Por Adriana Meyer
Después de que la imprenta que manejaba el mercado local (con parte de capital buitre) cerrara sus puertas, el Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria. Al otro día, a las seis de la mañana, los trabajadores ingresaron a la imprenta. Infojus Noticias es el primer medio nacional que entra a la planta recuperada por los obreros.
No fue necesario romper puertas ni candados. El 12 de agosto, un día después de encontrar la fábrica cerrada, los trabajadores de RR Donnelley pidieron las llaves del portón a los guardias, que se las dieron y se fueron para ya no volver. Habían decidido en asamblea que las rotativas de la imprenta -ubicada en el kilómetro 36 de la autopista Panamericana- volvieran a imprimir. “Lamentamos tener que comunicarle que, afrontados (sic) a una crisis insuperable y habiendo considerado todas las alternativas viables, estamos cerrando nuestras operaciones en Argentina y solicitando la quiebra de la empresa, luego de 22 años de actividad en el país”, decía un cartel dejado por la empresa el día anterior. Debajo, un 0800 para que las 400 familias pudieran obtener “más detalles” de su destino.
“El día que salió el primer camión con nuestra producción de revistas, aplaudimos todos”, dice Alcira Landeira, enfermera desde hace una década en Donnelley. “Lo que acaparó la atención es que pusimos a producir la planta”, apunta el operario Hernando Charles. Se refiere al discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando dijo que los dueños habían conseguido en la justicia una “quiebra exprés”, que parte de su capital tenía origen buitre y que iniciarían acciones legales para evitar la pérdida de las fuentes de trabajo. Sin bien estos obreros gráficos apuntan a obtener la expropiación de la fábrica y su estatización para autogestionarla (“ponerla al servicio de la sociedad imprimiendo libros y manuales”, dicen), están dispuestos a aceptar otras variantes, como podría ser, también, otro comprador, que garantice sus empleos. Por el momento, para facturar y cobrar el trabajo que producen, en la asamblea del miércoles a la noche votaron: conformarán una cooperativa. La bautizaron Madygraf, en homenaje a la hija de uno de los trabajadores.
“Nuestros brazos y las máquinas estaban ahí”
Infojus Noticias es el primer medio nacional que entra a la planta recuperada. Más allá de la puerta de ingreso hay una salita con los ficheros en desuso. Charles, del área de calidad, 15 años en la imprenta, será guía y fuente en este recorrido. En los pasillos anchos hay orgullo porque se generaron 2 millones de pesos en estas semanas de producción, pero también cierta incertidumbre. “El dinero por ahora va al juzgado que tiene la denuncia por quiebra fraudulenta. Nosotros cobrábamos el último día de cada mes y ahora es duro no ver un peso. Con la cooperativa esperamos avanzar en eso”, explica, y mira al abogado Agustín Comas, a su lado. Los tranquiliza bastante que sus abogados están dedicados a pleno a resolver esta cuestión que no es menor.
Compran insumos y piezas de maquinarias con el fondo de lucha, que activa la comisión de mujeres de Donnelley (surgida durante el conflicto por los despidos en 2011, entre las familias de los trabajadores). De los 400 trabajadores, sólo cinco son mujeres, en los sectores de limpieza, calidad y enfermería.
Charles vive con su mujer y dos hijas en Cabot, un barrio obrero de Garín. Recortó gastos: “Mi mujer trabaja en un kiosko y tengo casa propia. Otros compañeros son sostén de familia y pagan alquiler, están más complicados”, dice. Landeira, la enfermera, recuerda el día que cerró la imprenta: “Pasamos de la etapa de la incertidumbre a organizarnos, lo estoy viviendo con mucha alegría. Funciona y se puede. Bajó muchísimo el nivel de estrés, que generaba ausentismo y accidentes. Somos gente de muchos años de trabajo y especialistas”, dice la enfermera.
Hasta el sábado 9 todos ellos estuvieron trabajando. Aquel lunes encontraron el papel de quiebra en la puerta. “No sabíamos si nos iban a sacar con la Infantería, la sensación fue ‘me dejaron sin trabajo y ni siquiera pagaron una indemnización’, un vacío total”, dice esta mujer que vive a 10 cuadras de la fábrica, es madre de siete hijos, y tiene 17 nietos.
