Los cinco mitos que sustentan a Monsanto y los transgénicos
– Por Carlos Vicente
Cuando hace 20 años se inició la publicación de la Revista Biodiversidad, sustento y culturas; allí se decía en relación al desarrollo de las nuevas biotecnologías: “Prometen un mejoramiento de las condiciones de la agricultura, con la creación de una nueva generación de semillas milagrosas. Sin embargo, las mayores inversiones en investigación en este campo, se están realizando en la creación de plantas resistentes a los herbicidas, no a las enfermedades. El acceso a los recursos genéticos está siendo monopolizado por unas pocas empresas multinacionales, a partir de la creación de patentes para semillas modificadas genéticamente y para las tecnologías asociadas.”
Todos estos temores se vieron confirmados en las últimas dos décadas y las consecuencias socioambientales superaron las peores previsiones y la dependencia de las corporaciones, el avance del monocultivo de soja ocupando el 60% de la superficie agrícola y los impactos en las comunidades ampliamente denunciados, son hoy una realidad incuestionable.
Sin embargo las campañas mediáticas para ocultar esta realidad se valen de todos los medios posibles para enmascarar los hechos y “vendernos” aquello que quieren imponer. Parte de esta batalla la libran utilizando a supuestos “arrepentidos” que luego de ser parte de movimientos ambientalistas tuvieron la “iluminación” y hoy día son defensores de los transgénicos. Mark Lynas es el más emblemático de ellos y en estos días lo hemos tenido en la Argentina haciendo campaña y asegurando que los transgénicos utilizan menos agrotóxicos y que son quienes alimentarán a la humanidad.
Vale la pena hacer un recorrido por los cinco mitos que hoy siguen sustentando el impulso de los transgénicos a pesar de estar ampliamente demostrada su falacia:
1- Los cultivos transgénicos eliminarán el hambre en el mundo: Los datos de la FAO muestran claramente, año tras año, que a nivel mundial se producen alimentos más que suficientes para alimentar a todo el mundo. El hambre no es meramente una cuestión de productividad, es una cuestión de acceso a la tierra y al resto de recursos necesarios para producir alimentos. ¡El hambre, en definitiva, es consecuencia de la pobreza y la exclusión!
2- Los cultivos transgénicos producen más: esto, más que un mito, es de nuevo una mentira. Genéticamente hablando, la productividad de un cultivo es demasiado compleja para poder manipularla tan fácilmente, se trata de seres vivos y complejos, no jugamos con piezas de ‘lego’. Depende de muchos factores genéticos pero también de muchos otros elementos. E incluso si ‘todo estuviera en los genes’, la clase científica nunca ha logrado transferir y hacer funcionar más de dos o tres genes a la vez. ¡El gen de la productividad no existe!
3- Los cultivos transgénicos eliminarán los agroquímicos: más bien lo contrario. La principal ‘innovación’ que nos han traído las corporaciones transgénicas son plantas que incorporan un gen que permite fumigarlas con altas dosis de herbicidas sin que se vean afectadas, ya que son ‘tolerantes’ a determinadas sustancias químicas. Esto permite por ejemplo fumigar las plantaciones a gran escala con avionetas desde el aire año tras año en el mismo sitio, lo que ha facilitado la tremenda expansión del cultivo de soja a nivel mundial.
4- Se respeta el derecho a decidir, pues los transgénicos coexisten pacíficamente con los demás cultivos: otro argumento esgrimido por quienes promueven los transgénicos es la libertad de decisión –que cada agricultor o agricultora decida por sí mismo usar o no transgénicos, no hay ninguna imposición. Pero este argumento pasa por alto una ley fundamental de la biología: las plantas de la misma especie se cruzan entre ellas, y más temprano que tarde los genes insertados artificialmente en los cultivos transgénicos acaban apareciendo en los cultivos convencionales.
5- Los transgénicos son seguros para la salud y el medio ambiente: aquí la base de sustento de los cultivos transgénicos hace agua a partir de las investigaciones más recientes: el mito de la “equivalencia sustancial” de los transgénicos, que sin sustento científico pretendió igualarlos a los cultivos convencionales, ha sido desmontado en múltiples investigaciones. En cuanto al impacto ambiental, la contaminación con transgenes de cultivos no transgénicos es algo que hoy está ocurriendo en todo el mundo y los impactos del paquete tecnológico han trascendido las fronteras de las denuncias locales para ser asumidas por ámbitos internacionales como por ejemplo el Relator de las Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación
La soberanía alimentaria pasa indudablemente por que sea la población quien ejerza el control de lo que come y esa es una deuda que todavía en Argentina y América Latina debemos asumir. No hay ninguna posibilidad de que las mentiras de los mercenarios del poder frenen este camino de los pueblos.
[Carlos Vicente es miembro da Acción por la Biodiversidad (GRAIN) e da Red Nacional se Acción Ecologista de la Argentina (RENACE)/ www.renace.net]