CAUSA AMIA: El error de Cristina
Nahuel Coca
30/09/2015
Soy peronista, kirchnerista y cristinista. Y valoro muchísimo el compromiso de la compañera Presidenta con la causa AMIA. Pero en este punto se equivoca, ya que no hubo Trafic-bomba sino sólo Trafic-señuelo que sirvió para desviar la investigación de quienes pusieron sendas bombas en el interior del edificio de la AMIA (aprovechando que, como había sucedido en la Embajada de Israel, el edificio estaba en refacciones) y un volquete puesto frente a su puerta escasos minutos antes de que todo volara por los aires. Hubo muchos testigos que señalaron haber escuchado dos explosiones consecutivas pero diferenciadas, pero- siempre que pudo- el juez Galeano evitó que el dato quedara por escrito en el expediente. Y hasta hubo un testigo que estaba mirando a la puerta de la AMIA, Gabriel Villalba, que dio fe no sólo de que no hubo ninguna Trafic-bomba, sino también que hubo dos explosiones, la primera en la calle junto a la vereda y la segunda adentro del edificio.
En este punto estábamos de acuerdo hace ya 18 años Jorge Lanata, Gabriel Levinas y yo, autores de tres libros sobre el atentado. Lanatas y Levinas han enmudecido ahora porque están a sueldo de Clarín, y Clarín impulsa un libro de Daniel Santoro a punto de salir a la venta que apuntala el temblequeante encubrimiento de la causa al afirmar contra toda evidencia que Nisman fue asesinado (¿por “un comando mixto venezolano-iraní entrenbado en Cuba” como afirmó su colega Eduardo Van der Kooy?) y que tal como dijo Nisman en su vacua denuncia del memorando de entendimiento con Irán, Crisitina y el Canciller no querían avanzar en el esclarecimiento de quienes perpetraron el atentado sino que intentaron exculpar a los asesinos… como si se hubiera probado que los iraníes hubieran ordenado atacar a la DAIA-AMIA cuando, en realidad, durante más de dos décadas no se les pudo probar absolutamente nada.
Como expliqué en “El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos” (Planeta, 1997) y denuncié a fines de los ’90 ante el inicuo juez Galeano en un pormenorizado escrito, quienes dejaron la camioneta en el estacionamiento universitario de la calle Azcuénaga llamado entonces Jet Parking fueron dos muchachos de San Telmo vinculados a la Policía Federal y a Alejandro Monjo -quien le había dado la trajinada Trafic a Telleldín- a su vez socio del subjefe de la Policía Federal, Baltazar García: Carlos Alejandro Martínez (agente de la repartición que prestaba servicios en la comisaría 47) y Tomás David Lorenz, compañeros de correrías desde la escuela primaria, siendo éste quien dio la cara e hizo todo tipo de aspavientos (primero, haciendo como querían dejarla en el primer piso del estacionamiento del sanatorio Medicus, donde no cabía) y luego no contentándose con estacionarla en Jet Parking sino pagando por adelantado una estadía acto en el que fingió frente a varios empleados no saber hablar bien español y dio como domicilio un hotel habitualmente utilizado por los diplomáticos de segunda línea de la Embajada de Irán.
Como el nabo de Lorenz al hacer la ficha correspondiente a la estadía dejó el número de documento de su amigo (y los dos habían sacado la cédula de identidad el mismo día, durante la dictadura, seguramente cuando la Policía Federal le hizo los documentos a todos los alumnos de ese curso de la escuela de San Telmo que ambos cursaban) la SIDE rápidamente los identificó y los detuvo. Y con un par de sopapos, ellos y Mario Lorenz, el hermano mayor de Tomás, recién recibido de médico, desembucharon. Pero como la SIDE no tiene la potestad de detener a nadie, entregó los tres a la Policía Federal, y más precisamente al Departamento de Protección al Orden Constutucional (DPOC), el cuerpo encargado de investigar los atentados. Que los interrogó y como eran “fuerzas propias”, seguidaemente los dejó en libertad aunque habían incurrido en decenas de contradicciones.
Cristina no solo dio por bueno la existencia de la supuesta Trafic-bomba, sino también que ya estaba cargada con los explosivios cuando fue estacionada en Jet Parking, lo que no tiene sentido, ya que se fue de alli como tarde, al día siguiente, sábado 16, por lo que, de haber existido una Trafic bomba y que hubiera sido esa (dos suposiciones encadenadas) bien podría haber sidio cargada ese mismo sábado o el domingo.
Cristina comete estos yerros porque “compró” todo lo que dijo Claudio Lifschitz (foto) en la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Investigaciones de los Atentados, sin tener en cuenta que Lifschitz, ex prosecretario del juzgado de Galeano, no era neutral, sino que había accedido a dicho cargo como espía de la Policía Federal (“pluma” en la jerga de los servis) que reportaba directamente al comisario Jorge “El Fino” Palacios, hoy procesado como encubridor serial de los autores de la matanza.