El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria y al otro día, a las seis de la mañana, los trabajadores ingresaron a la imprenta. “Volvimos a nuestros puestos de trabajo como establece esa medida, esté o no el patrón. Nos repartimos las tareas, y retomamos los trabajos pendientes”, relata Charles. El modelo que inspira las prácticas es Zanon. “Nunca imaginamos que esta planta, que no daba pérdidas, iba a cerrar. Hay un compañero de Zanon, que ya no vive más allá, que nos está orientando”, dice el operario.
Landeira recuerda que “cuando se tomó la decisión de entrar, nos dimos cuenta de que el trabajo estaba adentro, nuestros brazos y las máquinas estaban ahí. Sabíamos que podíamos, sólo teníamos que probarlo. Arrancaron las primeras máquinas, y si faltaba uno iban de otro sector a colaborar”.
A fin de mes se hizo una asamblea: decidieron que con la ayuda recolectada en el fondo de lucha, podían cobrar 4 mil pesos cada uno. Landeira mira a Charles. ” Aunque nosotros, que no estamos con tanta urgencia, no cobramos, vamos a esperar. Está la solidaridad y el compañerismo, está la planta produciendo, las revistas salen, está creyendo el cliente con calidad y fecha, pero nos faltaba la plata”, dice la enfermera y sonríe.
La reina del mercado local
Los más veteranos conocen la historia. En 1864, Richard R.Donnelley comenzó su propia imprenta en Chicago, RR Donnelley & Sons. La empresa creció rápidamente con la impresión de Time y Life. En los ‘60 era la número uno de impresión comercial. Se instaló en Argentina en 1992, al comprar la editorial Atlántida Cochrane S.A.. Hasta el cierre, junto a Morvillo y AGR, dominaba el 80 por ciento del mercado local. A nivel internacional, tiene más de 40 plantas, emplea 57 mil trabajadores, y su facturación anual en 2013 ascendió a 218 millones de dólares.
En la última década, con Donnelley como patrón, los trabajadores enfrentaron la implementación de las doce horas de trabajo y el turno americano, denominado 6 x 2, que los obligaba a trabajar sábados y domingos. Ese conflicto provocó en 2001 unos 50 despidos. Dos años más tarde desplazaron a los sectores burocráticos de la comisión interna, y Donnelley comenzó a estar presente en los conflictos del cordón industrial de zona norte. Es una de las pocas fábricas que hizo paro de una hora por la condena a los petroleros de Las Heras. Aunque actualmente la interna está en su mayoría integrada por militantes del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), los operarios destacan que en la asamblea tienen activa presencia sectores diversos.
Este año los trabajadores denunciaron que la empresa no debía recibir un subsidio oficial, convencidos de que los números para fundamentar una crisis eran “un dibujo”. En julio Donnelley presentó en el ministerio de Trabajo un recurso preventivo de crisis: 123 despidos y reducción del 40 por ciento en salarios. Fue rechazado por la cartera laboral y por el sindicato gráfico.
“Hubo muchas maniobras hasta llegar al cierre, pero pensamos que por algo no nos cortaron el suministro de gas, quizá sea porque Atlántida no tiene dónde hacer estos trabajos. Los dueños bloquearon la pre impresión computarizada, pero los compañeros la desbloquearon con ayuda de técnicos de universidades. En Zanon, sin gas, tuvieron que esperar seis meses para producir, nosotros al segundo día ya empezamos”, dice Charles.
“La semana pasada nos movilizamos al juzgado de Gerardo Santicchia porque en sus manos está la decisión de liberar el dinero de los cheques que nos pagó Atlántida por nuestro trabajo, pero se los llevó el síndico de la quiebra”, explica Charles. Este juez comercial recibió el planteo de los dueños de Donnelley, que hace un mes pidieron su propia quiebra. Ahora tanto el gobierno como los trabajadores, con sus abogados, buscan que el magistrado anule el pedido de quiebra patronal y lo transforme en “quiebra fraudulenta”. De ese modo, los empleados podrían cobrar su primer sueldo con lo producido con la autogestión que comenzó el 12 de agosto.
