Seis días después del arresto en China de una pareja de canadienses acusados por Pekín de espiar “objetivos militares chinos”, las autoridades canadienses mantienen un absoluto silencio ante lo que expertos y medios de comunicación canadienses consideran un acto de “represalia” de China.
Ni el primer ministro canadiense, Stephen Harper, ni su ministro de Asuntos Exteriores, John Baird, se han pronunciado sobre lo sucedido al matrimonio formado por Kevin Garratt y Julia Dawn Garratt, quienes fueron detenidos en la noche del pasado lunes en la localidad de Dandong, en la frontera de China con Corea del Norte.
La pareja, que lleva viviendo alrededor de 30 años en China, regenta en la localidad fronteriza un café popular entre los locales y extranjeros. Pero el matrimonio canadiense también es conocido por su fuerte religiosidad, aunque uno de los hijos de la pareja ha negado que sus padres estuvieran evangelizando en el país asiático.
Sin embargo, la detención del matrimonio se ha producido en un momento en el que las relaciones diplomáticas entre Canadá y China viven uno de sus momentos más tensos de los últimos años tras el cruce de acusaciones de espionaje entre los dos países.
Los diplomáticos chinos en Canadá han recomendado a Harper que presente las pruebas del espionaje “o se calle”. Mientras, el Gobierno canadiense ya no habla del viaje que el primer ministro canadiense tenía programado realizar a China en noviembre próximo.
La crisis se inició el pasado 30 de julio, cuando el Gobierno canadiense reveló públicamente que los sistemas informáticos del Consejo Nacional de Investigación de Canadá (NRC, por sus siglas en inglés) habían sido infiltrados por piratas informáticos en China.
El anuncio fue realizado por la directora de Información del Gobierno de Canadá, Corinne Charette, quien dijo que el ataque contra la institución que desarrolla tecnologías consideradas “estratégicas” para el país fue realizado por un “actor chino muy sofisticado y patrocinado por el Estado”.
Por si no fuera suficiente, el primer ministro canadiense acusó directamente y ante las cámaras de televisión a China del espionaje.
“Me dicen que no hay duda sobre el origen de este ataque en particular y obviamente esto está siendo discutido con el Gobierno de China en los más altos niveles”, declaró Harper.
Paradójicamente, la revelación y acusación directa contra China se produjo mientras Baird se encontraba en Pekín de viaje oficial y manteniendo reuniones con las autoridades chinas.
El canciller canadiense se limitó a señalar que había mantenido una “franca discusión” sobre las acusaciones de espionaje con su homólogo chino pero sin dar detalles sobre las conversaciones.
Ahora, con el matrimonio Garratt detenido por las autoridades chinas y los medios de comunicación canadienses y expertos en China señalando que su arresto es una represalia por las acusaciones públicas lanzadas contra Pekín, el Gobierno canadiense ha decidido mantenerse en silencio.
Los medios de comunicación canadienses también han indicado que el silencio del conservador Harper y su Gobierno es un intento de Canadá de rebajar la tensión entre los dos países y facilitar la liberación del matrimonio.
Pero antiguos diplomáticos y líderes políticos han cuestionado las acciones de Harper en relación con China, que es el segundo socio comercial de Canadá.
El líder del Partido Liberal, Justin Trudeau, es quien ha expresado más claramente la torpeza diplomática de Harper al señalar la semana pasada que la detención de los Garratt es fruto de las malas relaciones que existen en la actualidad entre China y Canadá.
Un experto canadiense en China, Yuen Pau Woo, director ejecutivo de la Fundación Asia Pacífico de Canadá, señaló recientemente la incongruente política de Ottawa hacia Pekín.
Por ejemplo, Harper sigue sin ratificar un acuerdo de promoción y protección de inversiones con China que él mismo firmó con las autoridades chinas en 2012 tras casi 20 años de negociaciones.
Harper también ha endurecido las regulaciones sobre inversiones extranjeras en el país, una medida que los expertos consideran penaliza especialmente a China.
Pero al mismo tiempo, Harper ha utilizado a China para avanzar su agenda con otros países y con el electorado.
El primer ministro canadiense ha “amenazado” a Estados Unidos con vender su petróleo a China si el presidente estadounidense, Barack Obama, no aprueba la construcción de un oleoducto entre los dos países.
Mientras, en Canadá las denuncias públicas contra el régimen comunista chino son bien recibidas por la base electoral del Partido Conservador de Harper, especialmente de cara a las elecciones generales del próximo año.
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