Para más INRI, a renglón seguido, Lifschitz intervino en la interna de la SIDE, trabajando primero para el proxeneta Raúl Martins, socio de Stiuso, y luego poniéndose primero al servicio de al servicio de la llamada “Sala Patria”, es decir, de Patricio Pfinnen (hoy, como Palacios, juzgado como encubridor por su participación en el pago a Telleldín para que acusara falsamente a un grupo de policías bonaerenses) contra Stiuso.
Muy lamentablemente para mi, cuando fui convocado por la Comisión Bicameral (para explicar, entre otras cosas, porque el recientemente fallecido médico de Carlos Memem, Alejandro Tfeli, estaba involucrado hasta las cejas en el atentado) Cristina faltó a la reunión. No la culpo, no nos conocemos personalmente, no debía saber que había trabajado tres años como investigador contratado por la propia AMIA y Juan Salinas es un nombre fácil de olvidar (de hecho, mucha gente me llama Luis, lo que no me disgusta porque me recuerda a mi querido hermano fallecido y al eximio guitarrista) pero no puedo dejar de pensar que otra hubiera sido la historia si hubiera estado presente. En cambio, aquella vez la mayor cantidad de preguntas me las hicieron el senador Omar Vaquir y el diputado César Arias, que estoy seguro lo primero que hicieron al terminar la reunión fue informale de mis dichos al presidente Menem, a Tfeli… y a Monzer al Kassar.
Por cierto, al terminar la reunión, el presidente de la comisión, el diputado Carlos Soria (futuro jefe de la SIDE y asesinado por su esposa cuando era gobernador electo de Rñio Negro), le dijo a los periodistas que, atento a la gravedad de mis dichos, la Comisiòn volvería a citarme.
Como era de prever, jamás lo hizo.
Acaba de reabrirse la causa por el asesinato de Lourdes Di Natale, quien fuera secretaria de Emir Yoma y desde ya les adelanto que ese asesinato también tiene relación con la causa AMIA.
Arranca en el minuto 12 de la entrevista:
“Por lo que una puede ver ahora en la perspectiva, porque obviamente es una perspectiva de muchos años, es que los servicios de inteligencia habían tomado conocimiento de que se iba a producir un atentado contra un objetivo judío… Cuando una ve toda la investigación, la duda que queda es si el seguimiento fue hasta el estacionamiento donde la Trafic estuvo estacionada, ya con el cargamento explosivo listo para ser detonado. Siempre mi pregunta fue si cuando vuelven y no encuentran la Trafic en ese estacionamiento y la Trafic se encuentra en la AMIA, ese desenganche que se puede producir en el seguimiento de un operativo de inteligencia, si se produce porque quieren seguir sabiendo más, o cómo es que no se dejó a alguien como contralor en el operativo…”
Soy peronista, kirchnerista y cristinista. Y valoro muchísimo el compromiso de la compañera Presidenta con la causa AMIA. Pero en este punto se equivoca, ya que no hubo Trafic-bomba sino sólo Trafic-señuelo que sirvió para desviar la investigación de quienes pusieron sendas bombas en el interior del edificio de la AMIA (aprovechando que, como había sucedido en la Embajada de Israel, el edificio estaba en refacciones) y un volquete puesto frente a su puerta escasos minutos antes de que todo volara por los aires. Hubo muchos testigos que señalaron haber escuchado dos explosiones consecutivas pero diferenciadas, pero- siempre que pudo- el juez Galeano evitó que el dato quedara por escrito en el expediente. Y hasta hubo un testigo que estaba mirando a la puerta de la AMIA, Gabriel Villalba, que dio fe no sólo de que no hubo ninguna Trafic-bomba, sino también que hubo dos explosiones, la primera en la calle junto a la vereda y la segunda adentro del edificio.
En este punto estábamos de acuerdo hace ya 18 años Jorge Lanata, Gabriel Levinas y yo, autores de tres libros sobre el atentado. Lanatas y Levinas han enmudecido ahora porque están a sueldo de Clarín, y Clarín impulsa un libro de Daniel Santoro a punto de salir a la venta que apuntala el temblequeante encubrimiento de la causa al afirmar contra toda evidencia que Nisman fue asesinado (¿por “un comando mixto venezolano-iraní entrenbado en Cuba” como afirmó su colega Eduardo Van der Kooy?) y que tal como dijo Nisman en su vacua denuncia del memorando de entendimiento con Irán, Crisitina y el Canciller no querían avanzar en el esclarecimiento de quienes perpetraron el atentado sino que intentaron exculpar a los asesinos… como si se hubiera probado que los iraníes hubieran ordenado atacar a la DAIA-AMIA cuando, en realidad, durante más de dos décadas no se les pudo probar absolutamente nada.