Donnelley ante la Justicia
“El discurso de la Presidenta nos favoreció, pero alguien se tiene que hacer cargo de que podamos cobrar, seguimos trabajando para no cortar la relación con el cliente, que la empresa dejó colgado. El ministro (de Trabajo Carlos) Tomada nos prometió el Repro (Programa de Recuperación Productiva, un subsidio a las empresas a través del cual el Estado se hace cargo del pago de una parte del salario a los trabajadores)”, agrega.
La AFIP hizo tres presentaciones contra Donnelley. Pidió a la Justicia comercial que deje sin efecto la quiebra concedida a la multinacional. Hizo una denuncia penal acusando a Donnelley de “alteración del orden económico y financiero” según prevé el artículo 309 inciso 1 de la ley 26.733, de delitos económicos, que recayó en el juzgado federal de Daniel Rafecas. Y su titular Ricardo Echegaray pidió a la SEC de Estados Unidos (Securities and Exchange Commission) que investigue los motivos que llevaron a Donnelley a cerrar su filial en Argentina y declarar una pérdida de más de 20 millones de dólares que los balances no reflejan.
Parecen veinte autos frenando juntos. Así suena la puesta en marcha de una de las máquinas rotativas. “Estamos produciendo Billiken y Para Ti y buscamos nuevos clientes. En Atlántida nos elogiaron porque la calidad del producto es mejor, ahora cuando vemos errores paramos y volvemos a empezar”, dice el operario-guía. Y muestra la oficina del gerente Claudio Vergara, cerrada. Quedó su chaleco colgado de una silla. En la puerta hay un cartel que anuncia que a las 16.30 hay asamblea, como en otras partes de la planta. Según cuenta el trabajador, “es el mismo gerente que fundió la gráfica ex Conforti”. Vergara tiene prohibida la salida del país por parte del juzgado ante el cual los dueños de Donnelley pidieron su propia quiebra, junto al sueco Luiz Jarlsson Bring y Roberto Rivas.
Miguel está haciendo mantenimiento a una de las rotativas. “Soy primer maquinista con 22 años en la empresa”, se presenta. “La única seguridad que tenemos es que sabemos imprimir y le ponemos pila, queremos conservar nuestra fuente laboral, queremos un producto de calidad. Se trabaja con más tranquilidad y si avanza, vamos a tener sueldos igualitarios”, dice sobre la autogestión. “Con Donnelley ellos decían que estaban en rojo, Nos decían que habíamos perdido el trabajo cuando ellos lo estaban tercerizando y así nos negaban aumentos”, agrega.
¿Cómo es que el caso Donnelley llegó al discurso presidencial? “Lo que acaparó la atención es que pusimos a producir la planta, es un granito de arena, un ejemplo para los desocupados, hay que luchar por los puestos aunque te cierren la planta”, responde Charles. “El problema de Donnelley se mencionó para el problema con los buitres, el gobierno dijo que garantizaba los puestos de trabajo así que esperamos que así sea”, dice Landeira
Los trabajadores denuncian que la quiebra es fraudulenta porque hubo desvío de la producción a otros talleres y préstamos y créditos a su casa matriz. Y en el mismo sentido, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner había precisado que el anuncio de quiebra buscó “crear el temor” en la población y señaló que Paul Singer, titular del fondo buitre NML, había transferido parte de sus acciones al fondo de inversión BlackRock, que tiene participación accionaria en Donnelley. Como sucedió con la mayoría de las fábricas recuperadas, la llave para que los autogestivos puedan seguir llevando el pan a sus casas depende de decisiones tanto políticas como judiciales.
En este caso, si el juez falla en sintonía con lo que le están pidiendo los trabajadores y el gobierno, se destrabaría el dinero que necesitan. Mientras tanto, decidieron darse la forma de cooperativa para poder facturar ellos mismos lo que producen. No hay una receta, avanzan día a día.