cara a las elecciones que lo llevaron a la presidencia de Chile en 1970. Otras son interesantes y se aproximan a lo que ya muchos sabían. Por ejemplo que los soviéticos le echaron el ojo a Juan Domingo Perón aun antes de llegar a su tercera presidencia, y que lo hicieron nada menos que a través de su ministro de Economía, José Ber Gelbard, a quien habían reclutado en 1956.
Sobre Uruguay el "archivo Mitrojin" cuenta historias ya conocidas: la de África de Las Heras, la espía que casó con Felisberto Hernández es una de ellas. Pero también cuenta otros detalles, que aunque no son nuevos sí resultan relevantes y de interés histórico. Por ejemplo que la estación KGB en Montevideo (rezidentura, en la jerga del espionaje soviético) estuvo dirigida desde 1955 por un tal Marko, también llamado Darko, que tenía documentos falsos italianos a nombre de Valentino Marghetti (en realidad Marko se llamaba Giovanni Bertone y había nacido en 1900 en Faenza, Italia), quien era propietario de una casa de antigüedades en la Ciudad Vieja, en la calle Bartolomé Mitre 1437.
También se revela la forma en que ese signore Marghetti contrajo matrimonio con África de las Heras, tras el divorcio de la espía de Felisberto, siguiendo órdenes del KGB. La boda se registró el 28 de julio de 1956. Y cuenta que había otro miembro del equipo de infiltrados, apodado "Mario", que era propietario de una importante casa de artículos de electricidad en Montevideo.
El archivo Mitrojin abunda en datos: Darko/ Marko, el capo de los espías soviéticos en aquella época en Uruguay, había usado a lo largo de su carrera distintas documentaciones: documento de identidad italiano como Giovanni Seresatto (o Cerezzatto), utilizado en Faenza entre 1946 y 1948; pasaporte francés como Emile Simalti, nacido en 1906; cédula de identidad francesa como Carlos Espinosa Moreno, nacido en 1909; pasaporte chileno como Carlos Espinoza (con zeta) Moreno, nacido en Temuco en 1909; certificado de nacimiento mexicano N° 24470 como Doromeo Martínez; otro certificado de nacimiento mexicano, el N° 57342 como Pablo Morales Rosa, nacido en 1913; etc.
El tema de la obtención de documentos falsos abunda en los archivos. Así, en algunos de los informes aparecen mencionados diplomáticos uruguayos involucrados de manera involuntaria (aunque eso no se aclara del todo) con los trámites ilegales requeridos. Uno de ellos es el cónsul uruguayo en Génova en el año 1968 (de nombre clave "Gor", según Mitrojin). En su libro sobre África de Las Heras, el periodista y escritor español Javier Juárez señala que "Gor" no es otro que Mario César Fernández, diplomático y periodista de larga y conocida trayectoria antes, durante y después de la dictadura uruguaya. Juárez indica enfáticamente que Fernández era muy amigo de África de las Heras y de su esposo, pero que jamás sospechó la índole de sus actividades. En una situación similar aparece el diplomático Yamandú Laguarda, quien fuera embajador de Uruguay en Israel. A Laguarda se le asignó por parte del KGB el nombre clave "Ardita".
Pese a que a partir de ahora mucho material estará disponible para los historiadores, el hecho es que los británicos sólo mostrarán una parte del archivo, y en copias. Los originales quedarán fuera de la vista del público. Más allá de las múltiples objeciones y sospechas que Vasili Mitrojin generó en vida, cabe preguntarse si en esas notas aparecen informaciones que todavía son consideradas "sensibles". Debería de haber información acerca de hechos de gran significación histórica, como por ejemplo el trabajo desarrollado en Afganistán tras la invasión soviética, o los vínculos establecidos en España por algunos infiltrados del KGB con la llamada "Red Gladio" y con sus principales jerarcas. Más cercanamente, el "Archivo Mitrojin" debería contener mucho material acerca de episodios de la historia latinoamericana en general y uruguaya en particular. El asesinato del coronel Ramón Trabal, por ejemplo. Los soviéticos investigaron eso. Tuvieron un hombre trabajando en el terreno, en París, a fines de 1974, en los días inmediatamente posteriores al crimen.
O quizá aparezcan los nombres de quienes mantuvieron con éxito, en la más cerrada clandestinidad, la rezidentura del KGB en Montevideo durante los primeros años de la dictadura militar. Se sabe que hubo (por lo menos hasta 1977) una actividad secreta del KGB en Uruguay. Ahí está el caso del agente ruso Mijaíl Vasenkov, arrestado en Nueva York en 2010, acusado por el FBI de espionaje y luego canjeado por espías norteamericanos presos en Moscú. Vasenkov poseía pasaporte uruguayo a nombre de Juan José Lázaro Fuentes, el que fue expedido en Montevideo por la Dirección Nacional de Identificación Civil el 7 de noviembre de 1973, y en la que se consignaba que había nacido en el hospital Pasteur el 6 de septiembre de 1943. Por supuesto que su pasaporte era falso, pero todo hace suponer que a Vasenkov le habían conseguido los documentos en Uruguay, quizá en 1974.
Muy pocos de los que conocen en detalle esas actividades aún viven. Desde un punto de vista histórico, sería fantástico conocer cómo operaban en aquella época, y quién estaba a la cabeza del equipo en Montevideo. Tengo la corazonada de que nos llevaríamos una sorpresa mayúscula. Esos sí son verdaderos secretos. La inteligencia británica, por algún motivo, prefiere mantenerlos como tales.
(www.butazzoni.com)