Como expliqué en “El Atentado. Quienes son los autores y por qué no están presos” (Planeta, 1997) y denuncié a fines de los ’90 ante el inicuo juez Galeano en un pormenorizado escrito, quienes dejaron la camioneta en el estacionamiento universitario de la calle Azcuénaga llamado entonces Jet Parking fueron dos muchachos de San Telmo vinculados a la Policía Federal y a Alejandro Monjo -quien le había dado la trajinada Trafic a Telleldín- a su vez socio del subjefe de la Policía Federal, Baltazar García: Carlos Alejandro Martínez (agente de la repartición que prestaba servicios en la comisaría 47) y Tomás David Lorenz, compañeros de correrías desde la escuela primaria, siendo éste quien dio la cara e hizo todo tipo de aspavientos (primero, haciendo como querían dejarla en el primer piso del estacionamiento del sanatorio Medicus, donde no cabía) y luego no contentándose con estacionarla en Jet Parking sino pagando por adelantado una estadía acto en el que fingió frente a varios empleados no saber hablar bien español y dio como domicilio un hotel habitualmente utilizado por los diplomáticos de segunda línea de la Embajada de Irán.
Como el nabo de Lorenz al hacer la ficha correspondiente a la estadía dejó el número de documento de su amigo (y los dos habían sacado la cédula de identidad el mismo día, durante la dictadura, seguramente cuando la Policía Federal le hizo los documentos a todos los alumnos de ese curso de la escuela de San Telmo que ambos cursaban) la SIDE rápidamente los identificó y los detuvo. Y con un par de sopapos, ellos y Mario Lorenz, el hermano mayor de Tomás, recién recibido de médico, desembucharon. Pero como la SIDE no tiene la potestad de detener a nadie, entregó los tres a la Policía Federal, y más precisamente al Departamento de Protección al Orden Constutucional (DPOC), el cuerpo encargado de investigar los atentados. Que los interrogó y como eran “fuerzas propias”, seguidaemente los dejó en libertad aunque habían incurrido en decenas de contradicciones.
Cristina no solo dio por bueno la existencia de la supuesta Trafic-bomba, sino también que ya estaba cargada con los explosivios cuando fue estacionada en Jet Parking, lo que no tiene sentido, ya que se fue de alli como tarde, al día siguiente, sábado 16, por lo que, de haber existido una Trafic bomba y que hubiera sido esa (dos suposiciones encadenadas) bien podría haber sidio cargada ese mismo sábado o el domingo.
Cristina comete estos yerros porque “compró” todo lo que dijo Claudio Lifschitz (foto) en la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Investigaciones de los Atentados, sin tener en cuenta que Lifschitz, ex prosecretario del juzgado de Galeano, no era neutral, sino que había accedido a dicho cargo como espía de la Policía Federal (“pluma” en la jerga de los servis) que reportaba directamente al comisario Jorge “El Fino” Palacios, hoy procesado como encubridor serial de los autores de la matanza.
Para más INRI, a renglón seguido, Lifschitz intervino en la interna de la SIDE, trabajando primero para el proxeneta Raúl Martins, socio de Stiuso, y luego poniéndose primero al servicio de al servicio de la llamada “Sala Patria”, es decir, de Patricio Pfinnen (hoy, como Palacios, juzgado como encubridor por su participación en el pago a Telleldín para que acusara falsamente a un grupo de policías bonaerenses) contra Stiuso.
Muy lamentablemente para mi, cuando fui convocado por la Comisión Bicameral (para explicar, entre otras cosas, porque el recientemente fallecido médico de Carlos Memem, Alejandro Tfeli, estaba involucrado hasta las cejas en el atentado) Cristina faltó a la reunión. No la culpo, no nos conocemos personalmente, no debía saber que había trabajado tres años como investigador contratado por la propia AMIA y Juan Salinas es un nombre fácil de olvidar (de hecho, mucha gente me llama Luis, lo que no me disgusta porque me recuerda a mi querido hermano fallecido y al eximio guitarrista) pero no puedo dejar de pensar que otra hubiera sido la historia si hubiera estado presente. En cambio, aquella vez la mayor cantidad de preguntas me las hicieron el senador Omar Vaquir y el diputado César Arias, que estoy seguro lo primero que hicieron al terminar la reunión fue informale de mis dichos al presidente Menem, a Tfeli… y a Monzer al Kassar.
Por cierto, al terminar la reunión, el presidente de la comisión, el diputado Carlos Soria (futuro jefe de la SIDE y asesinado por su esposa cuando era gobernador electo de Rñio Negro), le dijo a los periodistas que, atento a la gravedad de mis dichos, la Comisiòn volvería a citarme.
Como era de prever, jamás lo hizo.
Acaba de reabrirse la causa por el asesinato de Lourdes Di Natale, quien fuera secretaria de Emir Yoma y desde ya les adelanto que ese asesinato también tiene relación con la causa AMIA.
Arranca en el minuto 12 de la entrevista:
“Por lo que una puede ver ahora en la perspectiva, porque obviamente es una perspectiva de muchos años, es que los servicios de inteligencia habían tomado conocimiento de que se iba a producir un atentado contra un objetivo judío… Cuando una ve toda la investigación, la duda que queda es si el seguimiento fue hasta el estacionamiento donde la Trafic estuvo estacionada, ya con el cargamento explosivo listo para ser detonado. Siempre mi pregunta fue si cuando vuelven y no encuentran la Trafic en ese estacionamiento y la Trafic se encuentra en la AMIA, ese desenganche que se puede producir en el seguimiento de un operativo de inteligencia, si se produce porque quieren seguir sabiendo más, o cómo es que no se dejó a alguien como contralor en el operativo…”
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